PILOTA VALENCIANA

La primera pilotari también fue trinquetera

«Mi golpe favorito era el bot de braç y prefería actuar de resto. Me encantaba el ritual de prepararme las manos», recuerda

Moisés Rodríguez Plaza

Viernes, 22 de abril 2016, 00:02

'Insólito: una mujer en el trinquete'. Mientras España avanzaba hacia una etapa de cambios como fue la Transición, una joven de 14 años nacida en Ribarroja revolucionó un lugar que parecía exclusivo para hombres. «En este mundo cambiante, la mujer, en su lucha reivindicativa, está consiguiendo metas insospechadas hace algún tiempo y no sabemos si el trinquete, donde se practica el viril deporte de la pilota valenciana, será al final uno de sus múltiples logros, aunque, sinceramente lo consideramos bastante difícil...», escribió Francisco Durá como entradilla de su entrevista publicada en la revista 'El Trinquete' a Elisa Tarazona, que en los años 70 jugó a escala i corda.

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Ella colgó los guantes hace muchos años, cuando se centró en su carrera de medicina, profesión que actualmente ejerce como directora de organización y gestión asistencial de Ribera Salud. «Lo dejé en el momento de salir del pueblo. Cuando iba a Ribarroja intentaba quedar con mi padre para ver alguna partida o pelotear un rato, pero pierdes el vínculo», admite: «Yo no soy profesional del deporte, pero ha estado muy presente en mi vida. Desde pequeña me bajaba al río a correr. He practicado varios como el baloncesto y el balonmano en el colegio, el tenis... y ahora hago pádel».

Pero hubo un tiempo en que la pilota era su vida. Quizás estaba predestinada a ello desde que muchos años antes de nacer, su bisabuela Liberia empezó a pedir dinero prestado por Ribarroja y pueblos limítrofes como L'Eliana o La Pobla para construir un trinquet: «Ahora son municipales, pero entonces era un negocio». Luego entraron a gestionarlo Carmen y Voro, sus abuelos. Hoy pertenece al Ayuntamiento y lo lleva el club de galotxa local.

Elisa se pasaba las tardes de verano en el trinquet. Y las de los sábados en invierno, cuando iba al colegio. Siempre que podía, jugaba a pilota: «Hasta en casa, con una de ping pong». De la cancha de Ribarroja recuerda el calor y las avispas. «Jugaba con José María, mi hermano, que era un poco mayor que yo, y mi primo, José Vicente. También venían otros chavales del pueblo. Yo era un poco el alma del grupo, como era la xiqueta...», señala con una sonrisa.

Y en poco tiempo se convirtió también en la trinquetera. «Yo estaba pendiente de cuando llegaba el tío Manolo. Sabía qué silla había que darle. Cobraba las entradas y cantaba las faltas en el dau», recuerda Elisa: «El trinquet de Ribarroja era más pequeño y allí se jugaban partidas de aficionados. Vinieron Rovellet, el Chato y Genovés cuando ya habían dejado de ser profesionales. A mí siempre me gustó el juego de Fredi, que además era muy educado».

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Casi sin darse cuenta, Elisa se convirtió en una pionera sobre las losas. Jugaba como la que más a escala i corda: «En Camp de Túria es la modalidad que se practica y la que más me gusta porque requiere de una mayor técnica. Mi golpe favorito siempre fue el bot de braç y prefería jugar de resto. Disfrutaba con el ritual de prepararme las manos». Ella iba de aquí para allá con Paco, su padre, al que todos conocían como Paquín. «En aquellos tiempos en el trinquet había un cartel que avisaba: 'Prohibido blasfemar'»

Apenas había otras chicas que jugasen a pilota. «Me enfrenté una vez a otra de Carlet, hicimos una partida mixta», comenta. Y ahí estaba Paquín, como siempre, apostando por su hija. «Entonces se jugaba dinero, hasta en partidas de aficionados como las mías. Ponían los billetes con una pinza en la cuerda para que se viese lo que había d'eixida. Te llevabas un tanto por cien de lo que ganaba el postor», señala.

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Años después, desvinculada de la pilota tras centrarse en su carrera como médico, se plantea volver mañana al trinquet. «Si puedo iré a Pelayo con mi hija. Me parece fenomenal que se haya organizado una partida de chicas. Hay que fomentar la igualdad en todos los ámbitos».

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