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Julio Cabanes realiza estiramientos con los chavales de la escuela durante una competición. archivo de julio cabanes

Julio Cabanes: pilotari, científico y solidario

«Me puse en su piel, yo querría que hiciesen lo mismo» | El sobrino del mítico Genovés ha impulsado una jornada en La Llosa de Ranes para recaudar fondos a favor del pueblo ucraniano

J. A. MONTEAGUDO

Lunes, 21 de marzo 2022, 13:45

Siendo hijo de pilotari y sobrino del mejor de todos los tiempos, El Genovés, la vida de José Julio Cabanes necesariamente debía estar ligada al deporte de la pilota. Y lo está, prácticamente desde que nació y mientras duró su carrera profesional en el raspall. No alcanzó las cotas de su hermano Juan, uno de los grandes referentes de la modalidad, pero se hizo un nombre jugando como Julio del Genovés. El 'nebot de Paco' colgó pronto los guantes, con veintiocho años, porque en su otra faceta, la de científico, obtuvo una plaza fija de docencia e investigación en la Universidad de Castilla la Mancha y más concretamente en la Facultad de Medicina de Albacete, como técnico en neurobiología celular.

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La distancia y la dedicación no le hicieron perder el vínculo con la pilota. «Puede más la pasión y lo puedo compaginar porque en la Universidad trabajo quince días y libro otros quince y desde casa hago cosas», dice. La etapa como pilotari concluyó, pero continuó con la de monitor en la escuela de la Llosa de Ranes, donde este verano cumplirá treinta años formando a jóvenes. «Comencé con veinte años cuando mi padre se hizo cargo del trinquet. No sé si habrá alguna otra escuela con el mismo monitor durante tres décadas, pero para mí es una enorme satisfacción», comenta.

Julio además es solidario. El trinquet de la Llosa de Ranes acogerá el próximo 10 abril una jornada para recaudar fondos que se destinarán a alguna de las asociaciones sin ánimo de lucro, contrastada y fiable, que están ayudando a los afectados de la guerra en Ucrania. La sesión constará, al menos, de una partida de raspall femenino y otra de primeras figuras del raspall, aunque se está trabajando para ofrecer alguna que otra sorpresa que haga más atractiva la jornada para la afición.

La iniciativa surgió desde el Club de Pilota de la Llosa de Ranes, del que Julio también es presidente. De hecho, la idea fue suya. «Pero al momento fue asumida por la gente del club, donde estamos muy bien avenidos. Por tanto es una iniciativa del club, totalmente respaldada por el Ayuntamiento, la Fundació y el trinqueter Balduino. También la hemos hecho extensiva a otros ayuntamientos y a la Federació, y ya me han manifestado su predisposición a colaborar», señala: «La pilota siempre ha sido solidaria. Yo me puse en la piel de la gente que está sufriendo la guerra y pensé que si me pasará a mí, si tuviera que separarme de mi familia, querría tener la tranquilidad de que van a tener ayuda y van a estar atendidos. Y ya que no salía ninguna iniciativa de este tipo en la pilota, lo propuse y ya estamos trabajando en ello».

A Julio le entusiasma transmitir sus conocimientos. Por sus manos han pasado figuras que hicieron cosas importantes en el profesionalismo como Moncho, Pepe (Guadi) o Sidahmed. También figuras del momento como Ian o Sanchis: «De la etapa en la que compartía escuela con el Moro en la que juntábamos a los chavales de diversas poblaciones. Y seguro que habrá otros muy conocidos que ahora no recuerdo porque treinta años dan para mucho».

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En la actualidad trabaja con once jóvenes y una niña: «Está en pre benjamines y es un sol. Tengo un grupo que me ilusiona mucho. Un equipo ha quedado campeón provincial y un chaval ha sido vencedor autonómico individual». «También hay algún caso curioso como el de Max, canadiense, apenas habla castellano y mucho menos valenciano. Pero con el spanglish estoy consiguiendo que aprenda a jugar. Es alevín de segundo año que impone nada más verlo porque mide 1.85 y pesa más de cien kilos. De pie gasta un cuarenta y ocho. Su familia vino del Canadá a Xàtiva, su madre se puso en contacto conmigo a través de Facebook y ahí está, de momento pasándoselo bien. A ver si cuaja», explica.

De otros componentes de la escuela, sin decir nombres para no meter presión, Julio Cabanes espera que lleguen a profesionales. «Si a alguien le pica el bicho de jugar voy a muerte con él y me atrevería a decir que me corto la coleta como monitor si alguno no llega a vestir de blanco».

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Su método es particular y funciona. «La prioridad es que la escuela no sea una obligación sino un tiempo para pasarlo bien. Además soy de trabajar con grupos reducidos. No veo eso de meter a un montón niños a jugar veinte minutos dentro de un trinquet y prefiero que tengan una atención personalizada. Por eso no he tenido nunca más de quince alumnos. Ahora son doce y cuando he tenido los quince y ha venido alguien preguntando he preferido enviarlo a alguna otra escuela en la que sé que lo van a tratar bien».

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