En la factoría de Pepsico en Vitoria, los trabajadores se han acostumbrado a ver a Óscar Téllez manejar una carretilla con especial soltura. «Me han ... gustado desde pequeño. En mi familia han sido camioneros. Mi padre llevaba siempre maquinaria como apisonadoras en los camiones y las tenía que descargar y yo de pequeño ya las cogía. Siempre se me ha dado bien, he tenido maña para ese tipo de cosas», afirma el madrileño, de 48 años. Sin embargo, desde aquellos coqueteos siendo crío hasta la actualidad ha vivido experiencias que nada tienen que ver con el mundo de las elevadoras. Alcanzó la gloria como futbolista. Debutó en Primera División con la camiseta del Valencia, se convirtió en el héroe de un Deportivo Alavés que se plantó en la final de la Copa del al UEFA en 2001 y se hizo hueco en la selección española de José Antonio Camacho. Colgó las botas de forma prematura y se asomó al abismo, ya que una deficiente gestión económica le condujo a la ruina. Tuvo que reinventarse. Y lo hizo sin que se le cayeran los anillos. Sin traumas. Ahora, con la misma felicidad con la que ayudaba a su progenitor, disfruta de la humildad.
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«En Pepsico soy eventual, un puesto bajo. Cogemos unas carretillas que nunca había visto, con cuatro uñas. A mí siempre me han gustado las carretillas, los coches-grúas y todo ese tipo de cosas», comenta Téllez, quien ha pasado por diferentes empleos en los últimos diez años. Tras trabajar en un almacén en Guadalajara, ejerció como maletero en el aeropuerto de Barajas. Este oficio llegó a compaginarlo con el de repartidor en unas pollerías que eran propiedad de un amigo. Iba en camión. Posteriormente, regresó a Vitoria, donde ha pasado por empresas como Kaiku y DHL.
«En Vitoria, a día de hoy, sigo siendo bastante popular. Cuando vas a un trabajo la gente se sorprende. Pero te tienen que juzgar por lo que haces y por lo que eres. En Vitoria me relaciono con muchísima gente, voy al campo del Alavés, voy con mis amigos y me junto con todo el mundo. Aquí soy uno más, tengo una relación y llevo seis años otra vez en Vitoria. Al final, cuando tú tomas las cosas con naturalidad, la gente lo vive con naturalidad», explica Téllez, encantado con su actual situación laboral y personal.
«Tengo una estabilidad emocional. Cuando pasan estas cosas y te tienes que poner a trabajar eres un poco la mirada de todo el mundo. Han visto que eras futbolista y llevabas buenos coches, y verte trabajar por un sueldo... Y al final eres la comidilla. Pero es cuestión de tiempo. La gente luego se va habituando y cuando te va conociendo al final lo toma con naturalidad. Es cuestión de dar tiempo a la gente para que acepte tu nuevo rol», añade con orgullo.
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Con 31 años, Téllez dejó el fútbol: «Vivimos una experiencia con Dmitri Peterman y yo fui un poco su cacique. Al final se acabó. El año que rescindí el contrato se acabó el fútbol, no quise jugar más. Mi personalidad, para lo bueno y para lo malo, creo que me ha dado más cosas buenas que malas. Me molesta entre comillas que me traten como a un dios. No soy un dios. Sólo he jugado al fútbol. Y he tenido la gran suerte de poder jugar donde yo he querido». Una mentalidad insólita en el fútbol moderno.
Al retirarse, el madrileño se percató de que su situación financiera se había descontrolado. «Yo no llevaba nada. También me desocupé bastante porque he sido desordenado. Tenía inversiones en inmuebles. Y puse negocios a mi madre como peluquerías e inmobiliarias y todo se fue cayendo. Cuando mi madre fallece, empieza a salir cómo están las cosas, porque la que gestionaba todo era ella sin preparación ni formación. Empieza a salir todo el berenjenal. Y dije: 'A trabajar'. No me quedaban más narices. No nos llegaba para los gastos que teníamos que asumir. Te encuentras fuera del fútbol, con una situación delicada, me llega un divorcio… No me ha supuesto nada tener que trabajar por 1.500 euros o lo que sea. No sufro. Soy una persona bastante activa».
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Lejos de derrumbarse, Téllez se remangó: «Yo salí por mi cuenta de esa vorágine. Yo no me preparé para la salida del fútbol. Lo mío fue un día que ya no jugaba más y no me preparé para lo que venía después. No supimos gestionar de buena forma ese patrimonio que pudimos hacer. Lo único bueno que tengo yo es que no me escondo, lo tomo con naturalidad. Ha habido una debacle económica, pero no me hizo tanto daño. Para mí, el dinero en sí, tampoco es algo tan importante. Nunca lo ha sido y ahora tampoco lo es». Apuesta por la sencillez, sin añorar los lujos que sí podía permitirse antes: «No necesito de una gran cantidad de dinero para estar bien y feliz. Es más, en mi caso he encontrado más la felicidad después de esto que con dinero. Cuando ya he regularizado mi situación y soy una persona como cualquier otra que se tiene que ganar su sueldo realizando cualquier trabajo, he encontrado más paz y tranquilidad que incluso cuando jugaba. Yo no lo considero un drama, pero mucha gente sí que lo considera un drama. Hay muchísimos exjugadores que están en mi situación pero les cuesta aceptarlo».
