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Zaira Bernat es una veterana de 23 años. Tiene corazón 'cauero'. Lleva en el club una década y, pese a su juventud, acumula ya una amplia experiencia con el balón ovalado. «Recuerdo que una vez recibí un golpe en el ojo, lo llevaba todo morado. La gente me miraba por la calle, incluso hubo quien me preguntó si necesitaba ayuda», señala, en referencia a si había recibido maltrato. Pero no. Eran heridas sobre el césped, que no le duelen tanto como la que se clavó en 2015 y que se repitió ayer en la fase de ascenso a División de Honor B disputada en Toledo.
El CAU perdió en la semifinal contra el GEiEG (7-12) por un ensayo en los últimos minutos. Como sucedió frente a Hortaleza en el pasado. «Aquello fue una lástima, aunque ellas tenían un gran equipo, luego estuvieron varios años en la categoría», recuerda Zaira. Y ayer ocurrió lo mismo. Después, las valencianas tuvieron coraje para ganar con autoridad (0-24) a Las Águilas de Toledo para quedar terceras. Por si acaso, por si de aquí a enero, cuando está previsto que arranque la liga, algún club renuncia.
Pero de momento le tocará volver a pelear en territorial a un equipo joven y con recorrido. Como la propia Zaira, que se enamoró del rugby siendo una niña, cuando iba al colegio Helios de L’Eliana. «El CAU tenía allí la cantera. Algunos de mis amigos me dijeron: ‘Ven a probar’», recuerda. Ella les hizo caso y ya se quedó, aunque al principio en casa trataron de reconducirla hacia otros deportes: «Ellos me preguntaban si no prefería alguna modalidad menos agresiva».
A Zaira le iba el rugby, a pesar de que al principio tuviera que batirse en equipos mixtos. Y el problema no era tanto sobre el terreno de juego, sino después. «Las tres o cuatro chicas que éramos teníamos que utilizar un vestuario de árbitros. Eso, o ducharnos en casa... ¡que si no cuando llegábamos al tercer tiempo ya no quedaba nada!», precisa.
Durante la semana, el móvil no ha dejado de sonar. «He recibido muchas muestras de apoyo, de ánimo. Gente que ha estado en el equipo, porque del CAU eres ya para siempre», proclama, valiente. Siempre en primera línea, como su demarcación y su profesión actual. La joven batalla contra las rivales en su deporte y frente al enemigo invisible –el Covid-19– en la vida, ya que es enfermera en el hospital IMED.
Ahora reside en Burjassot y estaba ilusionada en jugar en División de Honor B. «He tenido mis épocas de pensar en la selección, pero ahora mismo no puedo comprometerme con el nivel de entrenamientos necesarios para llegar ahí», desliza. Cuando se digiera lo de Toledo, el objetivo debe ser el ascenso.
A la tercera ha de ser la vencida. Lo mismo debe pensar Silvina Espósito, que a sus 45 años mantiene la ilusión necesaria para venir una vez a la semana desde Gandia a Valencia a entrenar tras su jornada laboral. «Llegué hace 18 años de Argentina por motivos laborales. Estuve tres en Madrid y luego vine para acá», relata. Zaira aterrizó en el CAU en 2011 y ella, un año después.
Ahora comparte vestuario con Kiara. «Llegué al rugby porque jugaban mis hijos y ahora comparto vestuario con ella», señala Silvina. «Yo por el momento me siento bien. Había hecho deportes individuales, como culturismo o fitness, pero este era el primero de equipo. Me adapté y ahora tengo ganas de seguir», afirma. Desde la más joven a la más veterana, ahora toca digerir la decepción de Toledo y luchar para quitarse por fin la espina.
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