Daniel Albero tiene un mal día: «Me quedan muchas gestiones por hacer, encima han puesto más restricciones por el Covid-19, y además ahora tengo que cerrar un mes el bar». Se refiere al establecimiento que gestiona en la Pobla Llarga y que, como el resto de la hostelería, sufre por la pandemia. Su rostro y tono de voz cambia en cuanto cambia de tema, aunque en la conversación siga aludiendo a PCR, trámites burocráticos y las últimas llamadas para rascar un puñado de euros que le acerquen a cuadrar el presupuesto: «En el momento en que empiezo a hablar del Dakar, me pongo a tope».
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Encara su tercera participación en el raid más duro del mundo. En una ocasión tuvo que irse a casa por motivos de salud y otra fue la moto la que paró. «Este año llevamos una KTM rally, de la que se fabrican 82 réplicas al año y como la que llevan los pilotos de arriba. Y yo he entrenado mejor que nunca y llego más fuerte», afirma Daniel Albero. Fue el primer diabético en lanzarse a la aventura del Dakar y en 2021 aspira a protagonizar el hito inédito hasta ahora de llegar a meta con esa enfermedad.
Para ello ha confiado en Rafa Olcina, experimentado preparador de pilotos profesionales. Entre otros, trabajó con Nico Terol cuando en 2011 fue campeón del mundo de 125. «Él sabe andar en moto y los músculos que hay que ejercitar. Hemos hecho enduro juntos y hemos mejorado muchas cosas, va a ser un Dakar muy técnico», precisa Daniel Albero.
Este año ha contratado asistencia y también ha mejorado el equipo que le inyecta la insulina. «Si se suelta la bomba de la glucemia tengo que parar sí o sí y pierdo 20 minutos. Esta vez llevo un equipo de última generación que prácticamente me controlará solo y en teoría no nos tocará detenernos en medio del desierto», precisa. A eso le une que los niveles esta vez los llevará en la muñeca para un año al que ha tenido que acostumbrarse a las gafas de vista. «Tengo casi 50 años y una enfermedad degenerativa que puede afectar a los ojos, algo habré hecho bien... pero ahora ya las necesito y ha tocado aclimatarse a llevarlas debajo de las gafas de competición», explica Albero.
Para el valenciano, en definitiva, este reto del Dakar tiene una clarísima vocación de dar visibilidad a la diabetes. «Nuestro proyecto da luz a mucha gente, no sólo a los que padecen esta misma enfermedad, sino a quien pueda padecer cualquier limitación», señala: «Hace poco me llegó una familia con un niño de 10 años que acababa de 'debutar'. No es nada fácil para un chaval de esa edad. Es muy duro y estaban deprimidos. Pasamos una tarde entera hablando y seguimos trabajando».
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Charlas en colegios, ponencias online... si una enfermedad crónica no le ha parado, la pandemia, tampoco. Albero viajará a Jedda para tratar de convertirse, al tercer intento, en el primer diabético que acaba un Dakar. A demostrar, en definitiva, que la diabetes no puede impedir tener dulces sueños y pelear por hacerlos realidad. El de ahora está en Arabia Saudí, pero ya tiene otros en mente. De momento, por el camino ya va dejando una línea de turrones sin azúcar de Casinos y el libro 'Un diabético en el Dakar': «Lo he escrito yo, me lo propusieron y me pasé cuatro meses delante del ordenador».
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