Y se lanzó a la aventura: «En el mundo laboral no tenía mucha idea. Tenía predisposición a trabajar en lo que fuera. Te plantas con 40 años y resulta que no tienes formación en nada. Yo he jugado a fútbol, casi ni estudiaba. Cuando me puse a trabajar no tenía reparo. Me daba igual cualquier cosa. Para eso siempre he tenido una buena actitud. No tengo experiencia en nada pero sí que tengo mucha actitud y mucha voluntad. Al final, por muchos amigos que voy teniendo, me ayudan. Y así he ido. Seguimos de pie y hacia delante».
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Cuando regresó a Vitoria para trabajar, lo hizo con un sueño: el de ejercer como entrenador en las categorías inferiores del Alavés. Tenía el carnet. Llamó a la puerta del club babazorro, pero no encontró la respuesta esperada. Fue una decepción para Téllez, quien ahora se ha involucrado en un proyecto con el objetivo de volver al mundo del fútbol a través de la formación.
«Estamos haciendo una academia de fútbol. Es una cosa que no hay en Vitoria. Tenemos una buena idea y a ver si la podemos ir culminando poco a poco. Ya hemos empezado, pero despacito. Esto no es para hacerte rico, pero sí para estar en el mundo del fútbol. Me gusta el fútbol de formación. En esto sí que tengo experiencia y considero que sé y que sé enseñar. A ver si nos sale bien. Lo llevo con dos socios, y uno es el hermano de Joseba Beloki, Gorka Beloki. Tenemos ilusión por aportar algo más y colaborar con la ciudad y sentirme un poquito realizado», apunta.
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En Vitoria, le siguen idolatrando: «He sido de los jugadores con más repercusión de la historia del Alavés con Javi Moreno, Cosmin Contra y jugadores de antaño. La gente a día de hoy me sigo sacando fotos con gente. Y eso, cuando ya no estás jugando, te da un plus de energía». En cambio, su paso por el Valencia de Claudio Ranieri, resultó efímero: «Aquel año con Claudio Ranieri, en que yo era joven, impetuoso, me quería comer el mundo, no recibí bajo mi prisma las oportunidades que yo merecía. Me fui cedido al Villarreal y cuando volví quise volver a Vitoria». Regresó al Alavés, donde le aguardaba el éxito y acabaría marcando una época: «A mí nadie me echó del Valencia ni nada por el estilo. Yo era joven y con buena proyección, pero me quise venir a Vitoria. Y fui tan pesado que al final me vine a Vitoria. Y en Vitoria me quedé para el resto de la carrera que hice. Y no me quise mover de aquí. Ni bajando a Segunda. Era feliz aquí. Mi familia era feliz. No necesitaba más dinero ni más prestigio ni jugar en Primera División. Igual he sido un jugador atípico o he sido tonto».
Vitoria, además, deparaba una sorpresa para Téllez a nivel personal. Tiene una relación sentimental con Ainoa que surgió de una curiosa manera: «Llevamos seis años. Nos conocimos cuando vine a Vitoria. Me conocía porque era fan mía. Es socia del Alavés de toda la vida y me quería conocer para sacarnos una foto. Como yo no tengo redes sociales ni nada, no podía contactar conmigo. Me lo dijo una amiga en común y nos conocimos para hacer una foto. A día de hoy estamos viviendo juntos. Estoy viviendo con una chica que ha sido fan mía». Se siente pletórico: «Aquí solamente me faltarían dos cosas, que son mis hijas, que están viviendo en Madrid. Por todo lo demás, si existe la plenitud, para mí es lo que estoy viviendo estos últimos años».
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Después de la turbulenta época atravesada, Téllez realiza una reflexión y apuesta por iniciativas que ayuden a los jugadores a preparar su retirada: «Al futbolista, esa fama le surge casi de repente. A veces no hay un proceso en que puedas ir digiriéndola poco a poco. Están endiosados cuando no tienen que estar endiosados. Más que un médico, que salva vidas. Y eso al final es complicado. Cuando esto se acaba, esa repercusión social se diluye. Y llega un punto en que eso termina acabándose. Y eso es muy complicado de gestionar. La Federación o la Liga tendrían que preocuparse un poco y poner a disposición de los jugadores psicólogos, psiquiatras, abogados y demás para gestionar esa salida. Habrá muchos que no lo necesiten, pero otros sí. Llegan muchos jugadores de familias totalmente desestructuradas. Y haber ganado dinero en una etapa corta no te garantiza que sigas teniendo éxito toda tu vida».
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