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LOURDES MARTÍ
Valencia
Sábado, 30 de marzo 2019
Vicente Cabo tiene once años. Él es uno de los 1.200 niños que participan en el Valencia Tennis Tour, uno de los torneos más importantes del país. Vicente es de Moncada y la raqueta es su mejor amiga desde que tiene cuatro años. Está habituado a competir. Aunque la bola de partido más importante de su vida la ganó nada más llegar al mundo. «Tuvo un pequeño problema al nacer que le provocó un neumotórax pulmonar, debido a un esfuerzo respiratorio. Estuvo 21 días en la UCI del hospital con respiración artificial y una gran cantidad de fármacos porque su vida corría un serio peligro», relata su padre, Vicente, que prosigue: «Después de todo esto y las pruebas pertinentes se le dio el alta y todo parecía normal, pero cuando tenía aproximadamente dos años veíamos que algo no iba bien y decidimos hacer varias pruebas. Una de ellas detectó que tenía una pérdida auditiva profunda (95%) en los dos oídos debido a los efectos secundarios de la medicación».
A los seis años se le hizo el primer implante coclear y dos años después, el segundo. «El esfuerzo que tiene que hacer para intentar seguir el ritmo de estudios de sus compañeros (oyentes normales), le ha creado un hábito de estudio muy bueno que se ve reflejado en las notas y consigue estar por encima de la media de su clase. Es un niño que desde muy pequeño ha tenido que asistir a muchas clases de logopedia, refuerzos escolares, múltiples visitas al otorrino para ir controlando su evolución y dos operaciones importantes para colocar los implantes cocleares actuales, pero esto no le ha impedido intentar ser un niño normal», explica. Vicente ya es un habitual en los torneos de tenis. Con su esfuerzo se ha adaptado a un mundo en el que ha encajado perfectamente. «Al principio, cuando jugaba algún torneo, tuvo alguna incomodidad, por ejemplo cuando cantaban fuera una bola, pero ya está más que superado». También han tenido un papel fundamental en la adaptación de Vicente sus entrenadores: «Siempre han colaborado en nuestras indicaciones y lo han tratado como un más. Es preferible cuando se trabaja un ejercicio que nunca sea el primero, de esa manera puede observar el procedimiento. Además, cuando se le explica algo a ser posible deben estar de frente y no hablar muy rápido», prosigue. Vicente ha aprendido los movimientos de forma visual, un sentido que tiene especialmente desarrollado. En su casa tiene también un espejo donde mirarse. Su hermano Aarón tiene 19 años y actualmente disfruta de una beca tenística en una Universidad de Carolina del Norte, en los Estados Unidos. «Lo admira mucho. Aarón también empezó con cuatro años a jugar y claro, su hermano, acostumbrado a verlo, quiso jugar al mismo deporte. Lo admira mucho», dice Vicente.
Aunque viven en Moncada, se desplazan a Algemesí cuatro días a a la semana para entrenarse allí. Vicente hijo se ha sentido totalmente integrado. «Al principio los compañeros le preguntaban mucho, les causaba curiosidad, es normal, y querían saber más», dice su padre, quien agradece a la Asociación ASPAS la «ayuda y apoyo» que reciben los familiares de niños sordos: «Es muy importante para que puedan hacer una vida normal. También hacen un gran trabajo en el colegio Sagrada Familia al que asiste Vicente desde que tenía 3 años, un colegio de integración de niños sordos y con su dedicación, perseverancia y la involucración de todos los profesionales que están a su alrededor hacen que en este caso Vicente se sienta uno más en esta sociedad».
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