Cuando Bojan Dubljevic llegó a Valencia en el verano de 2012 tenía 20 años. Era la primera vez que salía a jugar fuera de Montenegro y al ver el Mediterráneo lo tuvo claro. Llamó a casa desde el restaurante donde le llevaron a comer su primera paella y dijo una palabras que se han convertido en ley: «Quiero vivir aquí». El ahora capitán del Valencia Basket se fue convirtiendo poco a poco en una estrella del baloncesto europeo y a los constantes cantos de sirena de los grandes de la Euroliga, algunos españoles, siempre contestó lo mismo. No. Una frase suya en LAS PROVINCIAS en mayo de 2017 llegó al corazón de Juan Roig: «En España sólo quiero jugar en el Valencia Basket, ni en el Real Madrid ni en el Barcelona». Unas semanas después, precisamente frente al conjunto madridista, los taronja levantaron en la Fonteta el primer título de la Liga Endesa de su historia y Dubljevic el de MVP de las finales. Un guión de película que podía haber terminado, perfectamente, en una renovación vitalicia.
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Desde entonces, ampliar los contratos es una formalidad para Dubljevic. No se lo tiene que pensar mucho, ni él ni su agente, Misko Raznatovic, que hace años que sabe que no quiere moverse de Valencia. La última firma se negoció durante la Copa del Rey de Málaga y se anunció al inicio del estado de alarma, como un símbolo de esperanza para la afición. El genio de Niksic será taronja hasta 2023 con opción de ampliar a 2024. «Soy un hombre de palabra. Siempre he querido quedarme en Valencia, siempre lo he dicho y lo estoy cumpliendo. Desde el primer momento que llegué mi equipo es el Valencia Basket y ojalá que pueda seguir mucho tiempo», sentencia. La normalidad dentro de la anormalidad del deporte moderno. Cumplir la palabra y no mutar la sencillez de la promesa de 20 años.
Además de optar a batir todos los récords dentro del club –con 442 partidos disputados tiene a tiro si cumple todo el contrato los dos primeros escalones de Luengo (643) y Rafa Martínez (626)– las fechas coinciden con la apertura del Valencia Arena. Ahí 'Dubi' saca su lado más nostálgico: «Tengo ganas de jugar en el Arena pero me dará mucha pena dejar la Fonteta. Este pabellón tiene corazón, alma y algo especial. Hay muchas emociones en la Fonteta, han pasado muchas cosas bonitas y si esas emociones pueden viajar allí sería bonito».
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