Secciones
Servicios
Destacamos
Valencia se convierte en este tramo final de agosto en el epicentro de la gimnasia rítmica con la celebración de un Mundial de gimnasia rítmica que, aparte de las medallas, supone la última oportunidad de clasificarse para los Juegos de París 2024. Las entradas en Feria Valencia han volado porque la Comunitat es uno de los grandes viveros para este deporte en España. Prueba de ello es que en el quinteto que ganó la última medalla olímpica (la plata de Río 2016) estaban Elena López (Turís) y Alejandra Quereda (Alicante), hoy seleccionadora nacional. «El público que va a estos eventos es en su mayoría gente que lo entiende porque o bien lo practica o lo ha practicado, o tiene una vinculación familiar con personas a las que acompaña», señala María Maluenda, que es jueza valenciana.
La joven tiene como gran objetivo alcanzar la máxima calificación de la Federación Internacional para poder estar en un futuro no muy lejano en una de las sillas que hay frente al tapiz de un Mundial o de unos Juegos Olímpicos. De momento no está entre esas elegidas y elegidos, los 80 jueces que repartirán las medallas y los últimos billetes a París 2024 en Valencia. Por ello, accede a ofrecer a LAS PROVINCIAS unas pinceladas sobre cómo se puntúa una competición de gimnasia rítmica donde, para nada, queda nada al azar ni se premia la improvisación.
«Si hay originalidades en una coreografía deben ser enviadas a la Federación y ser evaluadas. Los jueces debemos estar avisados de que se va a ejecutar algo y que tiene un valor. Si no está en el código no voy a poder evaluarlo», señala Maluenda. Anteriormente, los entrenadores entregaban unas fichas de lo que iban a ejecutar las gimnastas, pero este método se suprimió, quizás porque los jueves a veces estaban involuntariamente más pendientes de esos impresos que del ejercicio en directo: «Yo parto de una hoja en blanco y tengo que redactar lo que ejecuta la deportista».
Y para ello, las personas que tienen que confeccionar la nota se basan en dos pilares: en el código y en un amplio catálogo de vídeos de ejemplo que les sirve, literalmente, para estudiar de cara a una gran competición. «Estamos casi permanentemente formándonos. Yo preparo un certamen desde un mes antes. Tenemos ejemplos de dificultades, movimientos… Nos ponen ejemplos, tales como una dificultad que vale 0,50… pues como no ha enviado el tronco suficientemente atrás y tiene una gran desviación del x %, he de penalizar y poner una nota de 0,30», expone María Maluenda.
Y luego está el código, un tomo grueso, lleno de supuestos que también hay que escudriñar a conciencia para entenderlo. ¿Lo hacen los familiares? «Yo creo que sí, pero hay que entender que ellos están influenciados sentimentalmente. Y que los jueces somos personas puntuando. También es cierto que nosotras tenemos un punto de vista, no una visión de 360 grados. La mayor parte del público está observando el ejercicio desde otro ángulo», señala María Maluenda. Claro está, aquí entra la picaresca de las gimnastas a la hora de arañar décimas teniendo en cuenta, en la ejecución, lo que van a percibir los jueces.
Que al final, como dice María Maluenda, son personas que se pasan una jornada entera puntuando. Porque el elenco de jueces de cada día y aparato (en las individuales) se sortea, así como en las finales. «Te puede tocar cualquier aparato y cualquier apartado», precisa la valenciana. Porque la nota se compone de cuatro patas que se elaboran con una determinada complejidad.
Para empezar están las dos de dificultad. Primero, la de dificultad corporal, que es lo que la gimnasta ejecuta: la amplitud de los movimientos, los saltos, los giros, los equilibrios,,. «En los conjuntos también hay intercambios», especifica María Maluenda. Luego está la dificultad de aparato, el movimiento en el individual y los intercambios en la coreografía de conjuntos. «Ahí gana quien tiene las dificultades más complejas. No es abierto, hay un máximo y, si son 20, la 21 y la 22 no cuentan, como si no existiesen aunque la ejecuten», indica la jueza valenciana.
Luego está la nota de ejecución, las faltas técnicas a la hora de las ejecuciones corporales, con el aparato, caídas o desplazamientos. Se conforma de cuatro jueces, se descarta la puntuación más alta y la más baja, y con las dos de en medio se completa la nota definitiva. Y queda, por último, el jurado artístico: la relación con la música, si hay efectos, el trabajo colaborativo... «De las cuatro notas, las dos de dificultad se suman y es una. Las faltas técnicas y el artístico se parte de 10 y se va restando», resume María Maluenda. Todo ello conforma la nota definitiva, y de ese complejo sistema se extraen las medallas, y en este caso, se repartirán los billetes a los Juegos Olímpicos.
España ya tiene el del conjunto y aspira en Valencia, del 23 al 27 de agosto, a obtener dos plazas en la competición individual. Las 14 mejores gimnastas (dos por país como máximo) y las cinco mejores selecciones (que no estén ya clasificadas) en el concurso completo irán de la Feria de Muestras a los Juegos de París de dentro de un año.
Alejandra Quereda es la seleccionadora de un equipo español que aseguró la plaza olímpica como conjunto con su bronce del Mundial de 2022 y se subió al mismo escalón del podio en el Europeo de mayo. Las cinco gimnastas que competirán por España en la Feria de Muestras son Ana Arnau, Inés Bergua, Mireia Martínez –que es de La Pobla de Vallbona–, Patricia Pérez (natural de Sueca) y Salma Solaun.
Alba Bautista y la alicantina Polina Berezina participan en la competición individual, donde España sí debe aún lograr las dos plazas olímpicas para París 2024 a las que puede acceder como máximo cada país. En el Mundial de Valencia participarán 24 conjuntos y 88 gimnastas individuales de 62 países.
Según María Maluenda, el público menos experto en gimnasia rítmica puede observar con más facilidad el porqué de las notas que se repartan. «Ahora se tiende a penalizar más el fallo para que los espectadores lo entiendan», señala la jueza valenciana: «Antes ocurría que a una gimnasta se le caía el aparato, pero la dificultad se tenía que contar. Y la gente se preguntaba: '¿Pero cómo puede ser si se le ha caído el aparato?'».
Ahora en la gimnasia rítmica se penaliza mucho el fallo. Pero también hay salvedades que coinciden con los gustos del público. «Por ejemplo, cuando una gimnasta hace una salvada a costa de salirse del tapiz. Se oye un 'ooooh'. Eso gusta a la gente. La dificultad eso tiene que darlo por bueno, y los espectadores lo entienden por el esfuerzo que ha tenido que realizar la deportista. Se ha intentado tener en cuenta lo que la grada verbaliza en los ejercicios», indica Maluenda.
Y a diferencia del fútbol, los jueces no tienen VAR, ponen la nota por lo que observan en riguroso directo y desde una única perspectiva. El entrenador puede pedir una revisión en la mesa de reclamaciones, eso sí, aunque puede suponer rascarse el bolsillo: debe depositar una determinada cantidad de dinero que, si no le dan la razón, pasa a las arcas de la Federación Internacional. En caso contrario, hay un comité que también debe decidir si la equivocación es merecedora de una penalización al juez o jueza. Eso sí, a lo largo de la charla María Maluenda repite varias veces una misma idea: «No hay nada arbitrario o posibilidad de que haya algún juez que tenga criterios diferentes. Eso sí, hay que tener en cuenta que son personas puntuando».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.