Lara González, con la ciudad del amor en el horizonte

Las Guerreras son una piña y eso lo han convertido en uno de sus valores añadidos sobre la cancha. En el Preolímpico de Llíria nadie quería hablar de Tokio hasta que acabase la competición y se lograse el objetivo. Concentración máxima sin, eso sí, escatimar una sonrisa a la mínima ocasión. Como durante esta entrevista, cuando Lara González tiene que contestar el típico cuestionario personal: afición, comida, lugar preferido... ahí su compañera de habitación empieza a chincharla, hasta que ella se sale por la tangente: «Te lo mando luego por whatsapp, que tenemos que ir a cenar». Claro está, la guasa empieza cuando tiene que elegir su libro preferido: «Te voy a decir el último que me he leído: 'El Diván de Becca', una trilogía de esas de amor... ¡es que soy una romanticona!». Esto también queda plasmado por la ilusión que habla de su futro en París, la ciudad del amor.

La alegría fue máxima cuando las Guerreras certificaron lo que cualquier aficionado al balonmano podía pronosticar: su presencia en los Juegos Olímpicos de Tokio. «Recuerdo que en Río estaba en una nube. Creo que ahora llego más asentada y madura, con experiencia para saber gestionarlo mejor y meterme en competición», comenta Lara González.

La jugadora de Santa Pola admite que Tokio supone un reto mayúsculo para ella, pues es la medalla que le falta con la selección: «Un podio olímpico es lo máximo para cualquier deportista». Pero, ¿y después? «Ahora estoy muy centrada en los objetivos a corto plazo, los Juegos de este verano y el Mundial en España. Después, ojalá me quede mucho balonmano, la siguiente cita olímpica es en París», apunta.

Igual entonces ella ejerce como 'anfitriona' para el resto de la expedición de las Guerreras. «Estoy súper contenta», admite Lara Gónzález, que es una trotamundos del balonmano y en julio afrontará un nuevo reto: abandona el Besançon para militar en el París 92. «Ya tengo la casa y me lo he mirado todo. Me hace mucha ilusión porque hay un gran proyecto deportivo y residiré en una ciudad que quiero aprovechar. Tiene también un aeropuerto que te facilita viajar a cualquier lugar», enumera la deportista integrada en el Proyecto FER.

Desde que hizo las maletas, ha militado en el Metz francés, el Siofok húngaro y el Esjberg danés, además del Besançon galo y, de cara a la próxima campaña, el París 92. «La verdad es que me he movido bastante, no he estado más de tres años en un mismo club. Al final, por el estilo de vida que llevamos resulta complicado hacer raíces. En Francia sí que he jugado seis años, siete con el que viene. Es un país que me gusta, se parece más a nuestra forma de vida, domino el idioma, hay un buen campeonato y con más seguridad para las jugadoras...», comenta.

Pero como en España, en ningún sitio. «Tengo claro que quiero volver, no sé si jugando a balonmano, o para estar en mi casa. Eso seguro», admite Lara González, que estudió Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, pero que no tiene ni idea de a qué desea dedicarse laboralmente una vez deje el balonmano de élite: «Puede que a la docencia, pero ahora mismo no te podría decir».

Se muestra en este ámbito mucho menos segura que como una de las torres defensivas del as Guerreras. Ahí Lara González sí aporta su envergadura y la experiencia que ya acumula a sus 28 años y una década como trotamundos del balonmano: «Mi rol en la selección es más defensivo, en el club la dinámica es distinta». La alicantina aprovechará estos meses en el Besançon para seguir poniéndose a punto de cara a Tokio, la siguiente parada. Después, el Mundial y en el horizonte, siempre quedará París.