Detrás del exitoso fenómeno de Carlos Alcaraz hay un maestro valenciano que ha curtido a la mejor raqueta actual española. Y sabe del tema, puesto que durante una época, él mismo fue esa mejor raqueta. Hablamos lógicamente de Juan Carlos Ferrero (Ontinyent, 12-2-1980). El mejor tenista valenciano de la historia se forjó en la que hoy en día es la academia que lleva su nombre (JC Ferrero Equelite), fundada en 1980 por Antonio Martínez Cascales, su primer entrenador. Diez años después de la apertura de dicha academia llegó el hombre que lo cambió todo. Ferrero, con 10 años y tras iniciarse en el tenis gracias a su abuelo, comenzó sus entrenamientos en Villena, que dieron sus frutos cuatro años después en 1994 cuando se convirtió en el campeón de España infantil, lo que le repercutió el premio al mejor deportista promesa por la Diputación de Alicante, que sería la antesala de sus grandes éxitos. En 1998, con la mayoría de edad, daría comienzo la carrera profesional de 'Juanki'.
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Sus primeros pasos en el circuito profesional fueron en los torneos Challenger, la segunda división digamos del tenis mundial. Hasta que en marzo de 1999 mostró su carta de presentación en el torneo de Casablanca. Llegó a semifinales y logró su primer gran botín de puntos para ir escalando en el ranking. Una tercera ronda en el Godó, dos finales de Challenger y otros dos títulos de dicho nivel le permitieron meterse en el top-100 antes del fin de año, lo que le permitió disputar su primer Grand Slam: el US Open de 1999. Cayó en primera ronda, pero empezó a experimentar lo que era jugar en los grandes escenarios. Una semana después, se alzó con su primer torneo ATP en Mallorca. Con la llegada del nuevo milenio en el 2000, empezó a destacar en los torneos de tierra batida, su superficie fetén. Unas semifinales en Roland Garros en su primera participación fueron el aviso de que 'Ferri' iba en serio, como demostró en la Copa Davis. Aquel curso lo terminó a las puertas del top-10 del ranking, condición que adquirió tras alzar el título de Estoril en 2001.
Aquella primavera fue la confirmación de Ferrero, que levantó títulos consecutivos en Barcelona y Roma (su primer Masters 1000), además de hacer final en Hamburgo y otras semifinales en París. Ya consolidado como uno de los mejores del momento, jugó su primera Copa de Maestros. En 2002 llegó a su primera final de Grand Slam, cómo no, en Roland Garros. Pero tuvo que morder el polvo ante Albert Costa para aprender y mejorar. Un año después, ante el sorprendente neerlandés Martin Verkerk, alzó su primer grande en la arcilla parisina. El mayor éxito de su carrera, junto con la final que alcanzó en el US Open (cayó ante Andy Roddick) le permitió sumar los suficientes puntos para alcanzar el número uno del mundo. En ese puesto de la clasificación de la ATP se mantuvo ocho semanas. Desde septiembre hasta noviembre de 2003 no había nadie mejor que aquel chico de Ontinyent formado en Villena. Por ese motivo recibió el Premio Príncipe Felipe al mejor deportista español del 2003. Único valenciano en lograr este reconocimiento, por cierto. 479 victorias y 262 derrotas como profesional. 16 títulos de la ATP y casi 14 millones de dólares ganados en premios. Campeón de la Copa Davis en 2000, 2004 y 2009. Un Grand Slam y dos finales, cuatro Masters 1000 y un número uno del mundo.
Juan Carlos Ferrero se labró un nombre propio, e incluso después de retirarse, se ha empeñado en seguir engrandeciendo al tenis español como maestro de Carlos Alcaraz, al que ya ha guiado a más éxitos de los que obtuvo el propio 'Juanki'. En lo personal, Ferrero es una persona deportista desde la infancia que tras su retirada en 2012, sigue cuidándose: minucioso con la nutrición, sigue jugando a tenis y pádel, incluso haciendo sus pinitos en pachangas de fútbol. Se ha atrevido desde siempre con cualquier modalidad, incluso con la pilota. Ahora, progresa en el golf. Eso sí, Ferrero siempre ha sido serio, incluso algo áspero de puertas hacia fuera. Quienes le conocen lo achacan a su timidez, porque para el trabajo le gusta formar equipos duraderos y donde la confianza mutua sea la piedra angular. Además, es un profesional muy estricto, ordenado y celoso de la puntualidad, algo que le hizo chocar con Alexander Zverev. Entrenó unos meses al alemán, que era asiduo a llegar tarde a los entrenamientos. Ferrero se cansó y apostó por Carlos Alcaraz. Mal no le ha ido.
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