El Trofeu Mancomunitat de la Ribera Alta ha dejado una de las fotos más bonitas de la pilota de élite en este 2024: la de un hombre, al borde del llanto, abrazando con fuerza a Júlia Andrada, la mitger ganadora del torneo femenino de raspall. ... Se trata de Miguel, el abuelo paterno de la chica. El hombre recelaba de que su nieta jugase a pilota. La chica siempre ha hecho deporte –patinaje, natación...– y él la veía más en el tenis. Pero una vez comprobó que ella es feliz en el trinquet y se le da bien, se convirtió en su gran fan.
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«Por todos lados lo conocen. Tanto a él como a mi madre, Ana, porque me acompañan a todas las partidas», comenta la joven pilotari, que ya ha sumado dos títulos de Lliga en la demarcación de punter. A inicio de 2024 la pasaron al medio. «Esta posición me gusta más, aunque sea más complicada porque coges más juego», apunta. Llegó a la final de la Lliga y este domingo ganó el Trofeu Mancomunitat de la Ribera Alta, ampliando la colección de Miguel: «Tiene una carpeta en la que guarda todo lo que sale sobre mí: recortes de publicaciones, fotografías, los carteles de las partidas... lo que sea».
Júlia Andrada lo dice con una sonrisa cariñosa y con la satisfacción de que su familia le apoye. Porque ella apostó fuerte después de que la vaqueta la cautivase en el colegio, gracias al programa Pilota a l'Escola. «Me apunté con un amigo», recuerda. En Tavernes de la Valldigna hay minitrinquet y sólo se entrenaba con chicos. Percibió que aquello no la llenaba del todo y decidió marcharse a Xeraco. Allí se unió al grupo de tecnificación que dirige el también pilotari Canari.
«Es muy exigente, pero aprendes mucho de él», indica. Júlia siguió curtiéndose entre chicos y enamorándose cada día un poco más de la pilota. Hasta que empezó a jugar partidas de raspall, primero como punter y, este año, ya de mitger. Consolidándose como una de las referencias mientras cursaba segundo de Bachillerato y se preparaba para la prueba de acceso a la universidad. Ahora esto ha pasado y se prepara para nuevos cambios de cara al próximo curso.
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Júlia estudiará para trabajadora social: «Siempre he tenido claro que me gusta estar en contacto con personas. Dudé entre esto y magisterio». Sus estudios le van a obligar a trasladarse a Valencia, al menos durante la semana: «Ya no bajaré a Xeraco, entrenaré con otras chicas por la ciudad». También es inviable por el momento el saxofón: llegó a estudiar música en el conservatorio, pero por ahora es imposible. «Me gusta y trato de tocar alguna vez, en el futuro querría retomarlo», asegura. De momento Júlia interpreta sus melodías a golpe de vaqueta y sobre las losas del trinquet. Y mientras, su fan número uno, su abuelo Miguel, sigue recopilando sus éxitos en una colección que no deja de crecer.
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