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yolanda veiga
Sábado, 18 de julio 2015, 22:03
En 1997, Serena Williams (16 años entonces, puesto 304 de la clasificación) le ganó el primer partido a Mónica Seles (número dos del mundo). Ese año, Garbiñe Muguruza empezó con las clases de tenis en el club Mampote de Guarenas, a 5 kilómetros de su casa en Guatire, una ciudad del norte de Venezuela que vivió mucho tiempo de la caña de azúcar y del café y hoy tiene una importante industria textil. En el club ya no se acuerdan de aquella chiquilla menuda que luego daría el estirón.
Un buen inglés. Habla más castellano que catalán. Chapurrea un poquito de euskera y da muchas ruedas de prensa en inglés.
Sobre ruedas. Antes conducía un Kia blanco y ahora va al volante de un Porsche.
Una peli. Contó a los periodistas que el otro día se relajó viendo El silencio de los corderos por la tele. Cuando quiere activarse, se pone música. Desde ópera, a pop, reggae, reggaeton... Toca la guitarra de oído y es repostera aficionada.
9º. en la clasificación Mundial. Antes de la final de Wimbledom estaba en el puesto 20. La número uno es Serena Williams.
1,3 millones de euros gana la subcampeona del prestigioso torneo. Serena Williams se ha embolsado el doble 2,6 millones.
En sentido literal mide 1,82, y figurado. El sábado cayó en la hierba de Wimbledon frente a Serena Williams, su ídolo. Una derrota dulce como los postres que prepara y que ha colocado en el puesto 9 de la WTA a la pupila de Alejo Mancisidor, que la entrena desde hace casi tres años. Cierra el top ten Carla Suárez, en una reedición nostálgica del ilusionante tándem que formaron Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez a finales de los 90. Carla y Garbiñe son amigas, compañeras de pista y compatriotas. Porque Muguruza, de madre venezolana y padre vasco (él nació en Eibar, aunque vive mucho tiempo en Caracas, dedicado al negocio de la maquinaria), tiene doble nacionalidad, pero ha elegido jugar con los colores de España.
Llegó a Barcelona con 6 años. Del club Mampote a la academia que fundó en 1986 Luis Bruguera, padre del tenista Sergi Bruguera. «Era una cría pequeñaja y delgada, pero con las piernas largas. Siempre sonreía y nunca la vi sufrir en la cancha: es competitiva, pero se divierte jugando. Tiene un físico perfecto para el saque, aunque con esa altura cuesta más bajar las rodillas». Alexandra Kravets, responsable del departamento de marketing de la escuela, también coqueteó en su momento con la idea de ganar a Serena Williams. Muguruza todavía está a tiempo.
De eso están convencidas ella y la número uno del mundo, que el sábado consoló a Garbiñe con una promesa: «Muy pronto tendrás este trofeo en tus manos». Le acabaron por convencer los titulares del día siguiente Tiene cualidad de estrella, el aire de ser una ganadora, escribía el cronista de The Sunday Times y los aplausos del graderío. Lleno en la catedral del tenis, 15.000 personas en una tarde deliciosamente templada: 25 grados. Sus padres no estaban.
Es una parte del ritual... otra es escuchar a David Getta antes de los partidos: «No vamos a decir ni pío. No queremos romper la racha», se disculpaba por teléfono el viernes su tía Begoña, un día antes del partido. Su padre tampoco quiso hablar y ayer ni siquiera cogían el teléfono en casa, en Santa Coloma de Cervelló, un pueblo de 8.038 habitantes a 23 kilómetros de Barcelona. Allí aprendió Garbiñe catalán (el euskera solo lo chapurrea). También a andar en bicicleta, a construir cabañas en la zona de los olivos... por allí callejeaba en las fiestas de San Roque (15 de agosto).
Aunque fue a pocas verbenas. Porque todo el tiempo se lo entregaba voluntariamente al tenis. Salvo cuando estaba en el colegio, claro: estudió varios años en la escuela Montpedrós, donde ayer la recordaban como «una buena alumna». «Entrenábamos de nueve a doce de la mañana, hora y media para comer y vuelta al entrenamiento hasta las cuatro y media de la tarde», se acuerda Alexandra, que no llegó a coincidir en la pista con Garbiñe porque le lleva diez años. Ella es quinta de sus hermanos, Asier e Igor, que también jugaron al tenis.
