

Secciones
Servicios
Destacamos
Luna Llora tiene 16 años y ha pasado media vida, literalmente, en una piscina. A los 8 se fijó por primera vez en un grupo de chicas que hacían natación sincronizada. Le llamó la atención aunque sólo le dedicaba un día a la semana: «Poco a poco me fui enganchando, se me iba dando bien y a los 10-11 años empecé a subir de nivel».
Con 12 fue a su primera competición. «Era un Autonómico, me puse muy nerviosa. No me salió bien pero fui mejorando».
Hace dos semanas acudió con sus compañeras del Club Natación Artística Atlantis a Madrid. Allí se celebraba el campeonato de invierno: «Fue muy especial porque ha sido un año duro con el confinamiento». Recuerda Luna cómo fueron sus sensaciones tras el periodo en el que las piscinas permanecieron cerradas: «Fue increíble, lo pasamos mal porque era muy difícil seguir entrenándote, hacía otros deportes pero no era lo mismo».
La estudiante de primero de bachillerato que plantea matricularse en Derecho cuando termine su actual etapa, encuentra en la natación sincronizada una forma de libertad: «Me gusta expresar en la piscina las sensaciones que me transmiten las canciones». Se le da bien crear coreografías y junto a sus entrenadoras, Marta y Tere, diseña una parte muy importante de cada competición, el bañador: «Es lo primero que debe atrapar la atención».
El Atlantis entrena en las piscinas de Benimámet y Nazaret. Unas 80 personas, de entre 3 y 23 años, forman parte de un club que también tiene un grupo de «mamis» que van a «divertirse».
Luna, a su corta edad, acumula «viajes» inolvidables junto a sus compañeras de club, unas expediciones en las que agradece tener el «apoyo innegociable» de sus padres. Reconoce haberse dejado «alguna vez» el bañador de competición, pero la anécdota que más recuerda tuvo suspense hasta el último momento: «En categoría infantil, íbamos con una furgoneta a un campeonato. Paramos, salimos y vimos que estaba la puerta abierta y no estaban las mochilas, no sabíamos si nos las habían robado o se habían caído. Se lo dijimos a nuestros padres y en un descampado encontraron las mochilas. Se habían llevado los cargadores de los móviles y demás aparatos... pero los bañadores los dejaron. Supongo que no los necesitaban», relata.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.