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La prometedora Paula Valdés se entrena con nuevas medidas de prevención a los contagios. /LP
El kárate, un deporte de contacto sin tocarse

El kárate, un deporte de contacto sin tocarse

Con la distancia de seguridad y las mascarillas puestas, el maestro José Romero afronta el reto de eliminar el cuerpo a cuerpo en las clases de artes marciales

Domingo, 7 de junio 2020, 00:34

El pasado 4 de mayo, en cuanto arrancó la fase 0 de la desescalada, Paula Valdés, de 13 años, se fue corriendo al Parque del Oeste de la capital del Turia junto a su padre, José Luis. Atrás, más de un mes y medio de entrenamiento en casa. Con las limitaciones que ello implica. La pequeña valenciana es todo un prodigio en las artes marciales. A sus espaldas, 51 medallas a nivel autonómico, nacional e internacional. Al volver a pisar la calle, sintió una liberación. Aire libre. Espacio. «Bajaba y se ponía a trabajar el equilibrio. La gente la miraba porque se encontraba con una persona haciendo ejercicios que parecían de la película de Karate Kid. La propia chiquilla lo notaba, pero es la forma de entrenar», comenta el maestro José Romero Sánchez. Él dirige el gimnasio donde se prepara la joven. La esperada reapertura del 'dojo' se produjo el pasado lunes y en unas circunstancias muy diferentes a las que había antes de la crisis del coronavirus. Debe reinventarse. Con las medidas de prevención como absoluta prioridad, el experimentado profesor busca caminos alternativos con tal de que sus alumnos vuelvan a disfrutar sobre el tatami. Sin embargo, por ahora, el deporte de contacto ha perdido el contacto.

José Romero regenta el Club Deportivo Ashihara, con 45 años de historia. «Empezó mi padre en los 70. Esta crisis ha sido la peor situación que hemos vivido y de lejos. El lunes comencé a dar las clases y las personas que llegaban al 'dojo' tenían dudas. Se tienen que limpiar los pies con alfombras que hemos puesto con lejía, desinfectar las manos y entrar con sus mascarillas. Era una sensación extraña, pero no queda otra que acostumbrarnos», reconoce el maestro, quien ha adaptado los entrenamientos de artes marciales a la excepcional situación.

«Ahora, con la limitación al 30 por ciento, la capacidad de la sala es de 18 alumnos. Pero estamos trabajando con 10 ó 12 por sesión. Las distancias son de seis u ocho metros cuadrados para cada uno. Ya no cojo a nadie más. Van con sus mascarillas y mucha precaución. Entrenan con los pies tapados. No pueden pisar ninguna de las superficies del tatami descalzos. No les dejo que toquen ningún material auxiliar de los que tenemos para que jueguen», explica el maestro, quien cada día desinfecta las instalaciones.

La distancia de seguridad resulta clave. «El kárate nace para defenderse. Básicamente, los ejercicios que estamos trabajando a nivel técnico son los kihon, que son aquellos golpes de puño o pierna o defensa que después se aplican por parejas. El alumno tiene que imaginar un oponente porque no se puede poner con nadie. También trabajamos los katas, que son formas o movimientos al aire con golpes de puño y pierna», comenta José Romero. Se resigna a la ausencia de contacto: «Hasta que cambie la normativa, está totalmente prohibido. Es muy difícil porque en la escuela de entrenadores no nos forman para estas cosas, pero nos tenemos que adaptar. Tenemos recursos».

Para subir la intensidad, el maestro tiene un plan: «Lo único que he estado pensando es el trabajo con manoplas o paos. Es una protección que me pongo en la mano y estiro el brazo. Entonces hay un impacto sobre una superficie blanda, pero siempre manteniendo la distancia de seguridad y con mascarilla. No hay contacto entre los cuerpos. De esa forma, el alumno nota que está tocando algo. Así no da todos los golpes al aire. Esto es lo máximo que podemos hacer hasta que cambie la normativa. Ni sistemas defensivos, ni proyecciones, ni inmovilizaciones en el suelo… Nada que tenga que ver con la proximidad».

La alumna más aventajada de José Romero es Paula Valdés. «Llegará lejos», afirma sin titubear. La valenciana va por buen camino. Brilla en kárate y kick boxing. En su colección de medallas, destacan cinco oros nacionales y tres bronces mundiales. La prometedora deportista trata de recuperar la normalidad. «Durante la cuarentena entrenaba en el salón de mi casa con mi padre, que es mi maestro desde los tres años. Y seguía por videollamada los consejos de mis otros dos maestros, Nacho Serapio y José Romero. Al poder salir a la calle, los entrenamientos se desplazaron al Parque del Oeste, donde ya podía correr, hacer acrobacias, practicar katas... Y ahora con la apertura de los gimnasios combino mis entrenamientos de kárate con las demás disciplinas que practico», cuenta.

Paula Valdés tiene un objetivo claro: «Si no hay cambios, está previsto que el Campeonato de España de kick boxing se celebre en Córdoba antes de final de año. Me veo preparada para alcanzar el podio en las modalidades a las que me presento, que son formas musicales con armas y formas musicales sin armas. Soy campeona de España en mi categoría dos años consecutivos». La crisis del coronavirus ha supuesto un revés: «La pandemia alteró los planes de presentarme con mi hermano en modalidades de combate. En mis entrenamientos en el 'dojo' no podemos tener contacto, por lo que sólo me centro en las formas».

José Romero se va amoldando. «La distancia de seguridad es lo más importante. Cuando nos dejen trabajar un poquito el contacto, estupendo. Es nuestra esencia. Las artes marciales nacen para esto», concluye el maestro.

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