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cayetano ros
Jueves, 9 de enero 2020, 23:06
Madre de Unai, de siete años, Silvia Navarro sigue a toda mecha a los 40, desafiando el paso del tiempo, desviando pelotazos, jugando de primera al balonmano.
–¿Le ha podido alguna vez la presión?
–Sí, claro, no me da miedo reconocerlo. Mis padres me inculcaron la alegría y la pasión, sigo enamorada de este deporte, pero hay momentos en los partidos en los que piensas que se va todo a pique: por ejemplo, contra Corea, en los JJ. OO. de Londres 2012, rozas balones y no los paras, sientes impotencia, piensas 'tierra, trágame', y sales adelante por el equipo. Ese día cayó de nuestro lado (España ganó y fue bronce).
–¿Cómo responde el cuerpo a los 40 años?
–Estoy muy bien, tengo muy buena genética, aunque cuando te levantas, te duelen un poco los brazos y las piernas. La única lesión grave que he tenido fue un día la salir de jugadora: me rompieron el tabique nasal. 'Nunca más dejaré la portería', pensé.
–¿De dónde le viene la fortaleza de piernas?
–Todo fue gracias a Cristina Mayo (legendaria entrenadora). Se dio cuenta de que no iba a crecer mucho (mide 1,65 metros), y me potenció mucho las piernas. Los entrenamientos eran durísimos, y nos hizo muy fuertes de cabeza. Coincidimos en El Osito L'Eliana, yo tenía 16 años, acababa de subir a División de Honor y, aunque participé poco, ganamos el triplete: la Liga, la Copa de la Reina y la Copa de Europa (1997) contra el Viborg danés. Viajé todo el año con ellas: un equipazo con Cristina Gómez, Morskova y la portera rusa Svetlana Bogdanova. ¡Qué mejor escuela!
–O sea, que fue muy precoz.
– Sí, tuve suerte, estuve dos años con ellas; después fui al Torrent y prioricé otras cosas (estudié y trabajé) hasta que Gregorio García me hizo una oferta de cuatro años en el Ferrobús Mislata que me metió otra vez de lleno en el balonmano.
–¿Se ha identificado con Casillas?
–Sí, con Casillas y con Lorenzo Rico, siempre con porteros bajitos. Los bajitos también tenemos derecho a jugar a este deporte. Antes había muchísimos prejuicios: si iban tres porteros a un equipo, cogían al más grande, parara lo que parara. Se ha roto esa barrera. El balonmano ha cambiado mucho y se busca más la velocidad, también en los laterales.
–¿Quién le inoculó el virus del balonmano?
–Mi abuelo materno, un enamorado de todos los deportes. Me compraba todos los artilugios. No hay deporte que yo no haya tocado: voleibol, baloncesto, fútbol, bicicleta, carreras y hasta softbol. Soy una friqui. Mis padres me transmitieron disciplina y compromiso en todo lo que hiciera. A mi padre le apasionaban los coches de carreras.
–¿Está preparada para la retirada?
–Es ley de vida. Me va a costar porque ha sido, durante muchos años, un estilo de vida, pero me he formado y me encanta la educación deportiva infantil.
–¿Por qué sigue siendo el balonmano tan minoritario?
–Y el femenino más. Venimos de ser subcampeonas del mundo (en Japón 2019), la acogida nunca la olvidaremos, pero, con el tiempo, caemos en el cajón del olvido. Aunque la federación y los clubes se portan bien, a las mujeres nos cuesta más.
–Y si eres madre...
–Necesitas 30 o 40 horas al día. Las del equipo alucinan conmigo. Vives en un acelerador. Disfrutas de los ratitos libres y solo descansas al final del día.
–¿Por qué siguen vacíos los pabellones?
–Es una cuestión educacional, quizá piensen que una mujer no puede hacerlo. Me encantan las personas que encuentran más vistoso el balonmano femenino.
–¿Hubo mano negra en la final del Mundial perdida ante Holanda?
R. No, no, estuvo bien pitado: Ainhoa invade el área con las manos. Yo en su momento me calenté muchísimo, pero hay que ser honestas y, viendo las repeticiones, las colegiadas, muy respetadas, podían pitar lo que pitaron. En todo caso, fue un gran logro después de que, en el avión a Japón, nos daban del décimo puesto hacia abajo por el cambio generacional. Ahora jugaremos en marzo el preolímpico en Llíria frente a Senegal, Argentina y Suecia. Se clasifican las dos primeras para los Juegos.
–¿Cómo ve el balonmano valenciano tras vivir aquella edad de oro con El Osito y el Ferrobús?
–Se me ponen los pelos de punta. Me da muchísima pena que no haya ningún equipo en la máxima categoría: las instituciones y las empresas deberían volcarse muchísimo más. Los pabellones se rompían en aquellos derbis Osito-Ferrobús, o contra el Elda Prestigio o el Alicante. Eran los mejores equipos de Europa. Ahora el Marítim desaparece y el Morvedre pierde categoría. A todas las valencianas que estamos fuera nos encantaría volver.
–Dada su poca envergadura, ¿nunca ha tenido miedo a un pelotazo?
–Nunca, no me da miedo el uno contra uno, ni siquiera frente a los cañonazos de Nora Mork o de Katarina Bulatovic. Te acostumbras y, si te dan, mala suerte.
–¿Por qué es especial ser portera?
–Por ser muy solitario y por ser el puesto que más se ve. Con una buena portera y una buena defensa, tienes el 50%.
–¿Cuáles son los valores del balonmano?
–Dentro de los deportes de contacto, es muy noble porque, cuando acabas, prima el compañerismo. Es nuestra segunda familia.
–¿Cuánto pagó de IRPF?
–Aquí, en Gran Canaria, es distinto, se paga el 7% y no el 27% de la península. Es una isla y las cosas cuestan más en llegar. Ya llevo siete años en el Rocasa y me lo facilitan todo. Al principio me costó, porque van a otro ritmo; ahora estoy feliz.
–¿Cómo fue el año en Rumanía?
–Pasé de todo. No conseguí averiguar que tenían dientes hasta pasados dos meses. Son muy serios. La alegría es muy importante en mi vida, pero al final encontré gente muy buena. Me sirvió para darme cuenta de lo que tenía en España.
–¿Qué echa de menos de Valencia?
–Le digo a mi hijo Unai que si me vendaran los ojos y me aterrizaran en Valencia, sabría dónde estoy por el olor. No fallaría. Es lo que peor llevo. Echo de menos a mi familia, la paella y el olor especial a naranja.
–¿Se siente valorada en su tierra?
–Gracias al Proyecto FER, sí, porque están pendientes de mí en todo, hasta en la atención psicológica. El resto se acuerda de los deportistas que están en la Comunitat, pero poco de los que estamos fuera.
–¿De qué equipo de fútbol es?
–Del Barça. Me quedé en la época del Dream Team de Cruyff. Podía ver un partido hasta siete veces.
–¿Y de no haber jugado al balonmano?
–Al fútbol o al tenis. Soy diestra de mano y zurda de pie. Alguna vez me ofrecieron jugar en un equipo de fútbol (el Levante UD). Habría sido jugadora de campo, no portera.
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