A prueba la paciencia de Alonso

Las aspiraciones de Fernando Alonso cuando fichó de nuevo por McLaren en 2015 no podían ser más altas. La unión con Honda, el regreso a la casa donde tuvo el coche más diferencial de su carrera deportiva, la garantía de que había madurado desde el fallido 2007. Todo parecía presentar un escenario perfecto para volver a divertirse. Sin embargo, todo lo contrario. El piloto asturiano participó de manera activa en la peor temporada de McLaren desde hacía más de tres décadas, y simplemente el hecho de acabar una carrera como el mejor objetivo posible y asumible. Fue una pesadilla, tanto deportiva como moral, para un Alonso que ya se siente mayor para una Fórmula 1 que no divierte a nadie, y a él el primero.

Sus palabras en la última rueda de prensa de la pretemporada dejaron muy claro que, en opinión del asturiano, la competición tiene un problema serio de raíz. El hecho de que él no sea el que tiene el cetro de poder en la mano, sino su viejo rival Lewis Hamilton, es un factor innegable para esa «tristeza». Pero en sus críticas no le falta parte de razón: los coches no son los más potentes, tienen que pensar más en el ahorro de combustible o neumáticos que en ir al límite. En cualquier caso, las cartas son las mismas para todos, sólo necesita que le salgan de mano algunas mejores. La pelea de Alonso y Button no será por las victorias, terreno vedado para Mercedes y, si acaso, para Ferrari. Los podios se antojan complicados, prácticamente imposibles, y son los puntos donde el MP4-31 puede colocarse. Desde la escuadra británica rebajan las expectativas al máximo, la experiencia de 2015 les sirvió para darles una cura de humildad. «Vamos a Melbourne con algo de desconocimiento», admite Eric Boullier, jefe del equipo.