Leyre Romero dio sus primeros pasos en una cancha de tenis. «Mi familia cuenta que cuando tenía año y medio me encantaba corretear en la pista que había en el chalé de mis abuelos», precisa la joven valenciana. Le compraron una raqueta de goma para que no se lastimase, y ahí se pasaba las tardes dando pelotazos a ningún sitio. «Mis padres vieron que no se me daba mal y con cuatro años ya me apuntaron a una escuela», precisa. A partir de ese instante, las etapas han ido cayendo en cascada, de forma trepidante, tal como exige hoy en día el deporte de élite. Pasó de jugar simplemente por divertirse en el polideportivo de Benimaclet a formar parte del grupo de precompetición del Club Español con siete años. «Se me seguía dando bien, en la familia decidimos que entrenase más en serio y fui a donde ha estado jugando mi padre toda la vida», señala. De ahí saltó con once primaveras a Peñacañada para formar parte del grupo de alto rendimiento que dirige Toni Gil. A ella suele acompañarle en los torneos Óscar Montañés. Juntos han paladeado las dos semanas más gloriosas de la aún incipiente carrera de la tenista de 17 años: acaba de ganar los torneos ITF sub-18 de Casablanca y Rabat, ambos tanto en singles como en dobles.Si los inicios, desde la raqueta de goma hasta centrarse en la competición, han sido vertiginosos, el primer sinsabor del deporte de élite también le llegó demasiado pronto. A principio de año pensaba con argumentos en disputar alguno de los torneos júnior de los Grand Slam. Estaba jugando bien, con buenos resultados... hasta el día en que sentada en un avión, volviendo de una gira por Sudamérica, notó un dolor en la rodilla izquierda. Ya había jugado algún partido con molestias que no la preocuparon pero, al aterrizar en Valencia, se sometió a pruebas que congelaron su carrera y le helaron el alma: tenía roto el menisco exterior. «Dentro de lo que cabe, mejor porque soy zurda y para el saque y el drive me apoyo más en la pierna derecha», explica Leyre Romero. Ese positivismo fue clave en los cinco meses de convalecencia desde que el 8 de marzo entró al quirófano. «Fue un momento duro porque de repente se te rompe la planificación de todo un año. Hablo mucho con mi psicóloga y también con Toni y Óscar. Ellos me ayudaron a afrontarlo», indica: «Después de la operación, a los cinco días ya iba al gimnasio, pero pienso que la clave estuvo en que sólo pasé 20 días fuera de la pista. Me sentaba en un banco y me lanzaban cubos de bolas, así no perdí el contacto con el tenis».Después de cinco meses de ardua rehabilitación, con dos sesiones de fisio semanales y visitas al médico quincenales, Leyre Romero recibió el alta el 2 de agosto. «Jugué cuatro torneos. En el Campeonato de España gané un partido y luego perdí contra una chica más pequeña que yo. Recibí una wild card de grado 2 para el ITF de Sanxenxo, pero es que estaba bastante hundida de cabeza», recuerda. Sus entrenadores decidieron recluirla un par de semanas en Peñacañada. «Jugaba sets sin presión, para coger confianza», indica. Y entonces... ¡magia!Reencuentro en Marruecos«En Casablanca no empecé jugando del todo bien. Me tocó remontar un set en los primeros partidos, pero en la final ya mejoré», detalla Leyre Romero. Ganó el torneo de individual y el de dobles, este junto a la también valenciana Raquel González. Una semana después, en Rabat, repitió los resultados. Leyre vuelve a ser la niña de la raqueta de goma. Ha olvidado el calvario de la lesión de rodilla y mira hacia los Grand Slam júnior de 2020.Está a punto de cruzar de nuevo el Atlántico para disputar cuatro torneos más, dos en México y otros tantos en Estados Unidos. «Ahora toca descansar un poco, pues se avecina una gira larga. Estaba la 550 en el ránking, ya he llegado al 200 y el objetivo es meternos en el top 100 para poder entrar en los grandes torneos», precisa. Quizás a Australia no llegue, pero Leyre Romero sí ve posible acceder en los cuadros finales de Roland Garros y Wimbledon en la próxima primavera. «¿Ganarlos? Difícil, pero si voy es para intentarlo», señala. Ha recuperado la misma ilusión que cuando cogía la raqueta en el chalé de su abuelo, o en el circuito de Rafa Nadal, o tras los éxitos con la selección. Y su carrera no ha hecho más que empezar.
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