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Imagínese una partida de ajedrez. La bandera roja del reloj, todavía analógico, empieza a asomar. El tiempo se acaba. Restan cinco minutos. O mueve alguna pieza o pierde. No hay otra alternativa posible. El campeón Nijat Abasov, que tantas veces ha mirado fijamente los escaques del tablero ha iniciado su propia cuenta atrás. Su país, Azerbaiyán y Armenia están en pie de guerra. El conflicto entre ambos países es patente y él, como otros tantos piensan aquello de «qué tiene que ver esto contigo y conmigo» que cantaba El último de la Fila.
El ajedrecista nacido en Bakú cumplió 25 años en mayo. Tres meses antes, en febrero, alcanzó su punto más álgido en el deporte que ha dedicado su vida después de que unas navidades, allá por el 2001 en el cole, Papá Noel le regalase un tablero de ajedrez. Un presente que le llegó al azar. Otro papá, en este caso el suyo, le enseñó las normas. «Así comenzó mi largo viaje», afirma.
El pasado febrero, alcanzó su calificación más alta de todos los tiempos de 2670. Se asentó en el número 3 en Azerbaiyán y el 67 en el mundo. Ahora, está a la espera de un billete de avión que le permita desplazarse hasta una localidad de l'Horta Sud de Valencia. Abasov jugará en el club de ajedrez de Silla. Allí, le esperan con los brazos abiertos. Recientemente campeones de España, la entidad tendrá a uno de los jugadores profesionales de este deporte en su equipo. Él, a cambio vivirá alejado del conflicto.
Abasov está ilusionado. Conoce España, ha jugado en un club de las Islas Canarias, y ha visitado ciudades como Barcelona, Madrid, Bilbao, Melilla y también la isla de Palma. En Silla ve la oportunidad de convertirse en un reclamo. Siente la responsabilidad de no alimentar las ganas de ajedrez entre todo el mundo: «Como profesionales, uno de nuestros principales objetivos es promoverlo. Espero que el reciente logro de Silla tenga una buena influencia en la generación joven», continúa. Sonríe. Él fue un alumno aventajado de su padre. Sólo dos años después de que éste le diese clases, fue Campeón Nacional para menores de diez años. «Mantuve el título durante 2 años más y en 2006 me convertí en medallista de bronce del Campeonato Mundial Juvenil, lo que me motivó a esforzarme más y poco después me convertí en Maestro Internacional y luego, a los 15 años, en Gran Maestro».
Dice que otro de sus sueños es «visitar el Bernabéu», quizás, algún día pase por Mestalla, o el Ciutat, y cambie de parecer. Pero para eso ya habrá tiempo. Ahora Abasov vive pendiente de los protocolos sanitarios por la Covid-19 para poder, finalmente, viajar. En Silla encontrará un club humilde que data de 1962. Antonio García es su presidente presume de formar parte de un grupo de personas que, más allá de licencias, toma el ajedrez como vehículo integrador.
La entidad que preside este valenciano quiere convertirse en la escuela formativa más grande de la Comunitat. Ofertan la posibilidad de enseñar el deporte que aman en centros de menores y educativos. Estas clases, además, no son impartidas por ellos mismos, consideran que deben ser personas formadas en magisterio y educadores las que tengan ese contacto con los menores, ellos son un intermediario necesario.
El objetivo del club, más allá de los campeonatos es que niños y niñas, sin importar nada más, jueguen entre ellos. Inclusión es una de las palabras que más repiten en su discurso los miembros de la entidad de l'Horta Sud.
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