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Rubén Aldás no estaba dispuesto a participar en triatlones siendo empujado. Quería competir por sí mismo. Libre. Por eso le supo a poco la primera prueba en la que participó. Entonces desplegó sus alas para volar a través de un deporte que no sólo ha cambiado su vida, sino también la de su madre. A Mónica Tomás se le ilumina la mirada cuando habla de su hijo, de su evolución, de sus sueños... Él, de 14 años, afronta la parálisis cerebral como una simple circunstancia. Ella, de 48, tenía completamente olvidado el ejercicio físico. Hasta que su niño la arrastró. La natación, el ciclismo y la carrera a pie han sido una revolución.
-Llegó al triatlón y al deporte a través de su hijo.
-Te casas, empiezas a trabajar, te planteas tener una familia y de repente llega mi hijo, Rubén. A los diez meses empezamos a ver que no tenía un desarrollo normal. Empiezas muchas terapias, mucho contacto con fisioterapeutas para que evolucione. Y en 2013 nos encontramos con unas personas que tienen un equipo orientado al triatlón que, junto a Avapace, quiere hacer visible que cualquier persona con parálisis cerebral puede hacer deporte. En ese momento pensaron en Rubén. Rubén, rodeado de estas personas que formaban el club Avant, hizo su primer triatlón. Fue en Valencia en septiembre de 2013. Raúl Micó empujó la barca donde iba Rubén, lo llevaron en una bici sentado en la parte delantera y luego hizo la carrera pie empujado en una silla de ruedas. Y se bajó para entrar en meta.
-¿Se sienten orgullosos de su papel en la lucha por la integración?
-Rubén fue el primer niño con discapacidad que participó en los Juegos Escolares de la Comunitat. Avant se planteó la posibilidad de abrir el equipo a niños y el primer niño que entró fue Rubén. Poco después fueron llegando más hasta los diez que hay ahora en el club Avant Moncada. Nos fusionamos con el Moncada con el objetivo de que no fuera integración, sino inclusión total. Lo más bonito que tiene este club es que aunque llegues el último, nunca llegas el último. El resto de compañeros del equipo, aunque ya hayan acabado, vuelven para empujarte hasta la meta. No entra solo.
-¿Esto es un punto inflexión en el deporte inclusivo?
-Siempre te encuentras gente que este tipo de cosas las lleva de otra forma y no las entiende y ves alguna muestra de rechazo, pero se trata de ir haciéndolo natural.
-¿Y cómo se incorporó usted al triatlón?
-En lugar de estar en la cafetería mirando cómo los niños entrenan, al final decides aprovechar. Siempre me había quejado de que no tenía tiempo para mí ni para hacer deporte. Si el niño está en el agua nadando, hacemos lo mismo que los niños pero en otra calle de la piscina. Las primeras veces que Rubén estaba nadando, yo no acababa una piscina de 25 metros. Ahora puedo hacer 2.000 o 2.200 metros en un entrenamiento.
-¿Cuándo comenzó?
-El deporte lo tenía completamente abandonado. Empecé en mayo de 2013. Hice la Volta a Peu y me enganché un poco a correr. Luego llegó el tema de Rubén y ya entró la natación y la bici. Hemos encontrado un nexo y mientras él hace deporte tú también puedes estar haciéndolo. Y además compartiendo el mismo espacio. Arrancó hasta mi marido.
-¿Cuáles son sus retos?
-El ambiente es muy agradable. Nos hemos apuntado un grupo importante de gente a la Treparriscos para acompañar a Vicente Gil, que es nadador paralímpico. Está dejando la natación y le encanta la bici, la handbike. Se ha hecho una de carbono y quiere probarla.
-¿Qué ha supuesto el triatlón para ustedes?
-Tenemos una actividad en común que nos beneficia a todos. A Rubén le beneficia a nivel de motivación, de ver que ha liado a sus padres. Empezó él con esto y luego nos ha ido arrastrando. A Rubén el deporte le permitió ver que puede hacer cosas que a lo mejor no te habías planteado. Tengo la suerte de que Rubén es muy inquieto y busca muchísimo su independencia. Cuando tenía ocho años, me decía que yo lo tenía muy atado, que quería salir solo a la calle. Son cosas que siempre han nacido de él. Mi marido y yo nunca le hemos puesto ninguna traba.
-¿Ha cambiado la vida cotidiana de Rubén?
-Mi hijo, cuando empezó a hacer los entrenamientos, ya no iba en silla de ruedas, pero iba con un andador trasero. Y el andador trasero hace ya más dedos años que lo dejó. Le ha ayudado sobre todo a fortalecer su musculatura. El deporte también le ha fortalecido psicológicamente. Es como si hubiera visto que no es diferente.
-¿Pensaba que el deporte podía tener tanta influencia?
-No. Para nada. Yo no me veía haciendo triatlón. De hecho, casi no lo conocía hasta que Rubén llegó.
-¿Qué es lo más bonito que le ha dicho Rubén sobre el triatlón?
-Me quedo con la primera frase de todas. Cuando Rubén tenía que hacer el Valencia Triatlón acompañado por el equipo de Avant, nos pasaron un vídeo para que le enseñáramos lo que iba a hacer. En el vídeo salía un señor haciendo un Ironman empujando a su hijo. Cuando lo vimos, le pregunté a Rubén: «¿Qué te ha parecido?». Me miró y me dijo: «Mamá, yo no soy un vago para que me lleven». Cuando se lo conté a los compañeros de Avant, les llamó tanto la atención que fue cuando dijeron que estaría bien abrir la sección para niños.
-¿Aspira Rubén a competir a alto nivel?
-Él no tiene fin. En el equipo también está Ricardo Ten. Mi hijo quería hablar con él. Entonces le pregunté si le podía dar su teléfono y me dijo: «Hombre, claro». Y se van a apañar ellos. Ha habido momentos en que yo pensaba que Rubén no iba a ser capaz de hacer las cosas que está haciendo. Tiene muchísimo potencial. Pero para eso hace falta los medios, tener suerte, encontrarte con las personas que nosotros nos hemos encontrado... Y la vida familiar es un puzle auténtico, pero se termina montando.
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