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Jaume Masià afronta los últimos (o eso parece) compromisos para celebrar su título de campeón del mundo. Este martes realizó el saque de honor ... en Mestalla, previo al partido entre el Valencia y el Villarreal. Antes, en la zona del antepalco, estuvo departiendo con la presidenta del club, Layhoon Chan. Al deportista de Algemesí, que ya se enfundó la camiseta del club en las horas previas al GP de la Comunitat, se le vio feliz exhibiendo la bufanda de la entidad. El flamante rey de Moto3 ha disfrutado (y en algún caso sufrido) las celebraciones de un éxito que debe ser un paso en su carrera como piloto, que en 2024 seguirá en la categoría intermedia.
Ya ha probado la Kalek del Pertamina Mandalika SAG Team que, pese a contar con el chasis dominador de Moto2, ha sido uno de los peores equipos de la parrilla en 2023. Masià participó en el test post Mundial celebrado en Cheste y después se ha centrado en descansar lo que le han permitido los numerosos compromisos que ha tenido desde que acabó la temporada. Tampoco ha descartado los entrenamientos, tanto a lomos de la moto como con Carlos Iborra, su preparador físicom junto al que asume el reto de ganar masa muscular para adaptarse a una montura de mayor envergadura.
Y entre los eventos a los que ha acudido estos días, había uno ineludible y que viene realizando cada año al cierre de la temporada: la visita a Termatrón, una de las empresas que le respaldan desde que Juame Masià decidió ser piloto. Enrique Llácer, el dueño de esta mercantil es amigo de la familia y compañero de andanzas de Jaume Masià senior cuando ambos eran dos jovenzuelos enamorados de las motos.
«¿Te acuerdas de aquella caída? No sé si contarlo…», bromeó Llácer a Masià padre. Fue un día el que salieron a rodar y el padre del piloto campeón del mundo acabó en el suelo y embadurnado de las heces de un rebaño, por las cuales sufrió el accidente. «Yo me levanté y no quise volver a casa, seguimos con la excursión», recordó. Entre una y otra anécdota de ellos, también relataron los orígenes del piloto que ha reinado en Moto3. Fue en el mismo polígono industrial donde se asienta hoy Termatrón.
«Veníamos aquí los fines de semana con la minimoto. Yo ponía unos conos para que Jaume entrenase», recuerda el padre de Masià: «Entonces este polígono estaba en desarrollo». Y eran otros tiempos. No hay que irse tan lejos como en la segunda parte del siglo pasado, cuando los pioneros como Aspar o Ricardo Tormo (ahí sufrió el accidente que lo retiró) probaban las nuevas motos en polígonos industriales o disputaban gran parte de las carreras circuitos urbanos. Jaume Masià quizás pertenezca a la última generación que empezó en el antiguo motociclismo.
Hubo tiempo para recordar también la rudimentaria solución de Julián Miralles para que Masià diese el peso mínimo en una carrera cuando corría en la Cuna de Campeones. «No sé donde fue, pero metió por el chasis una llave inglesa. Y ganó», comentó el padre entre risas. Tantos años de trabajo han traído los frutos en un 2023 en que el piloto no estaba ya obsesionado con ser campeón el mundo: «Esta temporada me la cogí para disfrutar y mira lo que ha pasado».
Jaume Masià no se muestra temeroso con respecto al futuro. «Siempre que me he caído me he hecho daño. Recuerdo una vez, con 12 años, que aún estaba anestesiado en el hospital y pregunté si esa tarde iba a subir a la moto», relató: «Dudas tenemos todos los pilotos. Si la vida real es difícil, en el mundo del motor aún más». Y sabe que le tocará adaptarse: «Las inercias cambian. Ahora la moto va a pesar el doble que yo». Pero al final, se trata de pilotar, como hacia entre conos, en un polígono industrial en construcción, cuando era sólo un niño.
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