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Julián García Candau
Sábado, 27 de julio 2024, 00:40
Alemania llevaba años tratando de hacerse perdonar tras la derrota del nazismo. El deporte fue palanca a la que se aferró y por ello los ... Juegos Olímpicos de Munich de 1972 iban a ser una imagen mundial respetada. No tuvo demasiada suerte porque un atentado terrorista protagonizado por Septiembre Negro turbó el buen desarrollo de las competiciones deportivas.
Alemania comenzó a sacar pecho en el Mundial de fútbol de Suiza, en 1954. En la final derrotó a la mejor Hungría de todos los tiempos –con Puskas y Koczis entre otros–, que en la parte inicial la apabulló. Los campeones encabezados por Fritz Walter dieron brillo a aquella nación que estaba dividida y que incluso federativamente existía la selección de el Sarre territorio que, finalmente, se integró. Sarre existió entre 1947 y 1956 y jugó partidos de selecciones de jóvenes. Contra España, por ejemplo.
Alemania hizo un gran esfuerzo para presentar sus Juegos como los mejores conocidos. Levantó espacios deportivos de todo tipo para los diversos concursos y la ciudad olímpica se construyó en los aledaños de un montículo que fue creado con escombros de la guerra. Sus árboles fueron imagen del renacimiento. La ceremonia inaugural fue un gran espectáculo en la que se mostraron los mejores ejemplos del folklore nacional. El Estadio Olímpico tenía todas las modernidades del momento. Los organizadores construyeron una Villa Olímpica para deportistas, la principal, y otros edificios para periodistas y dirigentes sin plaza en la delegación oficial. Tales construcciones estaban destinadas a ser, posteriormente, viviendas particulares.
Políticamente hubo convivencia entre las dos Alemanias. La conquista de las medallas era seguida por los germanos de la Federal con gran complacencia desde el punto de vista germano porque sumaban las medallas de ambas selecciones y había días en que dominaban la tabla. Participó la URSS, que protagonizó grandes éxitos: sobre todo, en la final de baloncesto en la que derrotó a Estados Unidos.
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Lo inesperado fue el ataque terrorista de Septiembre Negro que acabó con diecisiete atletas muertos y un policía.
Algunos deportistas noctámbulos se tropezaron con policías que estaban dedicados a tratar de salvar a los rehenes, y no dieron demasiada importancia a los atletas que habían salido de la Villa para divertirse.
Lo ocurrido en la madrugada del 5 al 6 de septiembre se llevó a cabo con fusiles de asalto, pistolas, revólveres y granadas. Los miembros del comando comenzaron por pedir la liberación de palestinos en poder de Israel. Durante horas hubo conversaciones para evitar la masacre. La mayoría de los habitantes de la Villa conocieron lo sucedido cuando les comunicaron que las competiciones habían sido aplazadas. Sabino Barinaga, exentrenador del Valencia y que dirigía la selección marroquí, se enteró por los tiros. Y tanto él como los miembros de su delegación optaron por no salir de su recinto.
Hans Dietrich Genscher, ministro alemán, se pasó el día y la noche al mando de las operaciones y dando la cara ante los periodistas. Se nos comunicó a la dos de la madrugada el resultado final de lo sucedido en el aeropuerto al que habían sido llevados los terroristas. Aguanté hasta el último instante, cuando dieron las cifras oficiales. Aún tuve tiempo, dado que entonces los periódicos se cerraban muy tarde, de dictar la última crónica del día con el parte oficial. Quedábamos en la sala de prensa los insomnes. Los Juegos tuvieron ceremonial de luto y a causa del martes negro y fueron suspendidos veinticuatro horas. Desgraciadamente, el atentado no solo enturbió el desarrollo de las competiciones, sino que los momentos históricos de las mismas quedaron oscurecidos y la mayoría difuminadas.
Desde el punto de vista español, las actuaciones de nuestros participantes no fueron lo brillantes que se deseaba. En atletismo hubo dos grandes protagonistas: Mariano Haro y Javier Álvarez Salgado, finalistas en las pruebas de 5.000 y 10.0000 metros.
Mariano Haro, que se hizo corredor de fondo gracias a las carreras que se pegaba para rescatar las perdices que los señoritos abatían en sus cacerías, llegó a Munich en muy buena forma. Como Álvarez Salgado, que también se clasificó para las dos finales de fondo. Mariano en la de 10.000 estuvo muy cerca de la medalla. En ambas carreras se impuso el sueco Lasse Viren, que además corrió el maratón. Viren se preparó con larga estancia en altura y con él se buscó la formula de almacenar la sangre obtenida en las montañas para inyectársela antes de los campeonatos. Esta operación luego se consideró dopaje.
Mariano estuvo muy cerca del bronce, pero a última hora la pasó el africano Yfter. Ganó la plata el belga Puttemanas. Mariano quedó por delante del estadounidense Shorter, atleta de renombre mundial.
España conquistó medalla de bronce en boxeo. Rodriguez Cal perteneció al peso minimosca. Pese a ser muy pequeñito fue el español que desfiló más alto en la ceremonia de clausura. Lo llevaron en hombros como a un niño los pivotes baloncestistas. Lo exhibieron sus compañeros de delegación porque no hubo otra presea. España acabó en el puesto 43 del medallero.
Munich vivió acontecimientos que han hecho historia. Son otro relato.
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