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Puede que tenga algo que ver el agua del Júcar, pero lo que sí debe descartarse es que sea fruto de la casualidad. Almussafes, el primer pueblo de la Ribera Baixa desde Valencia, es tierra de deportistas. «Están también los futbolistas Pablo Marí y Abel Ruiz, la arquera Nerea López... hay muchos y en un municipio tan pequeño es complicado», indica Laura Méndez. A la lista se debe añadir a la atleta internacional y al pilotari Lluís De la Vega: «Hay instalaciones de tenis, pilota... y apoyan mucho a modalidades como la gimnasia rítmica».
Laura y Lluís se llevan diez años (ella tiene 32 y él, 22). Apenas se conocen de vista porque ella ahora reside en Sagunto, donde se entrena a las órdenes de Manolo Ripollés. También son pareja y afirman que lo llevan bien. «¿Enfadarnos porque le apriete? ¡Es ella la que me pide que le dé más caña!», afirma el técnico. «Al final, tienes que estar con alguien que tenga tus mismos objetivos, de lo contrario se hace complicado. Te ves obligado a decir 'no' a muchas cosas y a veces eso es difícil que lo entiendan», comenta la atleta.
El encuentro se produce en el polideportivo de Almussafes días después de que uno y otro deportista tocaran el cielo tras competir más de dos horas. Fue lo que necesitó Lluís De la Vega para alzar la Lliga de escala i corda junto a Javi y Carlos. «¡No sabía que durasen tanto!», exclama Laura Méndez. «Cuando juego yo siempre pasa, no sé por qué», desliza el resto con media sonrisa.
Al día siguiente de esa partida, el domingo 18, Laura Méndez logró la mínima olímpica en maratón. Lo hizo en Twente, con una marca de 2.29.28 en su debut en la distancia. «En la recta pensé: '¡lo tienes, aprieta!'. Cuando pasé por debajo del arco sabía que lo conseguía», recuerda la atleta del Playas de Castellón. «Un maratón a 3.30 el kilómetro es de otro planeta. Para mi oposición de bombero tengo que correr 3 a 4 minutos y ya me parece una pasada...», apunta De la Vega.
El pilotari aprovecha la ocasión para pedirle consejo a Laura Méndez sobre cómo afrontar esa prueba: «Me está costando bastante. Lo apruebo, pero quiero más nota. Me doy cuenta de que si bajo las pulsaciones, la cosa me fluye más». «El secreto está en mantener las pulsaciones estables, cuando se disparan se sube también el lactato. Eso puedes hacerlo al final, cuando ya vas a darlo todo. La gente se equivoca en querer ir rápido cuando no toca y es cuando revienta», constata la atleta.
De la Vega admite que, junto a Ismael Vidal 'Fageca', su entrenador, se fija en otras modalidades, como el pádel o el tenis: «El golpeo, la forma de arrancar y frenar, la prevención para el hombro, el trabajo anaeróbico...». En cambio, Laura Méndez reconoce que no interactúa demasiado con otros deportes: «En el instituto sí que hicimos pilota. Jugamos a raspall, vinimos al frontón... y me gustaba. ¡Es que a mí me atraen todos los deportes!».
Laura Méndez, respecto a esa preparación de élite, da la clave de la diferencia, por ejemplo, con un pilotari: «Es que el atletismo es un poco el fundamento de todos, necesitas una base aeróbica». Por ejemplo, Manolo Ripollés ha preparado a jugadores del Fertiberia de balonmano... e incluso ha hecho sus pinitos con la pilota. «Yo estaba de coordinador de deportes de Sagunto y cuando Dani se enteró que era entrenador, me pidió que le preparase. Jugaba con Álvaro y decía que le exigía mucho, que necesitaba estar fuerte. Sobre todo hacía esprints, rutinas de fuerza... trabajamos casi tres años», recuerda él. «Dani ha sido lo máximo, de los mejores mirgers», subraya Lluís De la Vega.
El pilotari comparte un café. Manolo Ripollés y Laura Méndez no toman nada, guardan estrictamente la distancia de seguridad y ni se tocan la mascarilla en toda la charla. «Llevo un año sin estar con mis amigos. No me junto con nadie y ahora, de cara a Tokio, menos. Das un positivo y no corres», apunta la atleta. Al final, ambos constatan que el éxito del deportista de élite no es cosa de la casualidad, sino del trabajo y de bastantes renuncias. «Tienes que hacer muchos sacrificios y buscar los momentos que te permita la temporada», concluye De la Vega.
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