María Pina (Valencia, 1987) cumplirá 34 años el próximo 8 de agosto. Lo hará como jugadora en activo. La alero de Benetússer, oro con España ... en el Eurobasket de hace dos años, volverá a atarse las zapatillas. Así lo desvela en una charla donde abre su corazón para reflejar desde la felicidad tras tres temporadas de taronja donde tocó el cielo a la frustración de sentir que había perdido su silla en la mesa.
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-¿Desde cuando fue consciente de que no iba a continuar?
-Antes de finalizar la temporada el club comunicó a mi agente que estaba muy difícil mi continuidad aunque antes de eso ya lo notaba porque estaba claro que no estaba contando en el equipo y si el equipo iba a seguir igual era obvio que yo no iba a estar. Me ayudó a asimilarlo hace tiempo con lo que lo único que me quedaba era la tristeza. El cambio ya lo había preparado, me quedó sólo la tristeza de separarme de este club y de todo lo que significa para mí.
-Deber ser especial jugar una final de Liga Femenina así.
-Es un momento difícil porque sabes que estás viviendo los últimos partidos con el equipo. La final la viví eso sí con la tensión a tope, saber que no iba a seguir no me ha hecho estar en otra cosa. Al contrario, quise saborear todo hasta el último segundo para ser consciente de todo.
-¿La espina es no haberse despedido con el doblete?
-Estaba convencida de que en la Fonteta ganábamos. En mi cabeza no cabía perder pero el partido nos costó mucho. Al final estuvimos poco fluidas en ataque y aquel triple de Katie Lou Samuelson nos hizo mucho daño.
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-¿Les pudo la ansiedad en los dos partidos de la Fonteta donde pudieron ganar primero la Copa y luego la Liga Femenina?
-En esos momentos de tensión, hablo como jugadora, lo que mejor te viene es tener un poco más claro a lo que juegas o dónde va a ir el balón en una jugada específica. Encontrar esa persona referente, tener un poco más claro todo. Es verdad que la tensión influye para que todas esas decisiones se tomen con un poco más de dudas. Igual ahí sí que cometimos fallos en los últimos ataques que no fueron claros. No atacar bien significa que luego vas a ajustar mal. Eso es lo que nos pasó en esos dos partidos, no supimos jugar con claridad nuestras cosas y nos castigaron.
-¿Qué sensación le dejan los tres años como jugadora taronja?
-He tenido sensaciones desde mandarlo todo a paseo y dejar de jugar a baloncesto a momentos de estar más fuerte y disfrutar con todo lo que hemos conseguido en este camino de crecimiento como club. Ahora mismo estoy contenta, muy satisfecha con el trabajo que he hecho. Creo que lo que tenía que hacer en el Valencia Basket ya lo había hecho. Hay que dejar paso a otras jugadoras. Lo mío es el barro, los inicios y cuando nadie daba nada por nosotras sacar un estilo de juego. Me quedo con esos momentos, sobre todo en la Fonteta con ese cariño y respeto que siempre me ha mostrado la afición. Me voy a quedar con la satisfacción y la felicidad de todo lo conseguido.
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-¿Con qué sentimiento se va tras una temporada casi en blanco?
-Para mí ha sido un chasco, no lo voy a negar. Un palo muy grande. Cuando me lesioné estuve dos meses en depresión total porque me vine muy abajo. Luego, cuando comencé a hacer ejercicios y ver de nuevo a las compañeras siempre tuve la ilusión y la sensación de que el equipo me necesitaba. Luchaba en la recuperación porque quería estar con el equipo pero no me encontré ni siquiera en los entrenamientos. Comencé a pensar que el equipo iba a una marcha y que la mía no encajaba. Esa ilusión se me apagó, era decir no estoy ni en primera línea ni en segunda. En el trabajo no he tenido ningún problema, he estado con ganas, he ido a los entrenamientos voluntarios y a todo lo que se necesitaba. He ayudado a las compañeras en lo que he podido, en motivación. Eso nunca lo dejé de hacer pero la temporada fue un palo porque no encontré mi lugar.
-¿Se sentó con Rubén Burgos para transmitirle todo eso?
