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El valenciano que tiene todas las raquetas de Grand Slam

«Soy el único en el mundo con la colección completa. Hay una por la que me pagan lo que sea», indica David Castelló

Martes, 22 de noviembre 2022

Las escaleras por las que se asciende a la planta más alta de la casa de David Castelló conducen también al paraíso del tenis. Al doblar hacia el penúltimo tramo, de frente, hay una pared con un enorme retrato de este valenciano que nació predestinado a enamorarse del deporte de la raqueta. «Mi padre construyó una pista en su chalé de L'Eliana y lo he practicado desde bien pequeño. Luego me apunté al club Las Vegas, fui jugador, entrenador y ahora dirijo la academia Masía Tennis Club», resume. Debajo de ese mural está la raqueta con la que Juan Carlos Ferrero reinó en Roland Garros. A la derecha, el espacio que comparten Federer y Djokovic y enfrente, el de Rafa Nadal. Ya en la buhardilla existe una pared dedicada a Björg, otra a raquetas de madera y una a las más vintage de fabricación australiana.

David Castelló no deja de sonreír, orgulloso de una colección única sobre la que recalca: «Yo nací en 1968, que es cuando se inicia la era Open. Para mí marca el inicio del tenis moderno. Por eso decido que quiero coleccionar las raquetas ganadoras de Grand Slam desde que los pudieron disputar los tenistas profesionales». Esta precisión puede generar decenas de debates, entre ellos el de dónde estaría Rod Laver de no haber sido contratado por un promotor a partir de 1962: «Ese año había ganado los cuatro, pero a partir de ahí ya no puede disputarlos durante bastante tiempo». «Hay coleccionistas que adquieren todo tipo de raquetas. Yo decidí acotarlo porque coincidía con cuando nací», señala el valenciano, que también responde a la pregunta del cuándo se le ocurrió: «Pues hay un momento en la vida en el que ya empiezas a notar la nostalgia. Un día muy lluvioso iba paseando y en un escaparate vi una Dunlop Maxpli, que era la raqueta con la que había jugado de pequeño. Sentí una alegría enorme, entré a la tienda y la compré».

Ahí empezó una aventura ha llevado a su casa más de 100 raquetas de diferentes materiales: réplicas comerciales, pero también algunas empuñaduras originales con las que se protagonizaron gestas en alguno de los cuatro grandes. Y hay una, que no es de Nadal, ni de Federer o Djokovic, tampoco de Sampras, Agassi ni Rod Laver, que sin embargo convierte en única esta colección: «La raqueta prototipo como la que usó Michael Stich para ganar Wimbledon en 1991. Me pagan lo que sea por ella». Esa es la propuesta de Jean-Claude Marty, autor del libro 'Les raquettes de leyénde', algo así como una biblia para los coleccionistas.

Vídeo.

Y es que posiblemente de esa raqueta sólo queden dos réplicas y una pertenece a David Castelló: «Eran prototipos, pero la marca Fischer enseguida sacó otro modelo. La historia es más que curiosa». Resulta que contactó con Stich, que dirige el torneo de Halle: «Me dijo que no tenía ninguna, pero me dio una información valiosísima: que otro jugador que había sido top 20, el sueco Jan Gunnarsson, también las había utilizado». Habló con el escandinavo, que le comentó que en un campeonato en Varsovia se las había regalado al comentarista de la televisión polaca. Siguió tirando del hilo y dio con él: «Las conservaba pero no me quería vender ninguna. De ninguna manera. Le enviaría 25.000 mails. Hasta que le comenté que tenía una raqueta de Jakob Hlasek, un jugador suizo que era su favorito. Le propuse cambiarlas y dijo que vale, pero que le tenía que enviar un CD con jazz español. Si le gustaba, había trato».

