![El resurgir de la guerrera Claudia Juan](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202103/13/media/cortadas/Imagen%20ClaudiaJuan-RrlrKbVEcw8Mbcq0jw0ptBM-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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El 9 de marzo, días antes de que estallase el Estado de Alarma, Claudia Juan entraba en quirófano. Su maltrecha rodilla precisaba una intervención quirúrgica que iba a necesitar de una larga recuperación. Ha pasado un año de aquello y la jugadora del Grupo Usa Handbol Mislata sólo siente agradecimiento: «Llevaba una racha de lesiones pequeñas como esguinces, el codo... y pensé que quizás era una buena manera de empezar de cero. Recuerdo que llamé a María Navarro, fisioterapeuta de las Guerreras, para preguntarle si podía hacer rehabilitación con ella pese al estado de alarma». Dos días a la semana se ponía en sus manos. También en las de su hermana, Puri Navarro. «Ambas han sido un gran apoyo en mi recuperación», insiste.
La «suerte» es que tenía «todo el día» para mimar su rodilla. «Pensé que si me esforzaba y hacía todo lo que me decían los especialistas, no tenía por qué salir mal», comenta. Y así fue, hasta su regreso: «La incorporación fue progresiva, me fueron dosificando».
Ahora, Claudia hace las maletas con destino Villanueva de la Cañada, Madrid. Allí se marcha junto a su compañera Sabina Mínguez (portera). Ambas han sido llamadas por Perea para formar parte de la concentración de las Guerreras Juveniles. Todo un «honor». En el horizonte, el europeo de este verano en Lituania. La central, explica que el secreto de su éxito y el de sus compañeras se encuentra en Mislata: «Me siento muy afortunada. La formación por parte de los entrenadores en mi club va más allá de la pista, están pendientes, dan consejos a todos los niveles». Nadie es más exigente con Claudia que ella misma. Le gusta mirar los partidos para corregir errores aunque a veces necesita un respiro antes de recibir esas críticas constructivas: «Hay días que digo que voy a ducharme y luego que me cuenten».
Pese a que su padre, José Vicente Juan, es entrenador de balonmano y su madre, Raquel Huerta, fue jugadora, su llegada al parqué fue casualidad: «Practicaba otros deportes y hace algunos años, en infantil, le propuse a mis padres apuntarme ya que había visto entrenamientos y partidos y pensé que no se me iba a dar mal... y hasta aquí». Y todo lo que queda.
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