El Valencia Basket viajará el miércoles a Vitoria para disputar la primera Copa de la Reina de su historia. Un hito que, además, cerrará seis años de ausencias de equipos valencianos en el torneo tras la desaparición del Ros Casares. El baloncesto puede ser maravilloso, como la vida que diría el añorado Andrés Montes. Al frente del conjunto taronja, que intentará tumbar el jueves al poderoso Girona, está Rubén Burgos. El alumno más aventajado del maestro Miki Vukovic. Cuando el ingeniero de minas de Tuzla dio el paso al baloncesto masculino en 1995 para liderar la reconstrucción del Pamesa tras el descenso lo hizo después de ganar 12 títulos en 5 años con el Dorna Godella. Un líder que enamoró a una generación de jóvenes jugadores valencianos, entre los que estaba el propio Rubén. De esas enseñanzas nació el interés del de Riba-roja de dedicarse a los banquillos. El reencuentro ideado por LAS PROVINCIAS se convirtió en una charla entre los dos, casi sin preguntas, donde lo mejor era escuchar y aprender.
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«El equipo está teniendo una progresión clarísima. Ahora veo más fluidez en ataque y esto va a permitir que progrese el nivel de juego. Estar en la quinta plaza y luchando por la cuarta en el estreno en la Liga es muy importante», razona Vukovic a Burgos mientras remueve el café y reconoce lo feliz que le hace ver al que fuera su jugador al frente del ilusionante proyecto femenino del club: «Es fantástico. Trabajamos juntos en el Pamesa y Rubén conoce muchas cosas de mi filosofía de juego. Veo algunos detalles de ese modelo en el Valencia Basket y eso me da mucho orgullo. A nosotros nos dio resultado porque pasamos en tres años de la EBA a ganar una Copa y en cuatro a jugar una final europea. Eso es algo que no ha conseguido nadie en Europa, ni antes ni después. De momento, el Valencia Basket ha ascendido de la Liga Femenina 2 y ya se ha metido en la Copa. Quiero felicitar a Juan Roig y a la gente que manda en el club por incorporar la estructura femenina tras la desaparición del Ros».
Burgos no puede evitar poner un mirada ruborizada con los halagos del que fue su entrenador. «Me siento muy afortunado», reconoce sin tapujos antes de razonarlo: «En aquel momento, como jugador, me beneficié de la filosofía que transmitía Miki. La apuesta por el jugador valenciano para construir con gente de la casa me pilló en el lugar y en el momento adecuado. En otro club no se hubiera apostado por mí para formar parte del equipo. En Valencia entré como un niño, me hice jugador y me sirvió para desarrollar una carrera como deportista».
El balcánico veía en el joven Burgos noventero un alma de entrenador: «En su forma de moverse por la pista estaba claro que leía el juego por encima de la media». Algo que el valenciano explica con sencillez: «En el baloncesto profesional hay jugadores a los que no les gusta el juego. Es su trabajo y punto. A mí me gustaba. Una curiosidad es que yo no me aprendía los sistemas que me tocaban en mi posición sino que me aprendía todos. Los de las cinco posiciones porque quería entender el juego en global, con lo que tuve claro que la manera natural de seguir en el baloncesto era ser entrenador».
En 1998 nadie daba un duro por el Pamesa ante el TAU en los cuartos de la Copa. Ahora, ni un euro por el Valencia Basket ante el Girona. ¿Se puede repetir la sorpresa?. «No es imposible ganarles», zanja Burgos desde la humildad: «Sabemos de la dificultad del reto. El Girona es un equipazo y tiene muchas herramientas, en el exterior y por dentro. Para ganarle hay que hacer un partido completo y a ilusión no nos van a vencer. Es un partido, un día y no vamos a ir con miedo. Hay una cosa que observo de mis jugadoras y es que son muy sensatas, nadie tiene pájaros en la cabeza». Al respecto, Vukovic le da el enésimo consejo de la charla: «En un partido así lo más importante es el aspecto psicológico. Mis jugadores eran jóvenes y sin títulos, para algunas jugadoras del Valencia Basket la Copa de la Reina puede ser la única oportunidad en su vida de aspirar a una final, tienen que ir sin miedo. Esta Copa es un regalo para el club, como lo fue para nosotros». Al final de la charla Miki paga los cafés. Nadie ha osado nunca en la Fonteta a negarle uno al maestro.
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El encuentro entre Miki Vukovic y Rubén Burgos fue, baloncestísticamente hablando, un amor a mi primera vista. «Recuerdo perfectamente el día que le conocí», narra el técnico taronja mientras el maestro de Tuzla le atiende: «Era cadete y fue en un entrenamiento de postemporada con el primer equipo en verano de 1995, previa a la campaña en la Liga EBA y fue en las antiguas naves que tenía el Pamesa. También recuerdo que ese día fue el primer entrenamiento de Berni Álvarez. Aquel día me fui a casa con la sensación de que ese era el baloncesto de verdad, yo era un niño. Después de ver a un entrenador con la presencia de Miki y el hambre que transmitía allí toda la gente me di cuenta de que me quería dedicar a eso».
El nombre de Berni Álvarez que curiosamente, o no, también ha hecho carrera como entrenador después colgar la botas sirve para que Vukovic rememore el momento en que se dio cuenta de que aquellos dos jugadores tenían alma de líder, tanto como para hacerse una carrera en los banquillos: «Hay una anécdota muy buena que habla del carácter de los dos y curiosamente ahora los dos son entrenadores. En la semifinal de la Saporta del 99, en Salónica, llegamos al pabellón dos horas antes. Estaba todo rodeado de policías y las gradas llenas. En mi vida había visto algo así. Antes de salir a calentar yo pensaba que mis jugadores iban a salir cagados y pregunté quien quería salir primero. Rubén y Berni se levantaron y saltaron a la pista, fueron los primeros que recibieron los insultos de los ultras del Aris. Estuvieron dos minutos y luego salió el resto del equipo. Berni era más veterano pero Rubén me demostró ese día con 19 años que no le tenía miedo a nada».
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