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J. C. VILLENA
Sábado, 19 de diciembre 2015, 23:21
Si hay un momento que marcó el paso de Miki Vukovic por el Pamesa fue la Copa del Rey de 1998. Aunque era la primera participación del club en el torneo los valencianos se plantaron en la final «primero ganando al líder indiscutible de la ACB que era el TAU de Scariolo y después contra el equipo local donde se nos lesionó Fox. Cuando llegamos a la final tenía claro que ese era mi terreno». La final contra el Joventut estuvo precedida por el raje de Alfred Julbe en TVE contra la forma de entender el baloncesto de aquel Pamesa de Vukovic, para desconcierto de otros entrenadores que también participaron en Valladolid en las tertulias y retransmisiones de la Copa. «Recuerdo que antes de la final se acercaron Aíto García Reneses y Manel Comas y me pidieron perdón por haber estado presentes en la crítica de Julbe. Eran entrenadores más mayores que él y se comportaron como tal», sentencia. Aíto se desmarcó de esa crítica en la narración de la final en la que actuó como comentarista: «Fue muy bonito especialmente de Aíto, que comentó que había que respetar el trabajo del Pamesa Valencia y de Miki Vukovic».
uSelección. Con la selección yugoslava femenina conquistó la medalla de plata en el Mundial de Malasia en 1990.
uDorna de oro. Entre 1990 y 1995 conquistó cinco Ligas, cuatro Copas de la Reina, dos Copas de Europa y un Mundial de clubes.
uLa Copa del 98. Levantó al Pamesa desde la liga EBA a conseguir su primer título, la Copa de 1998, y la primera final europea en el 99.
«Pasé la mañana de la final pensando de qué forma podía dar un toque inesperado y empezamos con Zubizarreta y Albert en el quinteto titular. Julbe no lo esperaba y ganamos la guerra psicológica. Para todos nuestros jugadores jóvenes era su primera final, rompimos el miedo y cuando pasa eso ya no te pueden frenar», recuerda antes de ponerse serio a la hora de referirse al propio Julbe: «Nunca volví a hablar con él porque faltó el respeto a mis jugadores, a mi equipo y a mi trabajo. Despreció a Zubizarreta y Albert llamándoles leñadores. Eso fue una vergüenza».
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