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Ross Brawn, en su etapa como director del equipo Mercedes de F1.
El último británico de la F1

El último británico de la F1

El ingeniero Ross Brawn pilotará la transición de la competición hacia el modelo basado en el espectáculo que persiguen sus nuevos dueños americanos

BORJA OLAIZOLA

Lunes, 30 de enero 2017, 20:34

Cuando Ross Brawn se despidió hace tres años de la Fórmula Uno, lo primero que hizo fue ponerse a escribir un libro sobre estrategias en los circuitos. El episodio revela la obsesión del ingeniero británico, de 62 años, por la competición que tantos éxitos le ha proporcionado. También explica que los nuevos dueños del negocio, el grupo de comunicación estadounidense Liberty Media, le hayan escogido para pilotar el tránsito de la F1 hacia un nuevo modelo más atractivo para el espectador y, por consiguiente, más rentable. Al ingeniero le va a tocar conciliar los intereses de los protagonistas de las carreras, equipos y pilotos, entre los que prevalece aún el espíritu deportivo, con los de los nuevos propietarios, ávidos de espectáculo y fórmulas impactantes que les permitan rentabilizar cuanto antes su inversión.

Los ejecutivos de Liberty Media, que ha pagado 8.000 millones de dólares por la F1, saben que Brawn es una de las figuras con más crédito en el mundo del motor. Su brillante trayectoria en la máxima competición automovilística le ha granjeado la admiración y el respeto de todos los que se mueven en ella. No hay muchos que puedan alardear de haber conseguido ocho títulos de constructores y otros ocho campeonatos de pilotos. Pero lo que sobre todo tiene Brawn es una amplia red de contactos construida a lo largo de sus más tres décadas de trabajo en la competición. Desde que empezó siendo aún un veinteañero apretando las tuercas del Williams de Alan Jones hasta que se retiró en 2014 después de haber puesto las bases del equipo Mercedes que ha triunfado en las últimas temporadas, pasó por formaciones como Lotus, Lola, Arrows, Benetton, Ferrari y Honda. Incluso se permitió el lujo de poner en marcha su propio equipo, Brawn GP, y llevarse el campeonato de constructores y de pilotos en la temporada de su estreno.

Brawn no solo conoce a los jerifaltes de los equipos. También tiene contacto con mecánicos, ingenieros y demás especialistas que son el nervio de la F1. Como ellos, dio sus primeros pasos por los boxes enfundado en un mono pringado de grasa, aunque su talento y su obsesión por el trabajo le hicieron ascender muy deprisa en el escalafón. Sus primeros éxitos los consiguió en el equipo Benetton, donde coincidió con un Michael Schumacher que empezaba a dar muestras de su genialidad al volante. El alemán obtuvo sus dos primeros títulos con Brawn como jefe de equipo. El británico siguió a Schumacher cuando fue fichado por Ferrari, donde puso en marcha el que para muchos ha sido el mejor equipo de F1 que ha existido nunca. Los cinco títulos consecutivos que obtuvieron (del 2000 al 2004) parecen aval suficiente para sostener esa impresión.

Con su propio equipo

Parecía difícil superar el listón, pero Brawn no conoce límites cuando se trata de montar un grupo humano capaz de triunfar en los circuitos. En 2009 adquirió por una simbólica libra el equipo Honda de F1 y lo transformó en una formación que llevaba su propio nombre, Brawn GP. Instaló propulsores Mercedes, hizo unos pequeños ajustes y se llevó el campeonato de constructores y de pilotos en la temporada de su debut dejando boquiabierta a toda la parrilla de salida. La hazaña le aportó algo más que renombre: Mercedes le compró al año siguiente Brawn GP por 213 millones de euros, aunque él solo se embolsó 115. El británico se mantuvo al frente del equipo alemán hasta que en 2013 lo abandonó por diferencias con sus responsables. Desde entonces ha intentado hacer vida de jubilado cuidando de sus nietos, pescando, restaurando la casa de campo que posee en Winchester y escribiendo junto a un periodista el libro sobre su experiencia en la F1.

Ahora ha sido repescado por Liberty Media para formar parte del triunvirato que se ha situado al frente de la competición tras forzar la marcha de Bernie Ecclestone. Brawn dirigirá el negocio junto al estadounidense Chase Carey y al alemán Sean Bratches. Además de sus contactos y su prestigio, tiene a su favor que es el único inglés del trío, algo de suma importancia porque, a pesar de su cosmopolitismo, la F1 sigue siendo tan británica como el Big Ben. Su experiencia y su sensibilidad serán fundamentales para hacer que equipos y pilotos se adapten a las nuevas reglas de juego de Liberty Media, que quiere sobre todo más espectáculo.

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