Horas después de volver a hacer historia en la halterofilia, Mónica Carrió se enfundaba orgullosa su uniforme de Policía Nacional. Delegada de Participación Ciudadana en ... Alzira del cuerpo de seguridad, se disponía a dar una de sus charlas, esta vez en centros educativos. Mientras advertía a los pequeños de la importancia del buen uso de las redes sociales, iba asimilando que había roto un techo de cristal. Una vez más. La levantadora alzireña fue la primera en ganar un Campeonato del mundo Junior y pionera en participar en unos Juegos Olímpicos. Pero la halterofilia le tenía guardado otro hito: convertirse en ser la primera persona que habiendo sido deportista olímpica es juez internacional.
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Al igual que Portugal o Australia, ahora la isla de Grecia siempre será especial para Carrió, allí, en mayo se estrenó en el Campeonato del mundo Junior Heraclion.
Ha pasado cerca de un mes de la «increíble» experiencia. Sin embargo, no ha tenido tiempo de saborearlo. Por eso, ahora no piensa en el futuro. El presente es su ocupación. «Estoy disfrutando, poniendo los pies en el suelo, siendo consciente de lo que he hecho. Nunca pensé después de retirarme que la halterofilia iba a seguir dándome tanta satisfacción», afirma Carrió. Luce con orgullo el apellido que antes su hermano Lorenzo había ligado a la halterofilia al convertirse en el primer medallista español masculino en un Campeonato Mundial Absoluto. Cogida de su mano, Mónica levantó su primera pesa. Y su segunda. Se enamoró de ese deporte ignoto para las mujeres gracias a su querido Lorenzo fallecido en 2018. Tenía 44 años. Se marchó testigo de la trayectoria profesional de su hermana y siempre consciente de que dejaba la halterofilia de Alzira, y del mundo a buen recaudo.
Mónica se había alejado de la competición en 2003 tras ganar el Campeonato de España en la modalidad de arrancada y rechazar la llamada de Peter Poletaev para volver al equipo nacional la cual rechazó. Empezó una nueva vida que quería, y creía, la agente que iba a estar alejada de la halterofilia. Pero se equivocaba. Su maestro, Julián Perea se resistía a perder un activo tan importante para este deporte. No le quedó más remedio que volver. Primero como árbitro y luego como juez. Actualmente, además, es la presidenta y una de las entrenadoras del club de halterofilia de la capital de la Ribera y la primera vicepresidenta de la Real Federación Española de Halterofilia.
En Alzira, cuna de grandes levantadoras como Estefanía Juan, sigue descubriendo Mónica este deporte a los más pequeños: «Trabajamos la psicomotricidad, la elasticidad, la velocidad. Hacemos juegos para que los más pequeños y pequeñas se diviertan. El peso solo lo tocan a partir de los 12 años», matiza.
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Tiene la «fortuna» de haber encontrado en la Policía Nacional la manera de desarrollarse profesionalmente siempre en beneficio de los demás. «Como Delegada de Participación Ciudadana, formo parte del Plan Director, gracias al que voy a los centros educativos; el Plan Majors, se dan las charlas a personas mayores, el Plan Comercio o en asociaciones de vecinos para vivienda segura, entre otros». Mientras comparte su experiencia, sigue recibiendo reconocimientos, el último desde el Ayuntamiento de Alzira en el que también destacan a otras deportistas que, como ella, intentan que la brecha existente entre hombres y mujeres desaparezca en todos los ámbitos de la sociedad.
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