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El equipo mallorquín culminó en Son Moix una final ganada por la vía rápida (3-0) ante el Unicaja Almería.
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El Ca'n Ventura de voleibol pasa en cuatro años de jugar en Regional a ganar la Liga y la Copa. Su presidente ya hizo lo mismo en los años ochenta

fernando miñana

Miércoles, 3 de mayo 2017, 20:51

A Damián Seguí los días se le hacen demasiado largos y pesados desde el sábado. Tiene 81 años y, desde aquella tarde en la que cristalizó su segundo milagro en Mallorca, está agotado. No para y necesita parar. Pero todo el mundo quiere hablar con él, conocer al octogenario que ha convertido un equipo ramplón en el mejor de España en solo cuatro años, los que hace desde que el timonel que gobierna su barco se puso terco hasta que consiguió convencerle para que fuera a ver un partido del equipo del barrio, que estaba en categoría regional. Damián, con un ojo para el voleibol como no hay otro, pensó que aquello era un desastre y que necesitaban que alguien les echase una mano. La ayuda elevó al equipo a Primera Nacional y al año siguiente a la Superliga 2 y al siguiente a la Superliga. Y en su debut, el Ca'n Ventura ha conquistado, entre febrero y abril, la Copa del Rey y la Superliga. Lo nunca visto. «Es que volvió a entrarme el demonio del voleibol», se ríe ahora sobre aquel primer partido.

El empresario mallorquín dice que volvió porque ya antes había hecho algo parecido. Para conocer esta historia hay que remontarse hasta agosto de 1970, a aquella playa de Mallorca donde se puso a jugar al voley con unos amigos y unos turistas. Damián decidió comprar una red y un balón para organizar partidos con los empleados de sus empresas. Un equipo, en el que él también jugaba, concebido para pasar el rato.

A Seguí está claro que no le gusta hacer nada a medias y en 1973 inscribió al equipo en Tercera División. Ganaron el título y subieron a Segunda. Volvieron a triunfar y en el verano de 1975 ya estaban en Primera. Iban detrás de los grandes, el Real Madrid, el Atlético y el Hispano Francés, pero a mitad de campaña, en un parón, sus dos extranjeros se fueron a Marruecos de turismo y, de regreso, les detuvieron en la aduana con hachís. Los metieron en la cárcel y el presidente logró que los expulsaran. El equipo ya no fue el mismo.

Un problema burocrático en tiempos de la Copa del Generalísimo acabó con la desaparición del equipo, pero en tres años repitieron el camino, de Tercera a Primera, y esta vez remataron con el título. El Son Amar ganó siete Ligas en los ochenta, además de seis Copas y una derrota en la final de la Recopa europea. El eje de aquel proyecto fue Pedro Bozic, un yugoslavo que era entrenador y jugador. En este segundo proyecto calcó el modelo y fichó al brasileño Marcos Dreyer. «Dejé el Teruel, con el que había ganado la Superliga, para irme a jugar a Primera Nacional, pero sabía dónde iba. Conozco a Damián y sabía que era un proyecto ganador», rememora.

Dreyer insiste en que forman un equipo de «gente normal» que se negó a estampar camisetas de celebración pese a que jugaban en Mallorca tras ganar los dos primeros partidos en Almería. Así que tras culminar el 3-0 buscaron un sitio donde les dieran de cenar y se concedieron un humilde homenaje, algo de comer y unas cervezas, que los jugadores pagaron a escote porque Damián Seguí, exhausto y feliz, se había ido a dormir.

«Quiero ganar y ganaré»

«Nada tendría sentido sin el respaldo de la gente», apunta el entrenador y director deportivo, quien recuerda que en las primera jornadas iban 300 espectadores a un pabellón con un aforo para 900 personas y que acabaron en Son Moix ante más de 3.000.

Nadie creía en una victoria tan rotunda ante los equipos, CAI Teruel en la Copa y Unicaja Almería en la Superliga, que habían jugado las últimas ocho finales. Salvo Damián Seguí, quien acuñó en los ochenta una frase que se repite por todo Mallorca: «Vull guanyar i guanyaré (Quiero ganar y ganaré)». Grabada a fuego en la cabeza de la plantilla. «Su gen ganador lo ha conseguido transmitir a todo el equipo», admite Dreyer.

Damián Seguí (Sóller, 1935) se toma todo con más filosofía. Son 81 años de una vida intensa. Sus abuelos, mallorquines, se llevaron a la familia a Argelia, donde se las ingeniaba para que su pericia con el voleibol -era el capitán del equipo del colegio- le sirviera para que aquel mal estudiante fuera pasando de curso. No tardó en exhibir su olfato empresarial cuando compró un camión para vender recambios a las compañías que extraían petróleo en Argelia.

Regresó a Mallorca en 1964 y ahí empezó a buscarse la vida. «Mi abuelo tenía una finca prácticamente abandonada que convertí en un restaurante con espectáculo en diez meses; en diez años tenía mil plazas; en 20, más de dos mil. Luego monté otro más chic y más caro para otros mil, y un tercero, con espectáculos de África. En total, unas cuatro mil plazas».

Damián hizo fortuna con aquel negocio para guiris y la fama de sus tomates atrajo al mismísimo Gorbachov, a quien invitó a elegirlos él mismo de su huerto. Pero nunca fue un divo. «No soy el típico dirigente que está con el puro en el palco. No me pierdo un entrenamiento y todos trabajamos muy duro». Ahora le espera la Champions. «Pues ya sabes, vull guanyar i guanyaré...».

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