No eran malos, pero la promesa siempre fue ella. «Mi marido iba al club y un día me dijo: Ostras, Garbiñe es buena. Esta chiquita llegará lejos», cuenta una vecina de la urbanización donde vive la deportista, a «dos minutos andando» de la academia de tenis. Don y entrega: «Hace cinco o seis años la familia fue de vacaciones a Caracas y ella enseguida quiso regresar. Decía que allí se aburría, que quería volver para jugar al tenis».
La anécdota la rescata Blanca Mendoza, dueña de la tintorería que lava la ropa de los alumnos del club de tenis y amiga de Scarlet Blanco, la madre de Garbiñe. «La vi la semana pasada. Me dijo que no podía salir ni a la calle». Blanca tiene un hijo de 22 años y les llevaban «a la catequesis». «También hicieron juntos la comunión. Garbiñe es muy linda, muy luchadora. Una chica muy fina, la tienes que ver cuando se quita la ropa deportiva y viste de calle...». Ella no pudo ver el partido porque lo dio la televisión de pago. «Luego supe que el vecino sí tiene el Plus. Ya le dije: ¿por qué no me has avisado?». Pero la ha visto en el telediario: «Me tiene embobada. Aquí la queremos mucho. Se lo merece. Su ilusión era jugar contra Serena Williams y la próxima vez le ganará».
Ya lo hizo el año pasado, en Roland Garros (6-2 y 6-2), el mismo día que su hermana Venus Williams caía derrotada por la eslovaca Anna Schmiedlova. Entonces Muguruza era la 35 del mundo y aquello no era una final. La del sábado sí y Serena no perdonó: 6-4, 6-4. Sexto Wimbledon para la estadounidense, 21 Grand Slam, a uno del récord de la alemana Steffi Graf: 22 títulos entre 1987 y 1999.
«Le ha faltado cocción»
Serena Williams se ha embolsado 2,6 millones con la victoria de Wimbledon y Muguruza la mitad, pero lleva acumulados 2,3 millones de torneos anteriores. No le faltan tampoco patrocinadores: BBVA y Adidas. Y a partir de ahora la van a cortejar más. «Wimbledon ha aumentado su popularidad y ella tiene un potencial alto». Santiago Mollinedo dirige la empresa Personality Media, que asesora a las empresas sobre los famosos mejor valorados (el favorito es Rafa Nadal). Hacen encuestas periódicas, pero la última es de hace tres semanas, cuando la tenista hispano venezolana era solo una aspirante y no la «nueva estrella», como reconoció con tono aséptico una comentarista deportiva inglesa. «Antes de Wimbledon solo la conocían el 16% de los españoles, especialmente los hombres mayores de 45 años, el colectivo que más tenis ve. Pero los que saben quién es le ponen una nota bastante alta, un 7,16. En la próxima encuesta notaremos un subidoncillo. Aunque tampoco será algo llamativo, que Mireia Belmonte tuvo que ganar un racimo de medallas antes de llegar al nivel de popularidad que tiene ahora: le conoce el 80% de la población».
Ayer, en cinco horas, la cuenta de Twitter de Muguruza ganó 300 seguidores, uno por minuto, lo que da una idea del eco de lo que ha sucedido en Londres. Ella sigue por la red social a casi todos los tenistas (la propia Serena Williams, Federer, Conchita Martínez, Verdasco...), a un arcoiris de futbolistas (Neymar, Ramos, Villa...) y a cantantes como Bisbal, Café Quijano o Rihanna, aunque en su móvil suena de melodía Entre dos aguas, de Paco de Lucía. En Twitter y Facebook va Muguruza dando pistas de qué hay más allá del tenis: pasión por la moda y por la repostería. Y hay un vídeo de ella preparando un flan. «Le ha faltado cocción...». Garbiñe estalla en una carcajada y se le dibuja los hoyuelos de las mejillas. No solo se divierte en la cancha.
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