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Se trata de Juliet en el centro, con unos aficionados en el trinquete de Carlet (1948)
La foto que no pudo ser
Pilota

La foto que no pudo ser

Una de las grandes leyendas de la Pilota Valenciana. Deportista íntegro y honesto, que dignificó nuestro deporte autóctono

VICENT GIL ESPERT

Lunes, 9 de noviembre 2015, 19:41

Hace poco nuestro editor gráfico me comunicaba su intención de visitar a Julio Palau para hacerle unas fotografías. Me puse en contacto con su hija Teresa quien, a pesar de las reticencias iniciales, accedió finalmente. Como le manifestamos, era para una exposición sobre figuras de la pilota valenciana que, sin la foto de Juliet d'Alginet, quedaría incompleta...

Julio Palau nació el 25 de noviembre de 1925 en el seno de una modesta familia de agricultores en Alginet. Muy pronto manifestó su afición por la pilota, influenciado en buena medida por su tío materno, a quien acompañaba al trinquete. Las buenas cualidades que día a día iba demostrando, hicieron que con solo 15 años debutara con éxito y como consecuencia, el empresario local 'el tío Toles', le preparara otras partidas que se contaron por victorias. Fueron años de duro aprendizaje, con salidas a trinquetes vecinos como los de Algemesí, Alzira o Carcaixent, donde iba aumentando su prestigio y fraguando la leyenda.

Su aparición en el mundo de la pilota se produjo en un momento decisivo para este deporte, en el que comenzaban a ver declinar de sus dos grandes figuras, Xiquet de Quart i Pepe Liria, a quienes se enfrentó con sendas victorias en 1945. Fue sin lugar a dudas una auténtica revelación y se utilizó su popularidad para inaugurar innumerables trinquetes como los de Benifaió, Masamagrell, el Zurdo de Gandía o el de su vecina población de Carlet, donde el público le profesaba auténtica veneración. También inauguró el de Alicante, Ondara, Benissa y Pedreguer o los castellonenses de Almassora, Burriana o Vila Real. En 1948 reinauguró el Trinquete de Pelayo, donde fue todo un referente y es uno de los cinco pilotaris que tienen colgada su foto en la Galería de Honor.

Dotado de unas facultades físicas excepcionales y un gran espíritu competitivo; su técnica depurada y sentido de la colocación le permitieron suplir su baja estatura y sus limitaciones con la mano izquierda. Esa colocación es la que alimentó la leyenda de que la pelota 'siempre le iba a la mano'.

Su gran rival fue Antonio Reig 'Rovellet', con quien protagonizó las más espectaculares partidas y muchas de las páginas doradas de este deporte que, aún hoy, siguen rememorando los aficionados más veteranos. Esta grandísima rivalidad deportiva se tradujo en un enorme respeto y una duradera amistad. 'Rovellet' ha sido visitante habitual de Juliet durante estos años de enfermedad. Frecuentemente se desplazaba a Alginet para ver a su amigo. El pasado domingo acudió a despedirlo por última vez.

Juliet, aquel joven que con quince años decidió hacer carrera profesional en los trinquetes, a pesar de la oposición inicial de su familia, nunca dejó de ayudar a los suyos en las labores del campo, tarea a la que se dedicó plenamente tras su retirada en 1968. Quienes han tenido la suerte de conocerlo saben de su rectitud e integridad, seriedad y nobleza, discreción y prudencia, de su generosidad. Julio Palau ha sido fundamentalmente una buena persona a la que los aficionados recibían con un sonoro aplauso, puestos en pié, cada vez que visitaba un trinquete.

Al deportista le recompensaron con la Medalla al Mérito Deportivo (1960), el Saque d'Honor de la Federació de Pilota Valenciana, Hijo Predilecto de la Villa de Alginet (1999), que ya le había dedicado anteriormente una calle, y el Premio al Mérito Deportivo de la Generalitat Valenciana de este mismo año. Al hombre, su familia con un cariño inmenso.

...Hace pocos días, habíamos quedado una tarde para la sesión fotográfica, pero fue ingresado aquella misma mañana. Juliet disputaba su última partida y esta vez la pilota de vaqueta no fue a parar a su mano. El domingo, cuando me acerqué en la iglesia a su hija Teresa, esbozando una sonrisa de inmensa tristeza me susurró 'Ay Vicent, has arribat tard' La foto no pudo ser. Si algún día se cuelga la exposición, en la pared habrá un hueco irreemplazable.

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