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El Valencia Basket conquistó este domingo en Huelva la primera Copa de la Reina de su historia y logró completar uno de esos hitos que ... pueden perdurar muchas décadas en el tiempo. O toda la eternidad. Con la bandera que subirá al cielo de la Fonteta con el trofeo en forma de espiral el club completará dos triples coronas. Tras el título conseguido con una superioridad abrumadora gracias a la defensa –las taronja han dejado a sus tres rivales en el torneo en una media de 52,7 puntos– el club se convierte el primero en tener en su poder todos los títulos nacionales tanto en categoría masculina como femenina. La Copa de la Reina de 2024 se une a la Supercopa y Liga Femenina de 2023, que acompañarán a la Copa del Rey de 1998, la Liga ACB de 2017 y la Supercopa también de 2017. Sin duda, un orgullo que simboliza una entidad global.
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Cuando vuelan los papelitos de colores por encima de las jugadoras, es decir en la alegría de los títulos, es cuando hay que acordarse del pasado para comprender el presente. Hace justo diez años, la resistencia que se quedó en La Malvarrosa con los equipos de formación del Ros Casares llamaron a la puerta del Valencia Basket pidiendo ayuda para una supervivencia a la que le quedaba pocos meses. Si esa puerta se hubiera cerrado no estaríamos hablando hoy de los cinco títulos que ya ha conquistado el equipo femenino taronja. Es justo reconocer tanto el trabajo de los que se negaron a hincar la rodilla como a los que acogieron aquella semilla de formación que se convirtió en el actual primer equipo. La Copa de la Reina vuelve a Valencia catorce años después de la última que conquistó el Ros Casares y con ella se llega a la docena ganada por equipos valencianos (sumando las siete del Ros y las cuatro del Dorna Godella). En una tierra no muy dada a darle valor a lo conseguido no está mal recordar que el baloncesto valenciano femenino sigue siendo uno de los más laureados e históricos del baloncesto español.
Si hay un trabajador del club que puede hilar esas dos triples coronas es Rubén Burgos. El técnico de Riba-roja, al que no le gustan los focos, tiene en su casa la réplica de los cinco títulos femeninos del club. En 1998 formaba, como jugador, parte del filial de aquel Pamesa que compartía trabajo con el primer equipo que terminó conquistando la Copa de Valladolid. Con Miki Vukovic al mando. Muchos años después, el maestro no dudó en ayudar, con cafés interminables, al Burgos que comenzaba a entrenar. Desde el cielo seguirá sonriendo.
No hay nada, ni nadie, que poner un pero al título del Valencia Basket. La FEB debe pulir los horarios del torneo, lo ocurrido con la parte del cuadro que jugó los cuartos de final el viernes no debe repetirse, pero la defensa en la final de las taronja, que colapsó a Ortiz y Fiebich para cortar el juego ofensivo del Casademont, fue la misma en las cuatro victorias de cinco partidos esta temporada. En esos partidos ganados, las valencianas dejaron en una media de 53,5 puntos a las de Zaragoza. Ayer fueron 53. Es cierto que con más descanso, las de Cantero tuvieron 17 horas de descanso desde que terminó su partido de semifinales, se hubiera visto una final más igualada... pero es temerario decir que el Valencia Basket de Romero desatada en la anotación, Iagupova creando arte con sus triples y pases, Fingall fajándose ante todas las pivots rivales, Casas secando a cada par... no hubiera ganado la Copa es salirse de tono. Las taronja dejaron a sus tres rivales en Huelva en una media de 52,7 anotados. Una exhibición defensiva que vale un título.
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Los números cruzados de los 12 robos de balón del Valencia Basket y las 20 pérdidas del Casademont explican la sensación de barrido que tuvo casi toda la final. Más allá del tema del cansancio acumulado (también habría que poner en los condicionantes previos la baja de Raquel Carrera más que nada porque es una de las mejores pívots de Europa), las de Burgos saltaron a la pista con un nivel extra de concentración que tuvo su reflejo en el 10-2 inicial y el 17-5 posterior tras triple de Fingall. No se había disputado ni el primer cuarto completo cuando la máxima renta taronja ya era de 13 (21-8) y ni el 21-12 con el que terminó ese período inicial borró de la pista esa sensación de que las valencianas estaban controlando con total seguridad el partido.
En el inicio del segundo cuarto, esa cómoda renta de las de Burgos se mantuvo con un triple de Iagupova (31-18). Fue el momento en el que llegó una reacción del Zaragoza que llegó hasta un lance que en directo no pasó con la importancia que tuvo. Con 35-27, se salió un triple de la valenciana Vega Gimeno y Leti Romero puso la sexta marcha, para asegurarse el MVP, con ocho puntos seguidos de los 17 con los que terminó la primera parte para permitir que el Valencia Basket se marchara al descanso con la máxima renta (47-30) y la sensación del título en el bolsillo.
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Una celebración prolongada
El Valencia Basket mantuvo en toda la segunda parte una actitud de respeto en pista –la que nunca puedes perder cuando te muestras muy superior con mucho tiempo por jugar– pero desde el 56-33 al que se llegó con una asistencia sideral de Iagupova a Casas todos los presentes en el Carolina Marín de Huelva fueron conscientes de que el título iba a marcharse del lado taronja. Pero restaba mucho partido por jugar, con lo que mientras los 200 seguidores valencianos ya comenzaban a dar algún síntoma de euforia, en la pista debutaba en la final Awa Fam colocando un soberano tapón y las taronja se marchaban 60-41 al final del tercer cuarto.
En el último, el único susto lo dio Romero al torcerse el tobillo en una entrada a canasta. Aunque abandonó el parquet en brazos en la celebración sólo se le vio una leve cojera. Ya todo era celebración, tanto en la pista como en la grada, de un equipo que tras el duro golpe en la Euroliga se ha llevado el segundo título nacional del curso. Ahora, en la Liga, el sueño abierto es conseguir el primer triplete.
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