Victorio Calero
Lunes, 16 de noviembre 2015, 02:46
Para empezar en Londres, la mejor versión de Nadal. Esa que apabulla a sus rivales, la que se veía no hace tanto tiempo y esta temporada parecía haber desaparecido. Pero no, ha sido en el último torneo del año cuando ha vuelto, además no contra un cualquiera: ante Wawrinka, el número cuatro del mundo. El balear diseñó el partido con inteligencia, iluminando su juego con la derecha, demoledora, como en los buenos tiempos. Con su mejor golpe desquició al suizo, sobrepasado en todo momento, boquiabierto ante el gran nivel del español en su debut.
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Y eso que el partido empezó raro, con los dos servicios pidiendo auxilio. Los dos vieron como su saque era roto en blanco nada más empezar el duelo. Primero Wawrinka, luego Nadal. Tuvieron que pasar nueve puntos para que alguno ganase uno al saque, algo inaudito. Pero poco a poco el partido fue normalizándose. Ambos se pusieron las pilas al saque y todo se equilibró. Por suerte la derecha de Nadal fue poco a poco cogiéndole el aire al partido.
Siempre es una buena noticia que aparezca su mejor arma, ese poderoso drive por el que apostó el balear este lunes. Cuando Nadal baila por toda la pista buscando su derecha es una buena señal. Y esa apuesta por su mejor golpe le salió bien. Más allá de que Wawrinka le complicase la vida en el primer set con su servicio, el de Manacor fue el dominador del partido gracias a su golpe estrella. Con él rompió el servicio del suizo y cerró después el set; con él movió y sacó de la pista a su rival.
Desde luego Wawrinka no tuvo su día. Se pareció más al jugador al que ganó Nadal doce veces seguidas entre 2007 y 2013 que al que le ha ganado tres de sus últimos cuatro duelos. Quizá por eso parecía sonreír Nadal en la pista, demostrando que tiene ganas de marcha en Londres. Enfrente, el helvético se deshilachaba desde el fondo. Apostaba por una táctica arriesgada: una combinación constante de errores y ganadores. Un cara o cruz. Mal asunto ante un Nadal como el que se vio este lunes. Porque ante sí Wawrinka tenía a un tenista con argumentos sólidos, nada de vaivenes.
En el primer juego del segundo set el suizo se desfondó. Salvó siete bolas de break y solventó un juego maratoniano, pero cavó su tumba. Después de que el de Manacor salvase dos bolas de rotura para hacerse con su saque volvió el peor Wawrinka. Demasiados fallos, demasiadas raquetas golpeadas contra el suelo. Y sobre todo, mucho Nadal para él. Las heridas abiertas en Paris-Bercy, donde el manacorense cayó en dos tie-breaks, estaban cicatrizadas. Nadal no paraba de sumar. Siempre encontró una derecha. Siempre tuvo la iniciativa del punto. Siempre fue más poderoso mentalmente. Eso explica la contundencia del resultado. Eso resume un partido en el que volvió a verse la mejor versión de Rafa Nadal.
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