El despacho profesional de Emilio Ferrando es un pequeño museo del motor de competición. Un par de maquetas de coches, acreditaciones de diferentes carreras 'off road' y, nada más entrar, un coche de gasolina a radiofrecuencia: «Está muy poco rodado, lo compramos para practicar mi hijo y yo. No te creas, que es complicado manejarlo». Entre esos pequeños tesoros hay dos botes con arena, una rojiza que se trajo de la Morocco Desert Challenge y otra más opaca de Perú, del Dakar de 2019, donde participó: «Ese color es muy peligroso, porque parece que todo es llano y si hay un gran desnivel, nos lo comemos. Ahora traeré de Arabia». De su siguiente reto, el Dakar de 2021, que afronta con 60 años.
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«Hay 15 coches prioritarios y equipos muy poderosos, por lo que el objetivo será quedar ahí, en el top-15», comenta, ambicioso, un hombre que no ha perdido ni el espíritu competitivo ni su amor por del deporte del motor. Este último lo cultivó hace ya mucho junto a su amigo Ricardo Tormo.
Es de Canals, como el campeón del mundo de motociclismo: «Él era algo mayor que yo, y siempre me ha gustado la velocidad. Lo intenté, corrí la Copa Striker cuando participaba Aspar... ¡pero nada! A un chaval de Xàtiva le pagaba 5.000 pesetas y me dejaba la moto como estaba, y Ricardo me prestaba su mono y su casco». Hasta que un día probó el motocrós. «Iba al campo a trabajar, a la naranja y a la cebolla, y estudiaba de noche», comenta Emilio Ferrando, que se sacó así la carrera de económicas: «Un año hice el Nacional de 250 con una Pursang MK11. Fui a la vendimia para comprarla». Pasados los 30, se enganchó al enduro. «Sufría porque soy pequeño, pero me daba igual», indica. Hasta que probó un boogey: «Me había hecho mayor para la moto. Fue hace cinco años, acababan de salir y pensé que tenía pinta de ser divertido».
Meticuloso en la preparación física, estuvo años corriendo en trails: «¡Tengo cinco horas y veintitantos minutos en maratón de montaña!». A bordo del boogey empezó a destacar a nivel nacional tanto que la organización del Dakar le invitó en 2018: «El coche no pasó las verificaciones técnicas pero me dio un pase de una semana en el vivac».
Y él, lector habitual de revistas especializadas y seguidor del Dakar, vio más cerca que nunca cumplir un sueño. Lo logró en 2019, en Sudamérica, y llegó a meta, a pesar del grave accidente a 100 kilómetros del final por el que Guillermo Gómez, su copiloto, acabó en el hospital con varias vértebras quebradas: «Ahora está bien».
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En este 2021 vuelve al Dakar con un equipo técnico de máxima confianza. «Ha de ser un grupo de amigos, donde te sientas protegido. Yo lo veo así, cada integrante es tan importante como el piloto», afirma Emilio Ferrando. A Arabia Saudí se va con Edu Aragón como copiloto; Chechu Valenzuela (especializado en competición, y tiene un taller en el circuito de Montmeló) y Álex Aragón como mecánicos; Eugenio Encinas de conductor del camión; y Dani Mesa hará de mánager.. El valenciano también se servirá en el desierto de la experiencia de los trail: «Como un maratón de montaña, el Dakar se cuece a fuego lento. Tienes que conservar energía y mantener el coche a punto para afrontar 3.500 kilómetros».
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