Anastasia Lishchuk horna el sueño de su padre

La altura de Anastasia no ha pasado desapercibida en su crecimiento. Más allá de la anécdota de que en su etapa de Minibasket tuviera la capacidad de hacer mates, la ilusión de la niña que es por seguir divirtiéndose junto a sus amigas jugando al deporte que más le gusta es mucho más importante que la ilusión que genera, sería absurdo negarlo, tener a una jugadora de 12 años con 190 centímetros de altura. Con genes en la sangre de baloncesto, hay que dejar que se divierta en las pistas a la vez que va creciendo en las etapas de formación. Su padre expresó en febrero de 2022 su deseo: «Es grande como su papá (se ríe). Mi sueño es que llegara a jugar en el equipo femenino del Valencia Basket. Lo tiene todo, altura y corazón, y lo más importante es que tiene esa ilusión de jugar al baloncesto en Valencia». Serhiy no abandonó Rivne cuando estalló la guerra, puesto que la mejor forma de defender el modelo de vida de sus vecinos fue dando ejemplo. Uno más de una persona maravillosa. Allí tiene su escuela de baloncesto, preside un club que no para de crecer y forma parte de la federación ucraniana.

Anastasia, que ya fue convocada el pasado verano por la selección española U12, participó en la pasada Minicopa en Huelva con el Valencia Basket, de la mano de Marta Sorlí como entrenadora que forma parte del cuerpo técnico del primer equipo taronja, y en el partido que decidió el campeón autonómico el pasado domingo, contra El Pilar, contribuyó a la victoria taronja por 80-59 con 18 puntos, 11 rebotes y 31 de valoración. A buen seguro que su padre, cuando recibió la foto con la medalla, se emocionó de la misma forma con la que siempre habla de Valencia. «Recuerdo la creación de mi club porque fue en el mes en el que se ganó la Liga al Real Madrid. Ese día me puse a llorar, no lo pude evitar. Soy ucraniano pero también me siento valenciano. En mi casa tengo una foto grande celebrando la Eurocup, cada vez que la veo siento mucha felicidad», reconoció a este periódico.