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david sánchez de castro
Madrid
Viernes, 18 de marzo 2022, 20:34
El inicio del Mundial de Fórmula 1 2022 va a deparar una carrera memorable. Así se deduce de lo visto ayer en la jornada de entrenamientos libres del GP de Baréin que dominó con aplastante autoridad Max Verstappen. Mucho tendrían que haberse tapado sus rivales o demasiados problemas deberían haber padecido para que no se viva hoy una pole del neerlandés y una más que posible victoria mañana. El RB18 se comportó a la perfección, en tandas largas y cortas, y solo los Ferrari pudieron mantenerle el pulso. Después de una sesión matutina sin mucho que decir (el más rápido fue Pierre Gasly con el AlphaTauri, queda todo dicho), en el horario donde se disputarán las dos sesiones que cuentan este fin de semana el vigente campeón mostró músculo.
La esperanza de ver a los Ferrari justo detrás, especialmente a Charles Leclerc que se quedó a apenas una décima, es la mejor noticia para los aficionados que esperan espectáculo este año o, al menos, que haya debate entre los grandes favoritos. El F1-75 parece que es el coche más consistente pero no el más rápido, como demuestra que la vuelta buena del monegasco fuera un canto de cisne en medio de unos cronos algo más discretos. En este nivel de exigencia, a Carlos Sainz le supo a poco el tercer tiempo del día, especialmente porque el balance del coche no estaba a su gusto en la tanda vespertina.
«Fueron unos buenos libres 1, mis sensaciones con el coche han mejorado desde los test. Desafortunadamente, en los libres 2 estas buenas sensaciones desaparecieron», se lamentó. El problema le vino a una vuelta, posiblemente porque no acababa de captar el rendimiento de las ruedas blandas, lo que será un problema si quiere estar en la terna de los favoritos para lograr la pole. Pese a esas sensaciones, no se puede decir ni mucho menos que fuera una mala jornada para Sainz, que aspira a dar la campanada.
Todo lo contrario ha pasado en Alpine. Si en el lado del box de Ferrari fueron de más a menos, en el del coche rosa fueron de menos a más. El día empezó para ellos con el nuevo pontón del monoplaza de Esteban Ocon saltando por los aires por un fallo en el montaje, lo que generó muchas dudas en torno a si la nueva pieza traída sin probar en los test iba a dar más fallos. Desde el box del equipo lo arreglaron rápido y completaron los test sin problemas, pero con la mosca detrás de la oreja. En la segunda sesión de libres, esa sospecha se fue: Fernando Alonso marcó el quinto mejor tiempo, casi ya constitucional, por lo que parte con buenas sensaciones tanto para la clasificación como para la carrera. En este sentido, el ritmo mostrado por el asturiano en una de sus tandas largas ensayando con neumáticos medios dejó a todos sin palabras: dio diez vueltas seguidas en 1:38 medio, sin subir ni bajar mucho. Entender ese compuesto será crítico, porque apunta a ser sobre el que pivotará la estrategia de la carrera del domingo.
Si Lewis Hamilton y George Russell están en la zona dominadora peleando por la pole, habría que hablar con la Academia de Cine y plantear una nominación al Oscar. La dupla británica no tuvo un buen viernes ni mucho menos, hasta el punto de que el cuarto tiempo del recién llegado sabe a gran éxito.
Los problemas de 'porpoising' (ese incesante rebote que sufren los pilotos por la pérdida súbita del efecto suelo) y que los equipos motorizados por Mercedes no están entre los más rápidos (esto se explica mucho peor y hace sospechar de un teatro antológico) han colocado en una situación crítica al heptacampeón. Si hace un año le dicen que iba a acabar una sesión en Baréin entre los dos Haas (Mick Schumacher fue 9º y Kevin Magnussen, 11º) y que su excompañero Valtteri Bottas iba a marcar un 6º con el Alfa Romeo, nadie se lo hubiera creído.
Hamilton se teme lo peor. «Soy realista, ya os lo dije la semana pasada. No vamos a luchar por la victoria aquí. Si miras a Red Bull están muy, muy adelante. Nueve décimas por delante de nosotros. Y el Ferrari está a seis décimas o medio segundo», se lamentó. Ni velocidad, ni buen balance, ni competitividad… Quizá la nueva normativa y la arriesgada apuesta por unos pontones ínfimos hayan puesto en serio peligro el asalto al octavo campeonato del británico. Lo que muchos deseaban y lo que él más temía.
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