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MOISÉS RODRÍGUEZ
Lunes, 18 de diciembre 2017, 00:51
valencia. Victoria Díez tiene 16 años y es la envidia de Carlos, su hermano mellizo. Hasta ahora, han ido casi siempre de la mano. «En clase no nos sentamos juntos... ¡menos mal!», comenta ella. Su idilio con la vaqueta es un pequeño triunfo del programa Pilota a l'Escola. Conocieron el deporte autóctono en el colegio y esa misma tarde se las apañaron para empezar a practicarlo en casa. «Jugábamos en el pasillo y al final nos apuntaron porque hacíamos mucho ruido», recuerda la joven, que apunta: «Mi hermano lo puede hacer muy bien en el one wall». Ella es la mejor jugadora de 2017. Doble campeona individual de raspall (el de tecnificación sub-19 y de clubes) y tercera en el Mundial de Colombia (en la modalidad de una pared, en el equipo que formaba con Ana de Borbotó, Mónica y Mar). Ayer puso la guinda a un año casi perfecto al ganar en compañía de Mar el Autonómico de raspall. «Conseguirlo todo me parecía difícil. Me alegro, pero exteriorizarlo me cuesta. Soy callada», admite.
Una vez se le tira de la lengua, Victoria Díez se muestra ambiciosa. Sabe que 2017 es a día de hoy prácticamente insuperable. Para el nuevo año, el dilema lo tiene en verano. «Mi padre nos dijo de enviarnos un año a estudiar fuera», apunta. Mientras esto ocurre, ella lo que quiere es viajar en busca de nuevas experiencias en el deporte que practica. «Ya con el Mundial me dijeron que me lo pensara, pero que fuera porque eso no ocurre siempre», señala. Para 2018, está entre un torneo planetario en Estados Unidos y el Europeo: «Veremos si cuentan conmigo para ir a Holanda».
A ella le gustó la experiencia porque pudo enfrentarse con jugadoras americanas. «En el futuro quiero ir a Nueva York. Allí hay más nivel y están las jugadoras que no participan en los torneos internacionales. Me encantaría conocer otro estilo de pelota a mano», indica Victoria Díez. Colombia le sirvió también para tener un primer contacto con los profesionales: «Son la referencia para todos los que practicamos este deporte y, al principio, me impresionó un poco. Me daba vergüenza. Pensaba que eran más formales, me sorprendió».
Victoria Díez demuestra en todo momento que los jugadores del trinquet son el espejo en el que quiere mirarse. «Me gustaría ir a ver más partidas, pero no tengo demasiado tiempo», admite. Había tenido la oportunidad de ver actuar en directo a Moltó y a Pere Roc II. En San Juan de Pasto, aunque a otras modalidades, comprobó el nivel de los pilotaris profesionales y lanzó un órdago: considera que, algún día, las chicas también pueden llegar a serlo. «Igual jugar tanto como ellos, por la fuerza, a lo mejor no. Sin embargo, creo que podríamos dar espectáculo, sería entretenido», afirma.
Aplaude que poco a poco las jugadoras de raspall tengan oportunidades en los trinquets importantes. Por ejemplo, que Pelayo vaya a organizar partidas y torneos femeninos. Ella ha actuado un par de veces en la catedral, en la Supercopa y en la final del Individual de tecnificación: «Es enorme e impresiona, porque nosotras estamos acostumbradas a que a las partidas vaya la gente del pueblo. Deberían darnos más oportunidades».
En ese sentido, ante la pregunta de su las mujeres están discriminadas en la pilota, no duda. «Un poco sí. Para que en el futuro estemos igual que los chicos, necesitamos que nos respalden. Precisamos ese apoyo, y es cierto que la Federació está poniendo de su parte», comenta Victoria Díez. En ese sentido, la semana pasada se anunció que en 2018 se va a poner en marcha por primera vez un programa de tecnificación femenina en raspall.
Victoria admite que, además del respaldo, si las mujeres quieren equipararse a los hombres en la pilota tendrán que poner de su parte. «Nosotras debemos seguir jugando y esforzándonos. Poner todo de nuestra parte. Yo creo que si nos sacrificamos, conseguiremos que haya chicas profesionales», vaticina.
Y es lo que ella quiere hacer. Este curso estudia Primero de Bachiller. El nivel académico se va a elevar en los próximos meses y luego quiere hacer la carrera de Biomedicina. «Me gustaría poder investigar la cura de enfermedades contra el cáncer. En la medida de lo posible, no quiero abandonar la pilota, me encantaría seguir jugando», apunta.
Ella de momento no renuncia a nada. A veces hace pesas en casa y por el momento se entrena casi a diario. Aunque sea tímida, callada, Victoria sabe que en pocos meses se ha convertido en referente. No en vano, por títulos, ha sido la mejor jugadora de este año.
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