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Pilotaris en el trinquet fundado hace 152 años, lo que lo convierte en una de las instalaciones en marcha más antiguas de Europa. I. Marsilla

Los custodios de Pelayo frente a 'Chinatown'

Los deportistas destacan la buena inmersión de la comunidad china en el barrio pero reivindican que en la calle se ponga en valor la vaqueta Los pilotaris criados en el trinquet censuran los arcos asiáticos

MOISÉS RODRÍGUEZ

Sábado, 20 de marzo 2021

Cuando Antonio Reig era un niño, el debate en plena calle de Pelayo era si jugar a fútbol o a pilota. «Estábamos todos los niños del barrio ahí, se podían organizar varias partidas sin problema. Eran otros tiempos, pasaba un coche o una moto cada 20 días», recuerda Rovellet, que a sus 89 años sigue residiendo en la misma zona de siempre, a pocos metros del trinquet donde se convirtió en leyenda del deporte autóctono: «En aquellos tiempos había agencias de transporte. Entraban camiones, cargaban y se marchaban a repartir género por los pueblos».

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El trinquet junto al Tiro de la Gallina se inauguró en 1868. Entonces no estaban esos almacenes, ni siquiera el barrio. Tampoco había nacido, por tanto, Rovellet. Luego la cancha, una de las instalaciones deportivas con actividad más longevas de Europa, fue adquiriendo importancia en una Valencia y alrededores donde la pilota sí ocupaba un puesto relevante en la vida social de la ciudad. En sus muros, además de Rovellet, se han formado más pilotaris que han vestido de blanco con suerte dispar, y otros que han tenido una extensa trayectoria como aficionados. En Pelayo se han criado Fredi, Peluco, Pedro, Grau, Peluco, Pedrito, Víctor... custodios de un recinto que es la catedral de un vestigio cultural milenario.

El barrio se ha transformado varias veces. «Antes había tiendas de indumentaria valenciana», apunta Arturo Tuzón, extrinqueter de Pelayo. Hoy estas han desaparecido y quedan un puñado de negocios tradicionales: la librería París-Valencia, una papelería, la pastelería que hace esquina con la calle Xativa... «No tenemos nada contra los chinos, pero antes que ellos están los comercios y negocios de toda la vida... y además de ellos hay comercios sudamericanos, árabes o rumanos», apunta Tuzón.

El extrinqueter se opone, por tanto, al proyecto de colocar dos arcos que distingan el barrio como 'Chinatown'. Ante la iniciativa impulsada desde los proyectos participativos del Ayuntamiento, y que salió adelante con los votos de sólo 342 personas, la pilota lleva tiempo pidiendo peatonalizar el tramo de la calle Pelayo frente a su catedral y colocar estatuas de los deportistas de la vaqueta mas relevantes.

«Estos arcos son la consecuencia del abandono de los estamentos públicos hacia la pilota, que forma parte de nuestra cultura. Si tuvieran algo de sensibilidad, que de un lado y otro no tienen ninguna, esto ya sería un espacio temático de la vaqueta», lamenta Pedro López, expilotari que reside también junto al trinquet: «Yo quise venir a vivir aquí. Los chinos han llegado a ganarse la vida, que está muy bien, pero como vecino, a esta calle se la conoce por el trinquet. Se le podría cambiar hasta el nombre a Calle del Trinquet de Pelayo, que en muchos pueblos se hace».

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«Aquí hay una congregación de chinos, pero también de valencianos y una cultura a la que no se puede pasar por encima. Creo que casi todos estamos de acuerdo en peatonalizar la calle y pienso que hablando, las dos opciones tienen cabida», opina Fredi, otro pilotari criado en Pelayo.

Como José Agustín Martí 'Peluco', que nació en la zona del Mercado Central, pero que hizo todas sus diabluras de niño por el barrio junto a su aún hoy inseparable Pedro: «Estamos en uno de los pocos rincones de la ciudad donde escuchas hablar valenciano y no es un barrio chino. Más negocios asiáticos por metro cuadrado hay en Manises. Estamos en un lugar único por el trinquet, que se construyó antes que las calles».

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Enric Canet es uno de los chavales que integraron la nueva escuela de pilota de Pelayo. Estudiante de ciencias políticas se muestra contundente y reivindicativo: «Si este trinquet estuviera en Nueva York, sería lo más grande y estaría siempre lleno. Venir a la foto en las finales no es hacer pilota, ni un cartel indicativo de medio metro. Hay que mostrarlo al mundo en vez de colocar unos arcos asiáticos».

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