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César Sempere está arruinado. Pero César Sempere se ha obligado a borrar de su rostro cualquier resquicio de tristeza. Sí que denota el cansancio de las horas y horas de lucha contra el lodo para recuperar lo que quede de Campoval, en Picanya. Es, o era, la instalación de rugby más moderna de España, y de iniciativa privada: «Ahora me quedan las letras». El que fuera deportista olímpico en Río 2016 no sabe lo que deparará el futuro, pero tiene dos cosas claras: «Que saldré adelante, de otra forma pero saldré adelante… y que me llena que esto se haya convertido en una especie de parada de un Camino de Santiago».
Así define el peregrinaje de miles de voluntarios llegados desde los cuatro puntos cardinales a las zonas afectadas por la DANA. «Venían en oleadas con una ilusión enorme por ayudar», señala César Sempere. Los primeros días llegaban en masa, pero ahora sigue apareciendo gente, sobre todos los fines de semana, dispuesta a ayudar. «En este puente de diciembre ya han contactado conmigo varios grupos. Yo me he arruinado, pero me llena poder aportar algo, acoger a quienes vienen a ayudar a vecinos de allá que están peor que yo», proclama mientras señala hacia el casco urbano de Picanya
Porque César Sempere perdió esa instalación que impulsó en Picanya con el respaldo de Juan Roig, que invirtió en el proyecto. El negocio iba cogiendo poco a poco velocidad de crucero. Allí entrenaban o disputaban partidos equipos de clubes como el Tatami o la Federación Valenciana. También organizaba campus de este deporte. Por ello, además del campo de césped artificial dispone de una serie de bungalows, una cafetería y una zona para barbacoas e incluso pequeñas actuaciones. Igual hay que precisar que tenía.
La riada se llevó la grada del campo de rugby a un campo de cítricos contiguo. Las porterías siguen en pie, pero el terreno de juego lo es todo menos eso: empieza a verse el verde después de retirar el grueso del lodo con una máquina y de muchos días de limpieza. «Hay que verlo, pero está impracticable, aquí no se puede jugar a rugby», explica Sempere. Las habitaciones quedaron arrasadas y en la cafetería entró algo más de un metro de agua, con lo que toda la maquinaria está todo para tirar.
Pero eso no es lo peor de todo. Lo más indignante es que hasta en las tragedias hay personas con maldad. «Yo me he tenido que quedar aquí a vivir porque por las noches venían a robarme», señala: «Y eso que hay patrullas. A veces de madrugada ha llegado la policía iluminando todo: '¿Quién anda?'. '¡Soy el propietario!». César Sempere se ha arreglado uno de los bungalows menos dañados como improvisada morada. Mientras su pareja reside en Oliva, donde trabaja como docente.
Ahora tiene claro que deberá reformular su negocio para salir a flote. Lo que está claro es que no se va a cruzar de brazos. «Ya se han dirigido a mí varias personas… tengo un par de propuestas y lo más probable es que lance en las próximas semanas un proyecto chulo relacionado con el fútbol», desliza. Campoval siempre será un oasis para el rugby siempre que su gente así se lo requiera a César Sempere. Pero la DANA le ha obligado a reinventarse.
El valenciano lo sabe desde hace muchos años. Un ciclón en Fiji le hizo viral junto al resto de sus compañeros de la selección de rugby 7 que meses después disputó los Juegos de Río. Los deportistas colaboraron con la gente del terreno para confeccionar una barricada con fardos que evitase que el agua incontrolada arrasara el resort donde se alojaban: «Es algo que habría hecho cualquiera», replica Sempere. Habría que añadir que cualquiera con buen corazón y así lo han demostrado ahora los voluntarios de la DANA. En la aventura de Fini, la olímpica y en muchas otras le acompañó su amigo Matías Tudela: «El otro día me llamó y me dijo que eso fue en 2016, que en 2020 vino la pandemia, en 2024 la DANA…. ¡que me prepare para 2028, que igual viene un marciano a visitarme!». César Sempere estalla en una carcajada que resuena en la cafetería arrasada y contrasta con su camiseta que atestigua las largas horas de lucha contra el barro. Como siempre, César mira al futuro con optimismo.
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