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El copiloto Raúl Ortiz y Pablo Olivas. Imagen cedida por Pablo Olivas

Pablo Olivas, de los polígonos al desierto

Valencianos en el Dakar (IV) ·

Afición desde niño: «A los 12 años hacía madrugar a mi padre los domingos para que me enseñase a conducir. Y siempre subíamos a ver tramos al Rally de Cataluña»

Domingo, 27 de diciembre 2020, 23:54

Cada domingo, el despertador sonaba a las 7 de la mañana. «Mi padre y yo nos levantábamos temprano cuando yo tenía 12 o 13 años. Le hacía que me llevase a polígonos industriales para que me enseñase a conducir», recuerda Pablo Olivas, aficionados de siempre a los deportes de motor. «Pero no tanto de las modalidades en circuito, siempre he sido más del off road. Imagino que será por la sensación de libertad y de aventura, de tener que planificar, la orientación... también solíamos subir a ver tramos del Rally de Cataluña», precisa. Cómo no, cada enero el gran pasatiempo era seguir el Dakar: «Por televisión, publicaciones escritas... lo que fuera para mantenerme informado de cómo iba la carrera». En este 2021 serán sus allegados los que estarán pendientes de cómo evoluciona el buggy con el dorsal 448.

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Pablo Olivas es un apasionado del deporte. Se le dan bien las modalidades de raqueta como el pádel y el tenis y también dedica tiempo al golf. Pero en este último año ha tenido que dar una vuelta de tuerca más. «He estado trabajando con preparador en el gimnasio, fortaleciendo el cuello, las lumbares, la zona del core y, claro está, los brazos», precisa.

El empujón definitivo hacia el Dakar se lo dio un amigo con el que coincidía en carreras menos duras en Marruecos. Pablo y Raúl Ortiz se entrenaron una vez juntos y comprobaron que congeniaban. El granadino será el copiloto, labor con la que ganó, con su padre al volante, en cuatro ocasiones la Sin Fronteras Challenge.

En Arabia Saudí el objetivo con el FN Speed es más modesto. «Nosotros decimos que vamos de paseo, pero rápido. Debemos ser cautelosos», comenta Pablo Olivas. El proyecto cuenta con bastantes patrocinadores, como Ascensores Carbonell y The Black Turtle, que les permiten ciertas comodidades como dormir cada noche en el motorhome... pero nada que ver con los grandes proyectos: «A Carlos Sainz o Fernando Alonso les dejan el coche nuevo tras cada etapa. Esta es una aventura costosa, unos 150.000 euros, lo que justifica que vayamos con prudencia. La primera semana iremos con cautela y la segunda, ya podemos apretar. Es una carrera de selección, tanto de personas como de maquinaria».

Pablo Olivas sabe cómo se las gastan este tipo de pruebas. «Este es un deporte caro que no puedes practicar hasta que no tienes unas posibilidades», apunta. En su caso, empezó gracias a su amigo Riki, con el todoterreno del padre de este, un Range Rover del 85: «Salíamos a hacer rutas, me encanta ese coche». Tanto que se compró el suyo, después de un tiempo corriendo en quads, para bajar a participar en carreras en Marruecos. Luego se pasó al buggy, más resistente y barato, hasta que ha llegado la oportunidad de ir al Dakar.

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En Valencia se queda su fan número 1, y que también tiene algo de confidente: Pablo júnior. Con 9 años, ya tiene su buggy y van juntos a los karts: «Es un clon mío, ya me dice que quiere venir al Dakar conmigo como copiloto». Al tiempo.

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