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MOISÉS RODRÍGUEZ
VALENCIA.
Miércoles, 14 de noviembre 2018, 00:40
El Kazoku Sport no es un gimnasio más. Está enquistado en el barrio de Torrefiel, como escondido en busca de paz y de tranquilidad. Desde sus ventanales se percibe que está debajo del patio de luces en el que confluyen otros de viviendas de varias fincas. A sus pies, escondido hay un tatami en el que Pepe Carbonell ha invertido innumerables horas en ganar al contrincante imaginario. Ahí, de nuevo en silencio, el valenciano realiza una pequeña demostración de las habilidades que le permitieron cerrar un ciclo en Madrid. Sólo se escucha la tela de su kimono pero cuando acaba, apenas puede respirar por el esfuerzo. «Estoy un poco tocado de los isquios», informa a modo de disculpa. La medalla de plata en kata por equipos en el Mundial celebrado en Madrid supuso para Pepe Carbonell mucho más que un éxito. «Es la culminación de un ciclo de más de dos años de intenso trabajo. Han sido más de 20 pruebas internacionales, mucho esfuerzo y renunciar a un montón de cosas. Ahora descansaremos unos días porque enseguida hay pruebas nuevas puntuables», señala.
Está el 22 de un ránking mundial dominado por los japoneses. A menos de dos años para los Juegos de Tokio, no renuncia a esa cita pero aporta una dosis de realidad: «La prueba que más puntúa es el Mundial y no haber ido en la competición individual lo complica todo. Para llegar deberían darse una serie de circunstancias excesivamente bien. El objetivo real es colocarnos lo mejor posible en el ránking para pelearlo de cara al siguiente ciclo olímpico».
Pepe Carbonell no tiene prisa. Practica kárate desde los 4 años, tiene 27 y puntualiza que en la modalidad de kata se puede competir hasta los 36 años. Ama su deporte, aquel que eligió un día por delante del fútbol sala que también practicaba en Salesianos. Hasta en eso siguió los pasos de su padre, José Carbonell: «Llegué a jugar de portero en el Mestalla, pero con esta altura...». Empezó con el kárate a los 24 años, le dio tiempo a ser quinto de Europa y ahora pisa el podio en los campeonatos nacionales de veteranos.
Compagina esto con la enseñanza del kárate, entre otros, a su hijo. «Él es también mi maestro. Eso te hace compartir los éxitos, pero agudiza las derrotas», indica. Y más en kata, una modalidad que, simplificando mucho, es una especie de combate contra un contrincante imaginario. «Se trabaja mucho la parte mental. Es la esencia del kárate más tradicional e implica un trabajo de la técnica y el estilo. Todo eso lleva a una parte más espiritual», comenta Pepe Carbonell.
El valenciano espera que para París 2024 el kata por equipos sea olímpico. Le abriría un atajo hacia los Juegos. Pero tampoco se percibe ansiedad en su reivindicación: «Es la competición más atractiva para el público en general, incluso por encima del kumite (combate)». Pepe Carbonell tiene claro que el kárate es para él mucho más que unos Juegos: «Ahora tengo el objetivo competitivo, pero luego quiero dedicarme a formar, a ayudar a otros a mejorar su salud y estilo de vida. Trasmitir todo lo que me aporta: ser una persona más organizada. El kárate cultiva valores como el respeto y la constancia».
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