David Castelló se fue a una tienda especializada: «Me recomendaron un disco de Perico Sambeat y se lo envié». El trato se cerró y años después, el artista vino a L'Eliana a tocar: «Le conté la historia y flipaba». Por su dificultad es la raqueta más costosa. El máximo que ha pagado, 1.200 por la de Ken Rosewall, el primer ganador de un torneo de Grand Slam en la era Open (Roland Garros, 1968). También tiene del rumano Ilie Nastase, vencedor de cuatro grandes en los 70 y que fue el primer número uno del ranking ATP. Para curiosa, la historia de cómo consiguió la réplica de la raqueta de madera con la que Adriano Panatta fue campeón de Roland Garros: «Estaba una tarde de domingo aburrido mirando el móvil mientras acababa uno de los torneos que organizamos. Vi que la vendían en un lote con otra raqueta que era morralla. Pero las dos por 25 euros. Por la de Panatta te pueden pedir 2.500 y en mal estado. Contacté con el vendedor, que estaba en Terramelar y me fui esa tarde a por ellas».

La charla puede durar horas porque cada raqueta tiene su historia. Claro está, uno de los alicientes es compartirla con sus compañeros del Grupo de Coleccionistas de España. Gente que atesora raquetas, pelotas y todo tipo de merchandising relacionado con el tenis. Cada uno con su leitmotiv. Y con sus anécdotas, algunas de las cuales erizan el cabello. Como la empuñadora con la que Gastón Gaudio alcanzó el cielo en París en 1994. «Esta es muy emotiva», señala David Castelló.

Resulta que aquella final, contra Guillermo Coria, se fue a la quinta manga. Coria dominaba por dos sets cuando se hundió mentalmente. Gaudio aprovechó el resquicio para igualar y en el set definitivo, tras defender varias bolas de partido, acabó venciendo. «Lanzó la raqueta al público y la cogió un chico francés. Un coleccionista argentino que estaba en la final se la compró por bastante dinero. Salió en los principales periódicos del país», relata.

David Castelló contactó con este coleccionista para hablar de las diferencias entre esta raqueta y la réplica comercial. Charlaron durante horas varios días y se hicieron amigos, hasta el punto de que quedaron en hacer planes cuando el argentino viniera a España. «Un día sonó el timbre de casa y era el repartidor de Correos con un paquete. Lo abrí y ahí estaba la raqueta. Le llamé de inmediato: '¡Tío, no puedo aceptar esto! Me va a ser imposible pagarte lo que vale'», señala David Castelló mientras hace esfuerzos para que no se le quiebre la voz: «Me dijo: 'Mira David, te tengo que confesar una cosa. Me han diagnosticado una enfermedad incurable y no se me ocurre mejor lugar para conservar esta raqueta que tu colección. Falleció a los tres meses».

En el repaso a su centenar de joyas hay tiempo para admirar la belleza de las raquetas de madera. Como las de Bjorg, aunque ya no pudo volver a hacerlas campeonas cuando intentó reaparecer, en un tiempo en el que ya empezaban a usarse materiales como el aluminio o el grafito. O las de fabricación australiana, que se le quedaron un mes retenidas en la aduana de Singapur.

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Ninguna tiene reservada su altar propio, como la del décimo Roland Garros de Nadal, colgada en un pilar junto a la portada de 'L'Équipe' encuadrada. «Luego sacaron 'La Décima', raqueta conmemorativa, pero con la que ganó el undécimo», señala David Castelló entre risas. Hay tiempo para hablar del paint job, práctica que de forma similar se usa también en otros deportes como el atletismo para camuflar cuando se compite con material diferente al que establecen los contratos publicitarios. Como cuando Marat Safin quiso conservar la empuñadura con la que alzó el US Open de 2000, aunque su marca ya había sacado el siguiente modelo. La firma se lo permitió, pero pintándola para que se pareciera a la nueva. Esa también sería vencedora de Grand Slam, pero gracias a Kuerten e Ivanisevic.

Tras varias anécdotas, y sin que el semblante se ensombrezca, David Castelló puntualiza que su colección ya no está completa. No desde que Carlos Alcaraz reinó en Nueva York. «Aún no han sacado a la venta la versión comercial, pero ya la tengo encargada. Iré a Equelite a que me la firme. Con eso daré por acabado 2022», subraya. Pero no concluirá aquí historia con el coleccionismo, ni mucho menos, y más cuando 2023 y el Open de Australia están a la vuelta de la esquina: «Aún soy joven, tengo 54 años. Mi idea es dentro de algún tiempo venderla a la Rafa Nadal Academy o a alguien que las vaya a exponer. Que ocupen un lugar donde pueda seguir admirándolas, igual yo que todo el que lo desee».

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