Joan Mir, en su etapa en la Cuna de Campeones. circuit ricardo tormo

El campeón de la moto mileurista

Joan Mir está a punto de convertirse en el primer rey de MotoGP formado en la Cuna, donde conquistó dos títulos | «Ganó sobrado en una categoría que creamos con una moto barata, pero que iba muy mal», relata Julián Miralles

Domingo, 8 de noviembre 2020, 23:30

Joan Mir estaba predestinado a practicar deportes de riesgo. Su padre regenta un negocio de deportes de aventura en el mar en Palma de Mallorca. Creció en una isla, rodeado por el Mediterráneo, practicando estas y otras modalidades de riesgo. Pero en una de ellas, surcando el asfalto, tenía un don innato. Lo adivinó Dani Vadillo cuando trabajaba para la Federació Balear de Motociclismo, y su familia lo contrató para que guiase al chaval, que entonces tenía 11 años. Estuvo a su lado hasta que fichó por Suzuki.

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«Lo acompañaba siempre, lo tenía muy controlado. Pero es que además Joan siempre ha sido un chiquillo muy responsable, no recuerdo que haya hecho ninguna trastada. Siempre estaba centrado en las carreras», recuerda Julián Miralles, director de la Cuna de Campeones. El próximo domingo, Mir se puede convertir en el primer campeón de MotoGP acunado en el programa de promoción del Circuit Ricardo Tormo: «Lo celebraremos con él». Como en 2017, cuando el balear ya conquistó el título mundial de Moto3.

Pero esto serán palabras mayores. Algo que sólo era un sueño cuando Mir arrasó en 2011 con aquella moto que nadie más supo domar. Todos los chiquillos se quejaban de la XL 160, pero él encadenaba victorias. «Fue una categoría que creamos como paso previo a los circuitos grandes, pero con una máquina muy barata, que apenas costaba 1.000 euros pero iba muy mal. Saltaban las marchas... y él ganó sobrado», recuerda Miralles.

La idea era que los pilotos pudiesen competir ya en los circuitos mundialistas sin la necesidad de que la inversión fuera desmesurada. Pero se encontraron con todos los problemas de fiabilidad posibles. «Todos se quejaban», recuerda Miralles. Y Joan Mir, ganaba, una y otra vez en un certamen que acabó celebrándose en trazados de karting: «La única carrera en la que no concluyó primero fue en Oliva».

«Le veías un talento innato para ir en moto. Y cuando está con confianza y tiene la moto en su sitio, es muy complicado ganarle en el cuerpo a cuerpo», señala Julián Miralles. Aquella máquina barata quedó en el baúl de los (malos) recuerdos, algo que no ocurrió para nada con Joan Mir, que compitió un año más con la Cuna.

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Fue en PreGP, con una moto de 125, en el año antes de que en la antesala del Mundial se compitiera también con motos de cuatro tiempos. Volvió a ganar, en lo que fue ya un acelerón definitivo hacia el Mundial. Entró en 2013 en la Red Bull Rookies Cup, certamen del que sería subcampeón el año siguiente tras una temporada de dura batalla con Jorge Martín.

En 2013, la Cuna ofreció el último servicio a Joan Mir. Fue una especie de premio a un chaval que había brillado de forma continua durante dos temporadas. «No podíamos más, pero algo había que darle», señala Julián Miralles. En el Mundial junior, se había apostado por Jorge Navarro para Moto3. El piloto de La Pobla de Vallbona llevaba la montura de carbono, pero en el Circuit Ricardo Tormo tenían el prototipo de aluminio. Para la carrera de Cheste, se puso a punto aquella montura y se le ofreció al balear, que consiguió un más que meritorio top ten.

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Aquellas actuaciones, y sobre todo su batalla con Jorge Martín, que se convertiría en el primer campeón español de la Red Bull Rookies Cup, llamaron la atención en Leopard Racing. Debutó en el Mundial en Australia, como sustituto de Hiroki Ono y el año siguiente, en 2016, ya corrió como piloto titular. En 2017 arrasó en Moto3 donde tenía como rivales a pilotos como Fenati o Canet. En Moto2 duró un año y al segundo en MotoGP está a un paso de coronarse en Valencia, donde fue el único de domar la moto mileurista.

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