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En uno de los campos que iluminan el viejo cauce del río Turia, Ernesto Revert alucina cuando Roque Alarcón le explica cómo debe acomodar la mano y el cuerpo para lanzar el balón oval con precisión y potencia. Estaban intercambiando los papeles. Y es que, previamente, el primero había puesto a prueba al segundo agarrando unas menudas raquetas que pesan sólo 125 gramos. Estas escenas giran alrededor de dos deportes, la modalidad flag del fútbol americano y el squash, que se encuentran de enhorabuena por su entrada en el programa de los Juegos Olímpicos de 2028. Y ambos jugadores, claros referentes en sus disciplinas en la Comunitat Valenciana, se reunieron para celebrar el hito y estrecharse la mano con el firme objetivo de coincidir en Los Ángeles dentro de cinco años. La carrera ha comenzado.
Llegan al Polideportivo de El Carmen a las 18 horas. Allí se conocen personalmente Ernesto Revert, líder autonómico de squash y top 8 a nivel nacional, y Roque Alarcón, campeón de Europa de flag con los Valencia Firebats. Jóvenes y máximos exponentes. Después de años de éxitos y sacrificios en unos deportes catalogados como minoritarios, ya pueden mirar fijamente el mayor de los premios: competir en unos Juegos Olímpicos. La experiencia, todo un sueño, ha pasado a estar al alcance de su mano.
La apuesta del Comité Olímpico Internacional (COI) puede cambiar sus vidas. Los Juegos ponen en el escaparate a dos deportes acostumbrados a estar en un segundo plano. El squash, que tuvo una época dorada en los años 80 con practicantes como el rey emérito, sufrió una demoledora decadencia en la década de los 90. Ahora, entre brotes de recuperación, Ernesto Revert prevé un punto de inflexión. «Esto va a dar una visibilidad brutal al deporte. Si lo aprovechamos, puede crecer hasta cómo estaba antes. Es un espaldarazo para seguir haciendo lo que nos gusta», comenta este joven de Algemesí, de sólo 21 años. Dos menos que Roque Alarcón, quien compagina el fútbol americano clásico, denominado tackle, con la modalidad flag, en la que no existe contacto.
«Me lo tomo como un sueño. Es difícil de alcanzar, porque pueden pasar muchas cosas, pero al fin y al cabo es una meta que te pones a nivel personal y colectivo de cara a cinco años. Hay que intentar hacerlo todo perfecto y trabajar más que nunca para ello», comenta Roque, de Chiva.
El pasado mes de octubre, el COI aprobó la inclusión de cinco deportes para los Juegos de 2028: el béisbol/sóftbol, el críquet, el lacrosse, el flag football y el squash. Estos dos últimos son los únicos que nunca han tenido presencia olímpica. Los otros tres sí habían formado parte de antiguos programas.
Curiosamente, hace casi un siglo, en 1932, y también en Los Ángeles, el fútbol americano clásico fue deporte de exhibición en los Juegos. La misma ciudad se prepara ahora para dar la bienvenida olímpica al flag. La insistencia de la NFL, la poderosa liga estadounidense, ha surtido efecto. Al otro lado del charco, el balón oval es el rey.
En el flag no hay sitio para los placajes. Prohibidos. En su lugar, para terminar la jugada, se debe estirar de las banderas que el adversario lleva en la cintura. «El objetivo es robar el pañuelo sin el contacto físico de tirarlo al suelo o de pararlo. Hay que ser bastante habilidoso para coger los pañuelos que llevamos en los laterales. Parece algo sencillo pero no lo es. Es pura habilidad de cadera y de pies para intentar evitar a los rivales y poder anotar», comenta Roque. Existen más diferencias con el tackle: «Es un juego más dinámico y es más fácil de comprender. El campo es más pequeño y por lo tanto hay que mover el balón más rápido. Los jugadores deben ser mayormente más habilidosos. Hay menos jugadores y menos normas, pero el concepto es el mismo. Ayuda mucho para prevenir lesiones. Es el deporte ideal para iniciarse en el tackle».
El flag es utilizado desde las categorías inferiores de fútbol americano para formar a los niños y las niñas. «Ahora se está profesionalizando y llegando a este nivel que hay que tomarse muy en serio», avisa Roque, quien se inició relativamente tarde en las dos modalidades. Lo hizo con 19 años después de dejar el fútbol.
«Por circunstancias de una lesión de rodilla y de cambio de mentalidad, me animé a probar este deporte. Fui a una jornada de puertas abiertas del Valencia Firebats, probé y me gustó», recuerda. Y establece un contraste entre el fútbol y el fútbol americano: «El respeto por el árbitro, por la figura del 'referee'. Eso en el fútbol no se encuentra. Aquí, sólo el capitán o los entrenadores pueden hablar con él. Y creo que eso te hace focalizarte mucho más en tu juego y dejar que hagan su trabajo».
