Javier García ha nacido dos veces. Hace 28 años, en Murcia, aunque con 4 su familia se trasladó a Torrevieja. Allí decidieron apuntarle a remo, sin muchas más pretensiones que disfrutar del deporte como algo social: «Estaba con mis amigos a la vez que practicaba ... otras modalidades. Llegué a competir a nivel nacional, pero era de los del montón». Justo antes de la pandemia volvió a nacer. La vida le cambió cuando iba a estudiar y de repente se vio postrado en un hospital. Lo pasó mal, fatal, y tuvo que volver a aprender a remar.
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Otra vez, y esta por partida doble. Una, para sobrevivir y dos, en el deporte que le ha dado una nueva motivación: «Si algo sabía hacer era meter la pala en el agua». Y este ha sido el valor añadido que le ha permitido, en tiempo récord, adaptarse al deporte paralímpico y clasificarse para los Juegos de París. Por eso ya piensa no en el Sena –allí no se celebran las competiciones de remo–, sino en el Guadalquivir, donde tiene previsto pasar mucho tiempo los próximos años.
Esto no entraba en sus planes hace poco más de cinco años, cuando iba en moto hacia el instituto donde se formaba como programador de APP. Lo último que recuerda es ver de frente un trailer. Y después, dolor. Mucho dolor. De forma difusa en la ambulancia y después en el hospital. «No te puedo contar cómo fue el accidente. Sólo sé lo que me contó la chica que me atendió. Ella dice que yo no paraba de afirmar que no había sido nada, que me quería levantar y quitarme el casco», relata Javier García.
Pero sí había sido, y muy grave. Tenía una cadera totalmente rota y lesiones en el sacro, el coxis, no paraba de sangrar... en resumen, una situación desesperada. «El día de Nochebuena de 2019 me llevaron al quirófano. A mi familia les avisaron de que la operación podía no ser favorable», subraya. Ya saben lo que eso significa. Superó la intervención y estuvo en la UCI, en coma inducido, durante mes y medio.
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«De ese tiempo recuerdo como sueños en los que conversaba con mi padre y mi hermano. Charlábamos, discutíamos... quizás algún día escriba un libro», relata. Javier García, después de muchas semanas hospitalizado, recibió el alta, aunque en casa no podía hacer otra cosa que estar en el sofá, llorando, acosado por los dolores. Considera que debió ser derivado al hospital de parapléjicos de Toledo, aunque lo enviaron a La Fe de Valencia.
En cierto modo se cumplió algo de lo que le susurraba su hermano mientras estaba en coma: «Te vas a venir a vivir conmigo a Valencia». «Quizás fue el momento en el que todo empezó a cambiar. Primero, pude orinar por primera vez en un año sin sonda. Y luego allí hice amistades que me curtieron», recuerda. Conoció a Luis, el psicólogo al que debe una parte importante de su reconversión: «Tenía una depresión de caballo». Y también le hablaron de FESA, la federación de deportes adaptados.
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Antes de competir a alto nivel, Javier García tuvo que adaptarse a su nueva realidad. «Me enseñaron a moverme en silla de ruedas por la ciudad... y lo más importante, que la vida no se había acabado con el accidente», proclama. Probó el pádel, el tenis... hasta que habló con Ramón Ferrer, su entrenador de siempre, y le propuso volver al remo. Había estado tumbado durante casi un año y tener que aprender de nuevo a estar un bote le generaba reparos: «Pero la sensación de estar otra vez encima del agua me generó felicidad».
Y en definitiva, lo que subraya Javier García: lo único que no tuvo que aprender de nuevo tras el accidente de tráfico fue a cómo introducir el remo en el agua. Empezó a competir y, en su primera comparecencia internacional, en Serbia, ya se quedó a un puesto de los Juegos. Tenía otras dos opciones, el Europeo y el Mundial, pero lo logró a la primera, en el certamen continental.
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Ahora ha apretado los dientes, preparando su estreno en los Juegos Paralímpicos en el Delta del Ebro: «Hay mucho nivel y para ser los primeros sería ya todo un éxito meterme en la final», comenta Javier García, que compite en la categoría PR1. Cuando el alicantino se meta en el bote entre e l30 de agosto y el 1 de septiembre lo hará con una ilusión recuperada. Porque de aquel accidente aprendió que nunca hay que dejar de remar.
Después del calvario vivido por el accidente, de haberse rehecho, y de la clasificación casi milagrosa para los Juegos de París, Javier García tiene decidido apostar fuerte por el remo. «De cara al siguiente ciclo paralímpico me voy a ir a vivir a Sevilla para centrarme en mi carrera deportiva y en el ciclo de Los Ángeles 2028», comenta. A falta de unos días para la competición, tiene clarísimo que lo que consiga en París será un añadido a la experiencia que va a acumular. Pero después de haber remado desde niño, está convencido de que enfocándose durante cuatro años, el podio está a su alcance. Sabe que para ello necesita apoyo. Primero ha de hablar con la empresa en la que trabaja por si puede seguir a distancia. Además, va a pelear por las bacas que se gestionan desde el Comité Paralímpico. Como gran parte de los deportistas de la Comunitat con objetivo de ir a los Juegos, Javier García tiene el comodín de contar con el Proyecto FER.
El Estadio Náutico Vaires-Sur-Marne es una de las instalaciones nuevas preoyectada de cara a estos Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024. Se halla a 39 kilómetros de la Villa donde se alojan los deportistas y cerca tanto de la antigua fábrica de chocolates Menier como del Euro Disney. Se trata de un recinto de unos 4.000 metros cuadrados que va a quedar como una instalación única en Europa para los deportes acuáticos. El recinto de aguas bravas cuenta con dos recorridos de 300 y 150 metros, así como el de 2.200 metros de remo y piragüismo en esprint, que es donde competirá Javier García. Junto a Pekín y Sidney será la única sede en todo el planeta con capacidad de albergar todas las modalidades olímpicas y paralímpicas de ambas disciplinas. De hecho, allí trasladarán su base logística las respectivas federaciones francesas. El complejo ofrecerá numerosas opciones de ocio a los parisinos, navegación en catamarán, rafting o windsurf,
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