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Héctor Esteban
Domingo, 21 de diciembre 2014, 20:26
El zumbido ahoga el dolor. El ángel de Bernini quiere volar. Miguel Ángel Bohigues esculpe sin maceta ni cincel. Aguja y tinta. No crea para la eternidad. Sólo hasta el fin de los días de Yerai, un vasco que ha estado esperando casi dos años su turno. De Galdácano a Aldaia. Más de 700 kilómetros para cumplir un sueño. Su cuerpo muestra varios tatuajes. Pero sabe que ninguno será como el de Miguel. Nada igualará su ángel de Bernini. Ni la virgen del cementerio de Génova. Su brazo será un lienzo andante. Su cuerpo una obra de arte. «Hoy cumplo un sueño. Llevo mucho tiempo de espera. Iba por la calle y enseguida identificaba los tatuajes de Miguel. Es el mejor. Ahora ya tengo uno», señala Yerai. Ni un ápice de sufrimiento. La satisfacción es infinita.
En un bajo en la calle Cuenca de Aldaia tiene su estudio el considerado mejor tatuador realista del mundo. V Tattoo se llama el negocio. Autodidacta, 33 años, con jornadas interminables de lunes a domingo. Miguel Ángel Bohigues es un referente de este arte. En cualquier rincón del planeta: «He tenido clientes que han venido adrede desde Australia y Japón a tatuarse». Más de 80 premios cuelgan de las paredes de su negocio. Nacionales e internacionales. En los huecos que quedan libres se exhiben sus creaciones. En la estancia hay tres personas pero parecen que mil ojos vigilan. Vírgenes, ángeles, cristos, piratas, gente anónima. Incluso hay faros que guían. «Soy especialista en realismo», cuenta Miguel. Sus obras son vida en blanco y negro. Bombean sangre. La misma que sirve para marcar la piel.
Hace unas semanas dejó para siempre un tigre de bengala en el brazo de Neymar. El jugador del Barcelona, igual que Yerai, eligió a Miguel. Al tatuador valenciano. Al que tiene su negocio en Aldaia. Al mejor del mundo.
Las puertas del fútbol se las abrió Miguel Brito. Aquel díscolo lateral derecho del Valencia que desperdició su talento al margen del fútbol. En el tú a tú, todos los que trataron con el luso aseguran que era un tipo excepcional. Amigable y cordial. La noche, quizá, le transformó en Mr. Hyde. Después de Miguel llegaron otros. Manuel Fernandes, Ricardo Costa... Los dos están lejos de Valencia. Los dos siguen su carrera sin olvidar a Miguel Bohigues. No pueden. Lo llevan en la piel.
Neymar no fue a Aldaia. Miguel hizo su maleta y se fue a Barcelona a la cita con el astro brasileño. «Me descubrió en Instagram. Me dijo que llevaba tiempo siguiéndome. Le he tatuado un tigre en el brazo», señala. Tras Neymar vendrán otros jugadores el Barcelona. David Beckham transformó este arte. La tinta en la sangre se asociaba a gente de mal vivir. La cárcel, lugar en el que el amor de madre se convirtió en lema. Hoy, Sir Beckham ha abierto las puertas de muchos negocios. «La verdad es que fue el pionero. El que permitió que cambiara el concepto sobre las personas tatuadas», afirma Miguel.
Esta temporada, muchos jugadores del Valencia ya han pasado por el estudio del tatuador de Aldaia. Su arte ya está sobre su piel. Nicolás Otamendi es uno de los futbolistas más tatuados. Es complicado que haya en el mundo un Cristo en la cruz más realista que el que luce en su muslo izquierdo. El argentino volverá por Aldaia. Seguro.
PASIÓN POR EL FÚTBOL
En V Tattoo hay días que también se viven en una especie de mundo al revés. No sólo Miguel Ángel Bohigues es el tatuador de referencia para muchos futbolistas de la Liga española. En ocasiones hay días que tiene que tatuar la imagen de los jugadores en la piel de los aficionados. El fútbol desata todo tipo de pasiones. De aquellos que quieren conservar en su piel a sus ídolos. Alcácer se ha puesto en las manos de Bohigues. Ahora tiene que volver por Aldaia. Uno de estos días. No a tatuarse sino para fotografiarse. Un fan quiere llevar la cara del delantero del Valencia en su cuerpo. Incluso firmada. Bohigues también ha tatuado piernas con un Cristiano Ronaldo de cuerpo entero. El astro luso del Real Madrid se fotografió junto a la obra. Raúl y su dedo pidiendo silencio es otra de sus obras. El arte de tatuar, en ocasiones, también es muy caprichoso con el destino.
A Rodrigo de Paul, quizá, las cosas le van mejor desde que un faro en su brazo le guía. Una brújula que le hace no perder el norte y el mapa de Argentina con cierta morriña de la patria: «Siempre en mi corazón». Si Otamendi y De Paul han pasado por allí lo lógico es que también lo hiciera Zuculini, que lleva un atrapasueños de por vida tatuado por Bohigues. El argentino quizá vuelva a Manchester pronto. Al mirarse el brazo sabrá que un día pasó por Mestalla.
Paco Alcácer, el ídolo del valencianismo, también ha pisado V Tattoo. Una escultura dibuja su brazo. Gervasio Deferr, uno de los olímpicos españoles más laureados, optó por Bob Marley. Motivos diferentes. El mismo realismo.
«A Miguel nadie le ha enseñado. Ha sido él solo. Este mundo es muy cerrado. Son muy reticentes a mostrar su trabajo. Pero Miguel no. Todo el mundo que ha querido venir a verlo y a aprender ha tenido las puertas abiertas. No tiene secretos. Su don es innato. «El secreto son sus manos», cuenta Verónica Martínez, su esposa, mientras señala todos los premios que cuelgan de la pared: Berlín, Florencia, Ibiza, Roma, Amsterdam, Estocolmo, Atenas... Pero sin duda, la joya de la corona es el segundo premio en la London Convention: «La primera vez que vas y logras el segundo premio en una reunión a la que van 400 tatuadores es para estar contento. Es la cita más importante del mundo».
Miguel sólo lleva diez años en esto. Pasó de dibujar a tatuar. Es más rentable. «Una sesión de uno de mis tatuajes dura cuatro horas más o menos. Soy perfeccionista. Tatuar un brazo no es una serie de pegotes. Me gusta que quede bien. Que tenga sentido todo». Este valenciano, que ha vivido en varias ciudades de España por el trabajo de su padre, se instaló definitivamente en Aldaia. Sin duda, V Tattoo es el negocio más internacional de la localidad: «Aldaia es perfecta. Está al lado del aeropuerto. Tanto para mis viajes como para los clientes que llegan desde el extranjero».
La vida sigue. Da igual Neymar que Yerai. Futbolista o anónimo. A Miguel la vida le va bien. No por casualidad. La recompensa se logra con esfuerzo. Con trabajo diario. No es fácil pero se lleva mejor si uno hace lo que le gusta. «Se trabaja mucho y se renuncia a muchas cosas. Pero vale la pena». El zumbido no cesa. Al limpiar el brazo, el ángel cobra vida. Bernini. Bohigues.
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