Su crecimiento en el fútbol americano ha sido meteórico. Con los Valencia Firebats brilla en flag y tocó el cielo en 2022 al alzarse con la Champions Bowl, la competición de referencia en Europa. A nivel nacional, son claros dominadores. Un rol que compagina con su carrera en el tackle, llegando a militar en los prestigiosos Barcelona Dragons. Durante los últimos meses, ha defendido los colores de los Sollerod Gold Diggers en Dinamarca, donde disputó la final del campeonato contra los Copenhagen Towers: «Me esforcé muchísimo durante muchos años y pude progresar rápido. También supe aprovechar las oportunidades que se pusieron en mi camino y todo salió rodado. Y el cuerpo y la preparación me han servido para no perderme largas temporadas por lesión».
Ernesto Revert también halló su deporte tras cansarse del que había practicado durante su infancia. «Yo jugué a tenis desde los tres años y a los 12 me dejó de gustar. Ya no disfrutaba tanto. No tenía ganas de ir a entrenar. Probé el squash y me gustó. Creo que es más por el ambiente. Está claro que es un deporte minoritario y tiene poca gente, pero hay como una familia y mola mucho», cuenta el de Algemesí. Su hermano pequeño, Adrián, realizó el mismo recorrido. Con 17 años, se erige en una joya.
Su abuelo puso los cimientos del squash en Algemesí. Y posteriormente, su padre tomó el relevo. De generación en generación. Ahora, Ernesto y Adrián saben que la mejor forma de honrar su pasado es luchar por un billete olímpico. Los Juegos de 2028 les abren la puerta.
Ernesto, entrenado por una institución del squash como Álex Garbí, encabeza el ranking autonómico y figura en el top 8 nacional. «En cuanto a los Juegos, mi hermano y yo tenemos claro que queremos intentarlo, queremos ir a por ello, pero la competencia va a ser dura. No sé aún cómo lo tienen planteado para elegir a la gente, pero es un objetivo muy grande y voy a intentarlo», admite.
El año pasado, todo quedó en casa en la final del campeonato absoluto de squash de la Comunidad Valenciana. Ernesto se impuso a Adrián: «Yo sé que él, como todo hermano pequeño, quiere superarme. Entrenamos juntos y en la pista cada uno vamos a lo nuestro. Es un pique sano, no existe ningún problema. Él está mejorando y yo estoy mejorando». Tienen estilos diferentes: «Él aún está en una época de crecimiento de juego. Yo estoy más asentando bases. Yo veo que él tiene más talento, porque le sale todo más natural, pero le queda aún un poco de trayecto de saber cómo quiere jugar. Yo por ejemplo, que soy un poco más mayor, estoy cambiando mi juego para mejorar, de un juego muy conservador a más agresivo».
Ernesto, quien va a hacer las maletas para jugar en Italia, tiene un plan para cuando concluya el Grado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte: competir más a nivel internacional y progresar en la potente academia de Barcelona BGS.
El Club Squash Algemesí, al que pertenecen ambos hermanos, se proclamó campeón de España tanto en 2021 como en 2022. Adrián, además, ha conquistado diferentes títulos europeos en categorías inferiores. El año pasado sólo había 108 licencias en la Federación de Squash de la Comunidad Valenciana, aunque los Revert perciben un incremento de la afición. Y confían en que los Juegos marquen un antes y un después.
«Ahora que la gente lo sabe, prueba, le gusta y sigue. Creo que va a ser exponencial. Y ese crecimiento dependerá de cómo nosotros, la Federación Española y las federaciones autonómicas aprovechemos eso. Es un carácter súper bueno para poder promocionar el deporte. Y al ser olímpico, supongo que entrarán más patrocinadores. Puede haber un gran cambio», afirma Ernesto.
El squash, que se disparó entre las altas esferas en los años 80, decayó pronto. La mayor parte de las pistas desaparecieron. «Siete de cada diez no saben lo que es el squash. Y se lo explico», admite Ernesto, quien destaca «la explosividad» de este deporte. Las bolas salen a más de 200 kilómetros por hora.
«No es fácil darle a esa pelota», reconoce Roque Alarcón después del desafío al que se sometió. El de Chiva, muy involucrado con el crecimiento del fútbol americano, ha tomado las riendas del equipo júnior de tackle en los Valencia Firebats.
Roque insiste, al igual que Ernesto, en que las iniciativas de la Federación resultarán clave en los próximos años. Ve a la selección española como clara candidata para clasificarse para los Juegos: «Por supuesto. El que no piense así es porque no ha estado viendo flag durante los últimos años y deberían tomarnos en serio. Tenemos una nueva generación con un gran talento. Ahora mismo es top-5 en Europa, sin ninguna duda. Pero por desgracia, a nivel internacional, no sólo dependemos del talento y el trabajo de los jugadores, sino también del esfuerzo que se ponga desde la federación y los recursos que se destinen».
Y lamenta la experiencia sufrida el pasado verano en el Europeo de flag, disputado en Irlanda. Los jugadores y las jugadoras de la selección española tuvieron que asumir los gastos del desplazamiento. La subvención se quedó corta: «A falta de un mes y medio, la previsión era no ir. Los jugadores decidieron ir pagándoselo de su bolsillo. Tanto las chicas como los chicos crearon campañas de crowdfunding, se vendieron camisetas… No todo el mundo se lo puede pagar», recuerda. El conjunto femenino, que se había proclamado campeón continental en 2019, se colgó la medalla de plata a pesar de todos los contratiempos. Tanto Roque como Ernesto llegarían en edades óptimas a los Juegos. Los Ángeles une sus destinos.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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