
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Pablo Carreño cogió la raqueta a los 6 años y no la ha soltado. Rezuma un optimismo del que no logró despojarle una hernia ... que le obligó a pasar por el quirófano a los 18 años. De la mesa de operaciones y tras los primeros días de convalencencia, le sentaron en una silla de ruedas. Salió a bordo de ella del hospital e inició una costosa recuperación con el único objetivo de volver a las pistas de tenis. El asturiano no se iba a dar por vencido y siguió adelante.
No iba a permitir que aquello frustrase el sueño por el cual se mudó, con 16 años, de su Gijón natal a Barcelona. Se estableció en Sant Cugar, donde mantiene su residencia, si se puede afirmar esto de un tenista, sometido desde que despunta a un vertiginoso calendario. Entonces ya admiraba a dos valencianos: David Ferrer y Juan Carlos Ferrero, con quien establecería un vínculo que entonces era imposible de adivinar.
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La oportunidad surgió después de la operación, cuando Carreño ya estaba en el circuito ATP. El asturiano tenía su equipo en Sant Cugat, con el fisio de toda la vida (Walter Navarro). Y César Fábregas como entrenador. Pero Nico Almagro se retiró y el gijonés compartía mánager con el murciano. El agente habló con el entrenador de este último. Sabía de la amplia experiencia de Samuel López, extenista y ya preparador, natural de Villena y que había estado en el staff técnico de Juan Carlos Ferrero, liderado por Antonio Martínez Cascales.
«Estuvimos hablando, pero Pablo residía en Sant Cugat y no era sencillo. Al final decidimos llevarlo a cabo. Ha sido posible gracias a que también está César Fábregas», señala Samuel López. La sintonía entre ambos y el entrenador ha sido perfecta durante más de un lustro. Tanto que con este tándem, con Walter Navarro y con el esfuerzo del tenista, que llegó a ser el 10 del mundo y ahora ocupa el 11. Desde entonces ha ganado seis títulos de la ATP, dos de ellos este mismo año, Marbella y Hamburgo.
Ahora las pretemporadas las hace en Villena, en Equelite, la academia de Juan Carlos Ferrero, donde tiene como principales escuderos a su inseparable Antonio Martínez Cascales y al propio Samuel López. Allí se preparan tenistas como la gran perla Carlos Alcaraz, y otras promesas como el valenciano Carlos Gimeno. Y el resto del curso, cuando el circuito ATP lo permite, pasa alguna semana en Sant Cugat.
«Son años de trabajo para que fuera más agresivo y mejorar la posición en pista. También hemos incidido en los primeros tiros, el saque y el resto, tan importantes en el tenis actual», enumera Samuel López. Todo esto se ha visto plasmado en el vibrante partido contra Djokovic en el que Carreño ha ganado el bronce olímpico. «Creo que es el mayor logro de mi vida», ha reconocido el gijonés en declaraciones difundidas por el COE.
Pero quizás se equivoque. Su mayor logro ha sido pulir y domar su espalda. Saber apretar los dientes para volver tras el paso por el quirófano, ser capaz de escuchar por igual a dos entrenadores sin que los egos afectasen a ninguna de las tres partes, y convivir con sus dolores -que ahí se quedaron para siempre- en su madurez como deportista. «Cuando has tenido una operación así con 18 años, eres consciente de que eso va a estar ahí», admite Samuel López.
Todo el equipo tiene claro que, llegada la treintena, Carreño tiene que medir mucho hasta dónde le permite llegar su físico. «Conociéndolo y cuidándolo bien, pueden quedarle entre tres y cinco años muy buenos de tenis», afirma Samuel López. El alicantino aprendió esto, como tantas cosas, cuando formó parte del equipo de Ferrero. Al valenciano le atenazaron al final de su carrera las lesiones de rodilla y tuvo que administrar los esfuerzos. «Con mis dolores de espalda voy a convivir siempre», declaró Carreño antes de los Juegos.
Venía de que esas molestias crónicas le arruinasen en Roland Garros. Rápidamente se estableció la conexión Sant Cugat-Villena. Fábregas y López reordenaron la temporada. Unas semanas de descanso, a recuperarse y todo a los Juegos Olímpicos. «Decidimos ir a Hamburgo porque era mucho tiempo sin competir», precisa Samuel López. Y ganó. Carreño ha llegado perfecto a Tokio, donde ha completado una semana soberbia. «Llevamos dos así», comentan con felicidad desde Equelite, pues la anterior Carlos Alcaraz consiguió su primer título en la ATP.
En la academia Ferrero, con el único número uno del mundo valenciano como modelo, saben cómo tratar a un tenista en todas las etapas de su carrera. En esta, junto a César Fábregas, han acertado. Han dotado al asturiano de un estado físico y mental óptimo. Ha aparcado sus dolores de espalda para colocarlo en la lucha por las medallas olímpicas. La raqueta y las piernas del gijonés han sido de bronce.
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