La despedida de diez de Valentino Rossi en Cheste

Si Valentino Rossi no se ha reconciliado definitivamente con el Circuit Ricardo Tormo es, sencillamente, porque no quiere. 'Il Dottore' vivió la despedida soñada y merecida después de 26 años en el Mundial de MotoGP y más de 400 carreras que le han servido para forjar un palmarés con 9 títulos. Ese número, en cambio, ha sido un maleficio que, en parte, pudo romper este domingo. Quedó el 10 en su última actuación, en lo que supone todo un logro para alguien que desde verano ya estaba pensando más en el 15 de noviembre que en la siguiente cita del campeonato. Ha tenido en Bagnaia un fiel escudero para calificar en parrilla y su compatriota, como si alguien quisiera premiarle por los servicios prestados, se llevó la victoria.

Italia, por lo tanto, vivió un día de felicidad absoluta antes de empezar a digerir que este lunes es el día después de Rossi. Por don de gentes, la marcha de 'Il Dottore' es un daño irreparable para el motociclismo. Sólo un mito a la altura de los más grandes del deporte en toda la historia puede unir a 76.000 personas en un mismo color, en torno a una sola persona. Cheste ha sido amarillo todo el fin de semana pero, con las gradas llenas, la imagen era sencillamente sobrecogedora.

Con la imponente obra de Axe Colours en la fachada del edificio donde ahora está el restaurante ya acabada, la presencia de Rossi fue permanente desde que despuntó el alba. Pero no sólo por la pintura. Desde bien temprano, en la pasarela que da acceso a la tribuna de boxes que estaba a la altura del Petronas había aficionados apostados. Les interesaba más ver a Rossi, aclamarlo, captar una imagen suya para subirla en redes... que el warm up, e incluso que las carreras.

Y cuando llegó el momento, Valentino no defraudó a los suyos. «Trabajamos muy bien con el equipo y Bagnaia me ayudó mucho. Empezar en el top 10 es otra carrera. Sentí la motivación y la fuerza como si luchara por un Mundial. Piloté muy bien, con concentración, sin errores», señaló Rossi, que lo que no ha perdido ni perderá es el gen competitivo: «No quería acabar último mi última carrera. Es mi mejor actuación del año. Es un resultado muy importante para mí, puedo decir bien orgulloso que me he marchado después de quedar en el top-10 entre los mejores pilotos del mundo».

Y cuando cruzó la meta, se desató la euforia. Primero, después de la curva 1, donde todo el fin de semana ha lucido una pancarta que rezaba: 'Gràcies Vale!'. Allí pararon todos los pilotos que habían completado la carrera. Uno por uno, Rossi se fue abrazando a cada uno de ellos, dedicándoles unas escuetas palabras. Entre ellos, el valenciano Iker Lecuona, otro que se despide de MotoGP (él, con 21 años, en busca de hacer carrera en Superbikes) y que sumó un punto al quedar en el puesto 15.

'Il Dottore' aparcó su animadversión hacia el circuito. El tiempo dirá si la desempolva. Degustó la vuelta de honor con una grada entregada a él. «No lloré. Lo haré esta noche y os enviaré un vídeo», bromeo ante la insistencia de una pregunta que ya se le formuló el jueves.

Cuando entró en el pit lane, si hasta el momento ya se había desatado la euforia, sus incondicionales ya se desmelenaron. Primero los pilotos, técnicos de equipos rivales, personal de la organización... todos le esperaban para chocarle la mano o darle una palmada amistosa. El peregrinaje hasta el box lo paladeó y cuando accedió al lugar donde ha analizado tantas carreras, ha empezado a digerir éxitos y fracasos durante tantos años, ya perdió la noción del tiempo.

Rossi fue manteado, corearon canciones en su honor... se escucharon gritos, golpes, saltos... una celebración de más de dos horas, como si hubiera ganado el décimo título de campeón del mundo en Cheste. Ese que se le escapó, sobre todo, hace 15 años para coronar a Nicky Hayden y que le dejó una espina clavada que sigue pinchándole: «Volvería a hacer el fin de semana de Valencia de 2006. Me lo habría preparado mejor, me habría concentrado mejor y no me habría caído».

Es una sensación totalmente diferente a la que le dejó el Mundial de 2015, el que ganó Lorenzo con toda la polémica con Márquez. La casualidad, la misma que hizo que 14/11/21 (la fecha de ayer) sume 46, ha querido que el de Cervera no estuviera en el adiós de Rossi. Y la verdad, da la sensación de que Valentino no lo echó de menos. «Yo hice lo que pude. No fue por mi culpa. Eso fue lo peor, es mi mayor amargura. Habría sido fantástico ganar aquel campeonato, el décimo, habría alargado mi vida como campeón. Me dolió mucho», reflexionó el piloto italiano.

En la gala de final de temporada celebrada por la noche en Valencia, fue nombrado Leyenda de MotoGP. Un simple formalismo. Lo dijo él, no sin razón: es un icono. Queda en evidencia que, más de tres horas después de la carrera, aún se estuviera celebrando su décimo puesto como si hubiera ganado el título.

Eclipsó la victoria de Bagnaia y la exhibición de Ducati, la moto que intentó domar en las dos temporadas que estuvo fuera de Yamaha desde 2010. Jack Miller completó el podio y Jorge Martín, con una satélite, fue el segundo en ver cómo Ronaldo Nazario ondeaba la bandera a cuadros en Cheste.

Aunque el podio sea anecdótico, a pesar de que Rossi acaparara todas las miradas, el madrileño fue el segundo piloto más feliz del día. Le arrebató el título de rookie del año y Jorge Martín, eufórico, besó el panel que así lo proclamaba en el parque cerrado. Otro de los muchos que han pasado por la Cuna de Campeones, una fuente inagotable de talentos del motociclismo. Hasta en eso ha tenido que ver Valentino Rossi, pues muchos de los que ahora corren, empezaron queriendo ser como él. Tras el fin de su era, MotoGP busca ahora a su nuevo icono.

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