El farmacéutico del Dakar

«A los 25 años probé el enduro y en 2014 me inicié en la navegación. Vas dando pasitos hacia los rallies, pero todos los que entramos en este mundillo y nos gusta, tenemos el mismo objetivo», reconoce Nacho Sanchis. El Dakar es sinónimo de alcanzar la cúspide. Como el maratón para el corredor que quiere ir quemando etapas. En 2018, este farmacéutico de Enguera cumplió el sueño: estar, que no alcanzar la meta. Eso lo consiguió en la siguiente edición. Tampoco le colmó, porque vuelve a estar ahí, en la línea de salida del raid calificado como el más duro del mundo y que en 2020 cambia de continente: se muda de Sudamérica a Asia.

Nacho Sanchis es uno de los tres valencianos que se subirán al moto este domingo en Jeddah, desde donde parte la edición de 2020 del Dakar. Serán doce etapas hasta alcanzar Qiddiya: la carrera, en resumen, es más larga que en Sudamérica, de donde la organización se ha marchado por la dificultad para convencer a los países de que se implicasen. «Dicen que será más duro, pero puede tratarse de una estrategia de marketing. Sí parece que se hará antes de noche y que una vez caiga el día hará más frío. Eso puede ser una dificultad extra, sobre todo para los que vayamos en moto», cuenta el piloto de Enguera.

Su objetivo es acabar. Igual que Daniel Albero, también valenciano, y que por segunda vez asalta el reto de convertirse en el primer diabético en completar el Dakar. Joan Barreda, de Torreblanca, tiene una meta mucho más ambiciosa: la ansiada victoria que le ha dado la espalda en forma de infortunio de todos los colores en Sudamérica. El castellonense, piloto oficial, lo tiene todo, pero en esta carrera cuenta la suerte. Se puede ser el mejor, competir de forma impoluta y, de repente, en una duna, toparse con la ruina.

«El objetivo es acabar. En esta carrera te puede pasar de todo hasta el último kilómetro», señala Nacho Sanchis, a quien un error mecánico obligó a abandonar en el tercer día de su primer Dakar. En 2019 acabó y, ya más experimentado, valoró esto como su particular gesta. «Vi a un piloto lituano que en el último día se cayó en una duna. Iba con las dos muñecas colgando», recuerda.

Por eso, Nacho Sanchis pensó en, como él mismo dice, cortarse la coleta. Pero no. El gusanillo estaba latente, esperando a que le animasen. Tiene la complicidad del Colegio de Farmacéuticos, donde están encantados de contar con un colegiado que vaya al Dakar. Y sobre todo, la moto, la KTM 450 Rally. «Es la pata negra de la marca, que además tiene un camión en el vivac, por lo que no hay problema para conseguir recambios», indica. También tiene contratada asistencia en el campamento, aunque durante la etapa debe solventar él cualquier incidencia.

Y así, para ir al Dakar con unas mínimas garantías de acabar –el año pasado quedó el 71–, se necesita un presupuesto de entre 60.000 y 70.000 euros. «La gente de la moto siempre piensa en pasarse a las cuatro ruedas, que es mucho más seguro. Ahora está la categoría de boogey, más barata que el coche o el camión, donde los costes son elevadísimos. Aún así, se multiplica por tres o cuatro», indica Sanchis: «Por el momento yo me planteo tomarme un respiro. Tengo niños pequeños, y quiero centrarme en ellos y en las obligaciones profesionales... aunque luego ya veremos».

Para Nacho Sanchis, de 40 años, preparar el Dakar requiere un esfuerzo extra. Desde septiembre, cuando el plan es más intenso, ha de duplicarse. Se dedica a su farmacia en Enguera y en la otra parte del día, a entrenar. Va dos días a Cheste, con el Grupo Unoporciento. «Hago preparación física y mucha moto, trial, motocrós y enduro», precisa. Pero su gran hándicap es la navegación por rumbos o grados: «En España es complicado rodar así, porque no hay grandes extensiones sin encontrarte edificios, montes o barrancos. Los no profesionales no podemos permitirnos ir una semana a Marruecos para entrenar».