-Al principio lo quería demostrar en los entrenamientos porque no me sentía con suficiente derecho tras lo que había pasado con mi rodilla para sentarme enfrente de alguien y preguntarle por qué no juego. Me fui metiendo en dinámica y ahí es cuando me senté con Rubén y tuvimos una conversación. Lo que hablamos ahí se queda para nosotros.
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-¿El título de la Eurocup en Hungría fue la mejor medicina?
-Esa charla con el entrenador fue un antes y un después, a partir de ahí hice clic. Comencé a ver que ese deseo mío no iba a pasar y que tenía que comenzar a cambiar mi actitud porque no lo estaba pasando bien. Desde el momento que comprendí que no iba a seguir en el club me dediqué a disfrutar cada momento y cada entrenamiento. Ahí llegó la Final Four de Hungría. Llegamos muy unidas, cada jugadora que salía sumaba y lo disfruté mucho. El detalle que tuvo Anna Gómez de decirme que levantara la copa con ella porque era cosa de las dos fue un sueño. Recuerdo levantar la copa y ponerme de puntillas, lo más alto que pude. Era como estar muy arriba después de tanto sufrimiento.
-¿Anna Gómez es el pegamento de ese vestuario?
-Total. Es una persona que habla cuando tiene que hablar, que respeta cuando tiene que respetar y que se comunica con el entrenador o con el club cuando tiene que hacerlo. Se ha ganado el respeto del grupo porque sabes que es esa persona que siempre va a elegir lo correcto para el equipo. Es un pilar fundamental.
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-¿Recuerda sus sensaciones al llegar al club en 2018?
-Valencia me llamó antes de ascender a la Liga Femenina con lo que mi contrato se hubiera dado aún sin subir en aquella Fase de Ascenso de la Fonteta. Ascender no fue una condición por mi parte. Desde el día de la presentación comencé a darme cuenta de lo que era el Valencia Basket, con la presencia del presidente o la expectación de medios que se montó. Te das cuenta que aquí hay una estructura de club que no existe en muchos sitios. Hay clubes donde por ejemplo el entrenador lo hace todo, desde el fichaje a enseñarte el piso. El sueño ha superado con creces la realidad y estas tres temporadas han sido inolvidables.
-¿Y su futuro?
-Después de valorar todos los escenarios posibles, desde tomarme un año sabático a dejar de jugar, la gente que me quiere me ha ido animando y he tomado la decisión de seguir jugando un año o dos más. Voy a volver a ser yo e intentar dar el máximo. Nos volveremos a ver en la Fonteta.
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-De sus tres temporadas, la mitad ha transcurrido con la Fonteta cerrada o casi sin público. La parte amarga.
-Lo que he sentido en la Fonteta no lo puedes explicar si no lo vives. Lo que hemos sentido, acabando los partidos y con la afición en la pista era tremendo. Era como invitar a alguien a tu casa y estar tomando un café. Se ha perdido con la pandemia pero volverá. Incluso cuando perdíamos estaba siempre Anna para decirnos que había que salir a hacernos fotos, dibujos o firmar camisetas. Sabías que estabas haciendo a mucha gente.
-¿Siente como jugadora de baloncesto que siempre tienen que demostrar algo más que otros deportes para derribar muros? El Barça acaba de ganar la primera Champions de fútbol para España pero el basket tiene cuatro y mucha gente ni lo sabe.
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-Tienes que hacer algo muy grande para tener repercusión. Soy vocal de la Asociación de Jugadoras y hay que empezar por profesionalizar la Liga Femenina. El Valencia Basket y algunos más están muy bien pero la Liga está precaria en muchos aspectos. Ya no cuento la Liga Femenina 2 donde ahora con el cambio se va a masificar más.
-Vuelven los campus de baloncesto. Usted va a organizar dos y uno de ellos con Anna Gómez.
-Tengo muchas ganas porque la respuesta de los padres es masiva. La gente tiene muchas ganas de salir, hacer deporte y que la vida siga. El deporte es muy importante para el desarrollo de los niños y niñas. Con el Campus de Genovés, en julio, llevo ya nueve años y ahora tendremos el primero en Alfara del Patriarca con Anna Gómez, del 26 de junio al 3 de julio.
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