La realidad distópica a día de hoy es recordar cómo estaría la fotografía del mundo de no haber existido la pandemia del coronarivus. Ajustando el diafragma en el baloncesto europeo, la Liga Endesa afrontaría este fin de semana la ronda de los cuartos de final del playoff y la Euroliga ya conocería a los cuatro equipos que disputarían la Final Four el próximo fin de semana en Colonia. Es decir, en el calendario de los despachos del Valencia Basket a mediados de mayo ya se podría tener la certeza de que el conjunto taronja fuera a disputar la Euroliga de la próxima temporada.
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Nada de eso es así con lo que esa incertidumbre se añade de por sí a un club cuya hoja de ruta siempre se ciñe a un protocolo –la palabra de moda– donde el análisis para poner nota a su entrenador y decidir si se le renueva o no el contrato nunca llega hasta tener la foto final de la clasificación y de los objetivos conseguidos. El de este curso era claro, cumplir los requisitos (Top 8 y por delante del Alba Berlín) para asegurarse la participación un año más en la Copa de Europa. Algo que sería un récord en la entidad puesto que nunca la ha jugado dos años seguidos.
El futuro de Ponsarnau está, por tanto, pendiente en primer lugar de la Euroliga como símbolo del cumplimiento de los objetivos. Para enredar más la historia, si hay un torneo que a día de hoy tiene visos de terminarse es la Liga Endesa. La ACB tiene un plan y un pliego de condiciones para su torneo final. En el despacho de Bertomeu quedan nueve días para rendirse a la evidencia con un continente paralizado a poco más de una semana de la fecha tope, lunes 25 de mayo, que marcó la Euroliga para tomar una decisión final sobre el torneo.
Desde que el Valencia Basket fichó a Pedro Martínez en verano de 2015 los entrenadores se han firmado con contratos de un año revisables al terminar la campaña. Esa siempre es la primera decisión que toma el club antes de abordar el siguiente proyecto. Con Ponsarnau, tal y como confirmaron fuentes oficiales a este periódico, no se negociará hasta no conocer el desenlace de una temporada incierta. La única novedad con respecto a anteriores cursos es que el club, sin la urgencia de la competición, está pudiendo evaluar el trabajo realizado tanto por la plantilla como por el cuerpo técnico hasta el 8 de marzo, fecha del último partido que acabó con derrota en Gran Canaria por 87-77. Deportivamente hablando, a los de Ponsarnau les vino bien el parón puesto que en la Euroliga acumulaban cuatro derrotas seguidas que les bajaron a la décima plaza actual (balance de 12-16) y tres en los últimos cinco partidos de la ACB, donde además de en Las Palmas los taronja habían perdido en Santiago y ante el Bilbao.
La única licencia que se marcó el Valencia Basket en el confinamiento –buscada para darle al menos una alegría a la afición– fue la renovación de Dubljevic hasta 2023 anunciada el 23 de marzo. El resto de operaciones se mantienen en cuarentena hasta final de temporada. El cuerpo técnico liderado por Ponsarnau se centra en el arranque del trabajo en el análisis de los aspectos a mejorar (ofensivos y defensivos) para el regreso a los entrenamientos colectivos que llegarán cuando lo permita el protocolo. No pueden hacer más.
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