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Pedro Martínez Portero ha estado a punto de quedarse sin Juegos Olímpicos por culpa de Rafa Nadal... y de Pablo Carreño. «Es injusto», clamó el ... valenciano cuando vio venir el varapalo. El tenista de Alzira lleva un tiempo recuperando sensaciones. «Si me lo preguntas hace seis meses, cuando estaba el 106 y no entré en el Open de Australia, te firmo como estoy ahora», señala. A 10 de junio, rozaba el top-50 y, lo que es más importante, cumplía la primera premisa para ser elegible de cara a los Juegos Olímpicos. La segunda, estar entre los cuatro mejores de su país en ese listado de la ATP, donde sólo le superaban Alcaraz y Davidovich. También cumplida. Pero entonces todo le daba que pensar que vería París por televisión.
La razón es que tanto Rafa Nadal como Pablo Carreño, que han competido muy poco y por lo tanto han perdido muchos puntos en los últimos meses a causa de sendas lesiones, tenían a su disposición un comodín para ir a los Juegos: el ranking protegido al que el balear apeló, por ejemplo, para jugar Roland Garros y también utilizará de cara al US Open si no hay contratiempos.
«Creo que este año me merezco ir y no hacerlo por esta circunstancia, me parece injusto. Es como si yo me lesiono ahora y pido ranking protegido en Los Ángeles 2028. Más allá de que todos queramos ver a Rafa en París, yo incluido, esto es injusto», clamaba Pedro Martínez Portero. Días después, Pablo Carreño renunció a los Juegos por una dolencia muscular que padeció antes de Wimbledon. El asturiano sigue inscrito al torneo de dobles, pero cede su plaza en el individual al valenciano. Una vez el de Alzira tiene sellado su billete a París, reedita su opinión sobre la norma, con matices.
«Yo si estuviera en el lugar de Rafa o de Pablo también lo hubiese utilizado para ir a los Juegos», reconoce Martínez Portero, quien se mantiene en su postura de que esta norma no tiene demasiado sentido: «Sinceramente creo que habría que mirarla con pinzas». Los Juegos Olímpicos no son la competición más interesante para los tenistas. «Tenemos un circuito más que consolidado, los Grand Slam... para otros deportistas tienen mucha más relevancia», admite el valenciano. No obstante, no esconde su ilusión por la cita de París: «Es cada cuatro años, la oportunidad de estar en la villa olímpica...».
Todo eso merece un esfuerzo extra para un tenista a quien le ha cambiado la vida. Y no porque haga relativamente poco que se haya establecido en Andorra. «Mis padres viven en Canarias y mi hermana ya llevaba más tiempo fuera de Valencia. Tengo amigos por allí, pero mi mujer es de Barcelona y aquí estoy muy bien. Además, tengo la suerte de que hay muchos jugadores con los que entrenar», indica. Su gran problema fue, según afirma, de confianza: «No obtenía los resultados que me había planteado y empecé a frustrarme».
Esto le generaba mayor presión, a lo que hay que añadirle otro cambio familiar: que fue padre el año pasado. «Eso lo complica más, porque ya no pones toda la energía en el tenis. Tenemos un calendario muy apretado y cuando estoy en casa quiero disfrutar de la paternidad», comenta Pedro Martínez Portero. Pero hubo un momento en el que quiso resetear: «Había estado incluso un tiempo sin entrenador, sin rumbo».
Hasta que encontró a Germán Gaich, con quien está trabajando en recuperar confianza y en mejorar algunos aspectos de su tenis: «Estamos en un proceso». Por eso, Pedro Martínez Portero no se quiere marcar objetivos, ni siquiera ante el sueño de una competición diferente, que siempre depara sorpresas, como es el torneo olímpico: «Es duro y no quiero obsesionarme. Ahora mismo el objetivo no son las medallas, eso está muy lejos».
Lo apostilla con: «Todo puede ser». Pero está claro que el valenciano quiere apartarse de todo lo que le alejó de su rumbo. A los 27 años se ve más maduro y desea sentirse cómodo en la pista. Y lo está más si viajan con él su mujer y su hijo: «Lo intentamos siempre que se puede, por ejemplo a la gira de Estados Unidos la logística se complica». Está rehabilitado para el tenis y eso ya es para él un podio olímpico. Como guinda, va a ir a los Juegos cuando lo daba casi por perdido.
«Siempre he dicho que pondría una medalla olímpica por delante de un Grand Slam», afirmó Sara Sorribes recientemente en Eurosport. La castellonense vuelve a unos Juegos, después de que en Tokio rozase la medalla, tanto en el cuadro individual como en el dobles, junto a Paula Badosa. La castellonense, un ciclo olímpico después –el más corto de la historia– vuelve en un gran momento, en el puesto 27 del ranking WTA. Además, lo hace sin estar entre las favoritas, lo que le quita toda la presión. En el tenis se da la circunstancia de que, además de Sorribes y Martínez Portero, los dos capitanes son valencianos: David Ferrer con los chicos, y Anabel Medina con las chicas.
El sueño de los tenistas que comparezcan a partir del 27 de julio y hasta el 4 de agosto será subir al podio en el reino de Rafa Nadal: la Philippe Chatrier, la pista donde el balear ha alzado 14 veces el título de Roland Garros. El propio Nadal aspira a una medalla olímpica que ponga el broche a su más que exitosa carrera. El tenis ha estado presente en los Juegos Olímpicos de la era moderna de forma discontinua, a pesar de que sí formó parte del programa de los primeros, en Atenas en 1896. Peor lo ha tenido la pelota a mano, que ha gozado de alguna aparición y como deporte de exhibición. En esta condición fue la pilota valenciana a Barcelona en 1992. Las modalidades de la Comunitat tienen sus lazos con el 'jeu de paume'. Al final, todo es pelota a mano. El 'juego de la mano' se originó en los monasterios franceses en el siglo XI. Se golpeaba la pelota con la palma contra paredes y tejados inclinados. Se considera que de esta modalidad acabó surgiendo el tenis.
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